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Notas

La tiranía de las cifras: datos económicos, crecimiento y decrecimiento

Chapapote político

Un belicismo de «izquierdas» frívolo e irresponsable

Secuestrados por los nuestros

Pobreza y enseñanza

¿El nuevo Consenso de Washington?

Réquiem

Vivienda, modelo productivo y empleo

Educación y acoso: ¿coeducamos?

La unidad hídrica de España

Pobreza y desigualdades: evidencias y riesgos

Aritméticas y algo más

Prisas con las listas

Penar hasta morir por un poema

Las horas bajas del realismo

Economía del sobresalto: crisis financiera, inflación y crisis ecológica

Los dilemas de Sumar

Hacia un enfoque global sobre la explotación extrema de seres humanos

Acoso y derribo

¿Quién ha ganado con la guerra este último año?

En memoria de Mariano Maresca

Economía en el umbral

Lo que dicen las estadísticas independientes sobre el empleo en el hogar

Derecho en tiempos de guerra

Trabajadores y literas

En el fallecimiento de Mariano Maresca

Empleos, salarios, reformas y sindicatos

Guerra de emociones

Ucrania: alto el fuego y negociaciones de paz

Castigo sin venganza

El Frente Anticolapsista Popular (de Judea)

La batalla por Barcelona

¿Hasta cuándo?

Rebajas de fin de año

La oportunidad del programa de Sumar

Vivienda y alimentación

De líderes, procesos y confluencias

Los «votos perdidos» de la izquierda alternativa en nuestro sistema electoral

¿Reglas jurídicas para erradicar la pobreza?

El futuro es aterrador

¿En pie contra la digitalización y la automatización?

Variantes de la exclusión democrática

Hacia un compromiso antipatriarcal entre mujeres y hombres

Paz y neutralidad

Economía de la catástrofe

La principal conversión que los condicionamientos ecológicos proponen al pensamiento revolucionario consiste en abandonar la espera del Juicio Final, el utopismo, la escatología, deshacerse del milenarismo. Milenarismo es creer que la Revolución Social es la plenitud de los tiempos, un evento a partir del cual quedarán resueltas todas las tensiones entre las personas y entre éstas y la naturaleza, porque podrán obrar entonces sin obstáculo las leyes objetivas del ser, buenas en sí mismas, pero hasta ahora deformadas por la pecaminosidad de la sociedad injusta.

Manuel Sacristán Luzón
Comunicación a las jornadas de ecología y política («mientras tanto», n.º 1, 1979)

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