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Joan M.ª Girona

El alumnado gitano en la escuela

Un camino hacia la igualdad de oportunidades

Como todas las criaturas y todos los adolescentes, el alumnado gitano llega a la escuela con su mochila, con su historia personal y familiar. Su pueblo ha vivido desde siglos una serie de luchas, culturales y socioeconómicas, entre las culturas paya y gitana. La opresión del pueblo gitano por las estructuras sociales dominantes puede marcar incluso su psicología. Ha vivido genocidios o intentos de genocidio, que si no han conseguido eliminarlo físicamente sí han provocado unos miedos importantes que han paralizado, en parte, su respuesta como grupo atacado.

Ha vivido prejuicios en su contra sin ninguna base antropológica y/o cultural. Los nazis alemanes aumentaron a categoría ese aspecto. Bajo el régimen de Hitler, un equipo dirigido por psiquiatras seleccionó gitanos para esterilizarlos y llevarlos a campos de concentración. En el llamado holocausto gitano (el Porrajmos, en lengua caló) se asesinaron entre quinientos mil y un millón y medio de gitanos; las cifras varían según los historiadores. Había que proceder a la purificación de la raza aria, como decía la propaganda nacionalsocialista, con una selección interna y una reproducción organizada, y al mismo tiempo evitar contactos con la población mestiza. La eliminación total de las poblaciones judía y gitana era un paso previo necesario para la regeneración del pueblo alemán. A partir de esa doctrina racista se asignó a los gitanos la categoría de asociales y raza degenerada e impura; se les aplicaron todas las técnicas de exterminio, que fueron la marca distintiva del nazismo. Se utilizaron las cámaras de gas, fusilamientos, colgamientos, agotamiento por medio de trabajos físicos, inyecciones de fenol… También fueron utilizados como cobayas para experimentos médicos sanguinarios. El psiquiatra Jorge Tizón habla de ello en su libro La guerra como campo de batalla.

La deportación de los gitanos se hizo a cara descubierta en pleno día, sin que en la opinión pública hubiera la menor reacción. NI las instituciones que todavía existían ni las iglesias de Alemania hicieron nada más que tomar conocimiento de esta gran deportación. Se puede ampliar la información en los paneles de la exposición sobre Historia y Cultura del Pueblo Gitano, elaborada por el Colectivo de Enseñantes con Gitanos.

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Una historia que no todos los docentes conocen. Una historia cuyos efectos, como los traumas de la guerra española, se transmiten de generación en generación.

Para conseguir avanzar hacia la igualdad de oportunidades, desde los centros escolares es importante conocer el entorno sociocultural de todo su alumnado. Y promover relaciones en un plano de igualdad. La escuela es un espacio donde todavía se puede tratar a todos en igualdad y equidad, donde se puede evitar, en parte, que las diferencias se conviertan en desigualdades. Es necesario conocer cómo son las personas para poderlas acoger como les conviene y necesitan. Una buena acogida provocará un retorno, una retroalimentación, que mejorará la relación y beneficiará a profesorado y alumnado. Les conviene a ellos y nos conviene a los docentes. La acogida implica una buena acción tutorial y la relación horizontal con las familias: padres y docentes queremos lo mejor para las criaturas. Y la coordinación con las entidades del entorno cercano al centro escolar y con las instituciones del pueblo gitano.

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La mayoría del profesorado provenimos de clases medias o altas. Esta procedencia puede representar cierto inconveniente a la hora de relacionarnos con chicos y chicas de clases sociales bajas o incluso marginales. Es importante tenerlo en cuenta cuando nos relacionamos con los niños y, sobre todo, con sus familiares. Los prejuicios y estereotipos que la mayoría hemos oído desde pequeños pueden influenciarnos, por lo que debemos estar dispuestos a evitarlos. Debemos ser antirracistas de forma activa, militante, debemos luchar contra todos los estereotipos que se tienen sobre el pueblo gitano y sus niños.

Los prejuicios están interiorizados y pueden aparecer en el llamado currículum oculto. O en los materiales didácticos y libros de texto, otro campo a vigilar y corregir. Las diferencias culturales también están presentes y debemos evitar considerarnos superiores. Todas las culturas tienen la misma categoría, todas son fruto de la historia que han vivido sus miembros, todas tienen aspectos positivos y otros que no lo son tanto, y por eso hablamos de educación intercultural, para promover el interactuar con todas las personas y aprovechar y aprender lo mejor de cada uno y cada una.

Formación y cultura no son conceptos sinónimos. Personas analfabetas tienen tanta o más cultura que algunas con títulos universitarios. Por tanto, no podemos desmerecer o menospreciar el apoyo que todos los familiares pueden dar y dan a sus hijos e hijas. Las culturas son algo que se aprende y se transmite de las generaciones adultas a las jóvenes; ser conscientes de ello hará que respetemos todas las formas culturales y sus expresiones, siempre y cuando cumplan como mínimo los derechos humanos.

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Una consecuencia lógica: será importante una buena formación inicial y permanente al alcance de todas las personas que quieren dedicarse a la docencia. Habrá que evitar el peligro de aplicar el efecto Pigmalión al alumnado gitano: no exigirles por pensar que no pueden alcanzar los mismos resultados que el resto de compañeros del aula. Tienen que aprender todo lo que es necesario hoy en día, tener todos los elementos para no quedar al margen de los avances digitales y tecnológicos, de la inteligencia artificial… aunque no dispongan de los recursos personales y familiares suficientes. Aquí la escuela y los planes de entorno, promovidos por las administraciones, deben compensar y suplir las carencias para evitar la existencia y el aumento de la brecha digital que se está produciendo.

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Debemos reconocer los derechos antes de exigir los deberes: es una norma adecuada a una buena convivencia entre todos que respetará las diferencias existentes. Será básico aplicarlo en escuelas e institutos. Estamos viviendo en una sociedad cada día más desigual. Las diferencias entre ricos y pobres son enormes. ¿La escuela puede compensar las desigualdades? Es una utopía necesaria. Tal vez no se conseguirá, pero caminaremos hacia un objetivo beneficioso; haremos actuaciones que lo favorecerán, que no aumentarán las desigualdades, como sí las aumentan otros muchos aspectos de la sociedad actual: trabajo, salarios, acceso a la vivienda… Los aprendizajes representan un pequeño o gran ascensor social. Quien ha estudiado, aunque no pueda vivir de lo aprendido, tiene mayores posibilidades de encontrar trabajos más agradables y menos marginales.

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Cada día que pasa va menguando el prejuicio que tenían algunas familias gitanas: les daba miedo que estudiar apayara a sus hijos o hijas, les hiciera perder aspectos importantes de su cultura. A pesar de que la escuela, en general, no tiene suficientemente en cuenta las diferencias culturales y se deja dominar por la cultura mayoritaria, la paya, cada vez hay más gitanos y gitanas que llegan a la universidad y aprueban una licenciatura o consiguen un doctorado. Es cierto que el abandono escolar duplica al de la población general, sobre todo desde la pandemia, pero puede disminuir, a pesar del poco interés de todas las administraciones en evitarlo.

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Es necesario que al finalizar los estudios obligatorios todos y todas sean competentes pero no competitivos. Para tener éxito en la vida, para ser buenas personas, es importante saber colaborar; competir puede llevar a aplastar a otros para conseguir objetivos individuales. Existen diferentes metodologías, todas pueden ayudar a aprender mientras sean inclusivas y tengan en cuenta las necesidades de todo el alumnado. Es necesaria una auténtica inclusión, sin agrupamientos diferenciados. No es bueno organizar la escuela en grupos homogéneos según el nivel de aprendizajes (no están permitidos, si se aplicara la normativa). La heterogeneidad es enriquecedora y representativa de la convivencia fuera de la escuela. La peor desigualdad es tratar igual a personas distintas, igualdad no es sinónimo de equidad. Hay que tratar a cada cual de forma adecuada a sus necesidades. Atención a los deberes escolares; si no se planifican muy bien, pueden aumentar las desigualdades y bajar la autoestima de las criaturas que constatan que sus padres no pueden ayudarlas como a otros compañeros del aula. Las actividades extraescolares también deben ser absolutamente inclusivas. Habrá que programarlas para que nadie quede excluido por motivos económicos, culturales o de capacidades funcionales. La educación es algo más amplio que el sistema escolar: actividades de ocio, deportes, bibliotecas, centros cívicos… educan al mismo nivel que las escuelas. Son otros espacios en los que evitar las exclusiones para conseguir la máxima equidad educativa.

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Hemos recogido un conjunto de ideas y recomendaciones que nos llevarán a avanzar hacia la igualdad de oportunidades. Todas las personas no comienzan la carrera hacia el futuro desde la misma línea. Hay quien la empieza unos cuantos kilómetros antes y otros que, de entrada, ya salen con desventaja. La escolaridad obligatoria debe cumplir su primer objetivo: que todo el mundo alcance las competencias y saberes suficientes para avanzar en su vida, para llegar allí donde quiera y pueda. Que los condicionamientos socioeconómicos y/o culturales no marquen su futuro.

[Adaptación de un artículo publicado en catalán en Perspectiva, n.º 421, septiembre de 2023]

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10 /

2023

Señores políticos:

impedir una guerra

sale más barato

que pagarla.

Gloria Fuertes
Poema «Economía»

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