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Asier Arias

De conquistas, privilegios y responsabilidades

Siempre he creído que las mayorías sociales juzgan el funcionamiento de nuestro sistema socioeconómico con mayor precisión que las élites que sufrimos y, desde luego, con mayor precisión que el marco doctrinal en cuyo seno han de formar su juicio. No me saqué de la chistera esa convicción, ni tuve que acudir a márgenes demasiado exóticos para forjarla: baste con citar el nombre de Benjamin Page.[1]

También creí durante bastante tiempo que la comprensión popular de la crisis ecosocial tenía más profundidad, en lo moral y lo material, que la retórica verde de las relaciones públicas. Por desgracia, esta creencia se me hace cada día más pequeña. Un solo ejemplo: hace un par de meses sabíamos por una encuesta que, si bien los alemanes están muy preocupados con todo esto del medioambiente, de cada diez, sólo 4 están dispuestos a volar menos, menos de 3 a cambiar su dieta y sólo 1 a renunciar a su coche. Es difícil transmitirle al Sur, a las generaciones futuras y a la trama de la vida el mensaje que las amplias mayorías occidentales tenemos para todos ellos.

Queremos seguir estirando la cuerda, y la ley de Hooke, como todo, tiene un límite (éste se llama límite elástico, por cierto, y queda por debajo de la tensión de rotura, que parece ser a lo que aspiramos). Queremos prolongar hábitos que pronto dejarán de ser una opción —si alguien da con una dieta sostenible para 50 millones de españoles (o para 8.000 millones de terrícolas) que incorpore una proporción apreciable de proteína animal, que no se la guarde y nos explique los pormenores (cf. Arias, 2020: 120 et seqq.); lo mismo vale para el coche y para el avión.

No vamos a salir del embolado en el que estamos metidos con la mera agregación de conductas individuales intachables. Sólo el compromiso político y el trabajo en lo común pueden sernos de ayuda, pero es cada día más difícil concebir ese compromiso y ese trabajo desvinculados de una sana conciencia de la responsabilidad que arraiga en las consecuencias de nuestras conductas individuales —una sana conciencia, en otras palabras, de nuestro mensaje para el Sur, las generaciones futuras y la trama de la vida: podemos enviárselo, como hasta ahora, extendiendo el dedo corazón, o tendiéndoles la mano.

La carne, el avión, el coche: no son conquistas de la clase trabajadora, sino elementos de unos «modos de vida imperiales»[2] que se alzan sobre montañas de cadáveres extendidas en todas las direcciones del tiempo, el espacio y el árbol filogenético.[3] Por lo que a los tiempos de la historia y los espacios geográficos se refiere, es imposible exagerar la magnitud de la deuda que tenemos contraída con el Sur. Debemos agradecer al cretinismo moral y la indigencia histórica de nuestra cultura de masas la completa indiferencia de nuestras sociedades hacia aquella magnitud. Cualquiera con la menor noción de la historia de nuestras relaciones materiales con el Sur se perdería en su asombro ante el discurso oficial y las políticas migratorias europeas.[4] Von der Leyen y Meloni paseando por Lampedusa el gesto serio de la víctima (Ramos, 2023) expuesta a una grave amenaza ofrecen la respuesta obvia a la pregunta acerca de qué podría añadir la extrema derecha a esas políticas y ese discurso: nada esencialmente nuevo.[5]

Es un nudo complicado el que entrelaza las penurias y privilegios de la clase trabajadora occidental. Mientras en las salas de juntas corporativas se celebran récords de beneficios, dividendos y bonificaciones, los trabajadores hacen frente como pueden a una caída de los salarios reales paralela a la pasmosa rapacidad inmobiliaria.[6] No es momento, en fin, de abandonar la lucha por la dignidad material de la vida de los trabajadores occidentales. Es momento de replantear esa noción de dignidad, y cabe de hecho argumentar que ésta es la tarea prioritaria que enfrentan hoy los movimientos emancipatorios, en cuyo núcleo debiera seguir ubicándose el obrero.[7] Es momento para ese replanteamiento porque, para las economías del Norte —que han dilapidado en un parpadeo geológico los recursos de stock del planeta, saturando sus sumideros—, la cuestión no es hoy «una cuestión del 1% frente al 99%, sino más bien (a escala mundial) de 1/5 frente a 4/5 o quizá 1/4 frente a 3/4. Pero resulta que en esa cuarta o quinta parte de los de arriba nos hallamos incluidos casi toda la población española y europea». Así, por ejemplo, «el volumen de emisiones individual medio compatible globalmente con el objetivo de 1,5 °C (…) está en 1,1 toneladas de equivalente de CO₂/persona/año hasta 2050, [de forma que] también la mitad de nuestra población con menos ingresos cuadruplica el objetivo en emisiones, y el promedio general lo septuplica» (Almazán & Riechmann, 2023).[8]

Conquistamos nuestro modo de vida en el mismo sentido en que se conquistó el Oeste. «Genocidio» sería una palabra más adecuada, y sólo después de asimilarlo estaremos en condiciones de asumir las responsabilidades correspondientes. Caben vidas saludables y gratificantes fuera de los «modos de vida imperiales», pero resulta imposible ver sus contornos desde la profundidad a la que nos hallamos sumergidos en la ideología del capital.

Referencias

Almazán, A. & Riechmann, J. (2023) “Desafíos poliéticos de las transiciones energéticas”, Arbor, 199(807): a689.

Álvarez Cantalapiedra, S. (2023) «Un modo de vida que amenaza la vida buena», Ctxt, 21 de septiembre.

Arias, A. (2020) La batalla por las ideas tras la pandemia: Crítica del liberalismo verde. Madrid: Catarata.

Ceballos, G. & Ehrlich, P. R. (2023) “Mutilation of the tree of life via mass extinction of animal genera”, PNAS, 120(39), e2306987120.

Chomsky, N. (1991) Media Control: The Spectacular Achievements of Propaganda. New York: Seven Stories, 2002.

Loffredo, J. (2023) «US Africa Leaders Summit promises more exploitation for Africa, record profits for US mining firms», The Grayzone, 23 de enero.

Nguyen, Q. & Spilker, G. (2019) “The elephant in the negotiation room: PTAs through the eyes of citizens”, en M. Elsig, M. Hahn, & G. Spilker (Eds.), The Shifting Landscape of Global Trade Governance: World Trade Forum, Cambridge: Cambridge University Press, pp. 17-47.

Pisarello, G. (2023) «Benjamin y Allende: el relámpago que aún ilumina», Ctxt, 26 de septiembre.

Ramos, M. (2023) «Europa como víctima», Público, 27 de septiembre.

Rubio, J. (2023) «Madrid, base de operaciones de un mercado inmobiliario opuesto al derecho a la vivienda», Ctxt, 22 de septiembre.

Sampedro, J. (2023) «El origen de ‘La pantera rosa’», El País, 28 de septiembre.

Notas

  1. A nuestro lado del Atlántico, el estudio académico de las actitudes públicas se llama «euroesceptología»: una ciencia pura un tanto aburrida con una rama aplicada un poco más animada en la que nuestro comisariado cultural diseña estrategias comunicativas para nuestros eurócratas. Surgen en esa rama aplicada preguntas del tipo: «¿cómo ‘construir el apoyo público’ a los Tratados de Libre Comercio?» (Nguyen & Spilker, 2019: 39). ¿Son conscientes nuestros comisarios de estar aplicando –y, de hecho, citando literalmente– la concepción de la democracia de Walter Lippmann, Edward Bernays o Harold Lasswell? (cf., v. g., Chomsky, 1991: 11 et seqq.).
  2. Santiago Álvarez Cantalapiedra nos presentaba estos días un importante informe sobre modos de vida (Álvarez Cantalapiedra, 2023).
  3. No diré nada aquí acerca de nuestra poda de ese árbol, nuestra sexta extinción masiva (esas cursivas significan «del Norte, a él imputable»). Sobra indicar que la veríamos con mayor claridad moral si abandonáramos al enfocarla el habitual prisma antropocéntrico. Sin pedir a nadie ejercicios tan complicados, Paul Ehrlich y Gerardo Ceballos nos recordaban hace unos días, en su último trabajo al respecto, que «mutilar el árbol de la vida» equivale a «destruir las condiciones que hacen posible la vida humana». «Hay una especie que debería saber que no puede esperar millones de años para que se restauren sus sistemas de soporte vital después de una extinción masiva. Irónicamente, la escala de las actividades de esa especie es la única causa del actual holocausto biológico» (Ceballos & Ehrlich, 2023).
  4. Lo apuntado seguiría siendo válido en un mundo posible en el que estuvieran respetándose escrupulosamente los tratados y los derechos humanos de migrantes y refugiados –ahora sabemos que debe incluirse siempre el matiz cromático, porque cien negros huyendo de la onda expansiva de nuestros privilegios son una «crisis migratoria»; tres millones de blancos, «solidaridad».
  5. Con un volumen demográfico en descenso (medio millón menos en dos años) y una acusada tendencia al envejecimiento de la población (la edad media ha aumentado seis años en dos décadas), la Unión Europea apuesta por una securitización absurda del discurso, por la militarización de las fronteras y la subcontratación de la gestión de la muerte y la violencia a nuestros vecinos del otro lado del Mediterráneo. Mientras, se redoblan los planes del extractivismo neocolonial que sigue sometiendo a «una subclase global» a «un trabajo agotador en condiciones infrahumanas» en las minas (Loffredo, 2023). Hablando de la minería de diamantes, decía Javier Sampedro en su última columna de este mes que «el mercado del lujo es voraz e insensible al sufrimiento ajeno» (Sampedro, 2023): exactamente lo mismo debe decirse de la minería en general y de su mercado global, en el que los consumidores occidentales ocupamos la peor de las posiciones morales.
  6. Una mirada reciente –lúcida y concisa– a esa rapacidad en Rubio (2023).
  7. Una centralidad excéntrica, digamos. No deberían establecerse jerarquías entre las luchas, sino más bien vínculos. En uno de los valiosos textos de y sobre Allende que ctxt publicara con motivo del cincuenta aniversario del golpe de Estado contra el gobierno de Unidad Popular, Gerardo Pisarello anotaba que el socialismo sólo puede conjugarse hoy como «un ecosocialismo capaz de integrar de manera coherente las reivindicaciones de los feminismos, del antirracismo y del anticolonialismo», y continuaba: «la dificultad para acometer esta tarea, que existía ya en tiempos de Allende pero que se ha exacerbado en estas décadas, es que el propio sujeto, los propios movimientos populares que deberían asumir los principios socialistas y anticapitalistas de nuestro tiempo, están atravesados por la propaganda machacona de los mitos neoliberales y, a menudo, por sus derivadas patriarcales o xenófobas. En 1983, el filósofo marxista Manuel Sacristán, describía de manera dramática y a la vez muy precisa esta situación: ‘Un sujeto que no sea ni opresor de la mujer, ni violento culturalmente, ni destructor de la naturaleza, no nos engañemos, es un individuo que tiene que haber sufrido un cambio importante. Si les parece para llamarles la atención, aunque sea un poco provocador, tiene que ser un individuo que haya experimentado lo que en las tradiciones religiosas se llamaba una conversión’. De ahí que un proyecto socialista como el que pretendía Allende deba asumir junto a ciertas tareas clásicas –desarmar financiera, comunicativa y militarmente a la ultraderecha– otras nuevas: la de reconectar con un ‘pueblo fragmentado’, ora apático, ora rabioso, ora pendiente de sus redes sociales, que se ha alejado de la política o que expresa su malestar valiéndose de las provocaciones reaccionarias de los de arriba» (Pisarello, 2023).
  8. Nunca es mal momento para ilustrar el significado de la palabra «descarbonización» en su uso estándar: venimos presenciando en los últimos meses –al igual que en los anteriores y los anteriores– récords simultáneos de inversión en «renovables», de emisiones de CO2 y de consumo de energía fósil. El arraigo ideológico del proyecto de «descarbonizar» nuestras economías por la vía del ejercicio lampedusiano de sustitución de combustibles fósiles por electricidad verde es uno de los principales impedimentos para la descarbonización de nuestras economías.

 

29 /

9 /

2023

Señores políticos:

impedir una guerra

sale más barato

que pagarla.

Gloria Fuertes
Poema «Economía»

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