La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Xavier Casals
La extrema derecha europea: una trayectoria ascendente
Intentar efectuar un balance sobre la evolución de la ultraderecha en Europa a lo largo de un año es complejo, en la medida que el objeto de estudio es una realidad continental harto diversa y el período de análisis se ciñe a un límite azaroso. Sin embargo, consideramos importante resaltar cinco fenómenos acaecidos a lo largo del 2011 que sugieren que este espectro político ha superado una etapa de “normalización”. Así, éste se expande por el conjunto del espectro de la derecha y muestra los riesgos que su ultranacionalismo crítico con poderes supraestatales entraña para la estabilidad de la Unión Europea (UE).
El primero de los fenómenos aludidos ha sido el espectacular ascenso electoral de Perussuomalaiset (PeruS, Finlandeses Auténticos o Finlandeses de a pie, según la traducción), que en abril puso en la cuerda floja el rescate económico de Portugal por parte de la UE. Ese mismo mes surgió otro problema no menor para la UE en Hungría, con la sinuosa deriva nacionalista y populista del ejecutivo inicialmente liberal presidido por Víktor Orban y su formación, Fidesz (acrónimo de Fiatal Demokraták Szövetsége-Magyar Polgári Szövetség [Fidesz-MPs, Alianza de Jóvenes Demócratas-Unión Cívica Húngara]) [1]. El Parlamento magiar, en el que Orban cuenta con una mayoría abrumadora, aprobó una Carta Magna —que ha entrado en vigor en enero del 2012— que ha levantado una polémica por su carácter retrógrado, a la par que su política ha adquirido un giro irredentista y restrictivo en términos de libertades y ha cobrado autonomía de la europea en el plano económico. Todo ello ha derivado en un conflicto entre el gobierno de Hungría y la UE.
El segundo fenómeno ha sido la exitosa sucesión en el liderazgo del Front National (FN, Frente Nacional) francés, pues su patriarca y fundador Jean-Marie Le Pen ha sido substituido por su hija Marine sin crisis internas, renovando la imagen del partido y confiriéndole un atractivo que lo ha hecho despuntar en las encuestas.
El tercero ha sido la participación en el gobierno heleno de coalición de la formación Laikós Orthódoxos Synagermos (LAOS, Alerta Popular Ortodoxa), hecho indicativo de que —pese al abrupto fin del gobierno de coalición italiano del que formaba parte la Lega Nord (LN, Liga Norte)— la ultraderecha continúa siendo un actor político gubernamental en Europa.
El cuarto lo ha manifestado la lenta eclosión en España de opciones de extrema derecha en los comicios locales, notablemente en Cataluña, con la Plataforma per Catalunya (PxC, Plataforma por Cataluña), y —en menor grado— en la Comunidad Valenciana, con España 2000 (Esp2000).
El quinto y último lo han constituido sendas masacres: un crimen múltiple perpetrado en Oslo y Utoya (Noruega) en julio y el asesinato de dos senegaleses en Florencia (Italia) por ultraderechistas perturbados. Tales matanzas indicarían eventualmente que el eco social creciente del ideario de extrema derecha podría suscitar en su lunatic fringe atentados indiscriminados.
Desde nuestra óptica, estos fenómenos —que analizamos a continuación— mostraron una evolución de este espectro político al alza en Europa, en la medida que plasman su consolidación y capacidad de crecimiento en contextos dispares, así como su capacidad de desestabilizar la agenda política y económica de la UE. Todo ello ratifica el reciente diagnóstico del politólogo Piero Ignazi sobre este sector político: “Hoy, al fin del primer decenio del nuevo siglo, la extrema derecha conoce una nueva progresión debida a su reciente aggiornamento”. Aludía a su proceso de renovación, especialmente al hecho de que la islamofobia le ha permitido reinventarse al combinar la defensa de las raíces cristianas de Occidente con la de los derechos de las mujeres o de los homosexuales supuestamente amenazados por el Islam. Ello le ha permitido instrumentalizar “temas propios de la tradición liberal y del liberalismo cultural” (P. Ignazi, 2011: 59 y 70).
1. Europa en cuestión: Finlandia y Hungría
El ascenso electoral de Finlandeses Auténticos bajo el liderazgo de Timo Soini en abril del 2011 conmocionó Europa. Con el 19% de los votos y 39 escaños en el Parlamento, el partido devino tercera formación del país, casi empatada tanto con los socialdemócratas (19,1% de los sufragios) como con la coalición conservadora ganadora (20,4%). La oposición de PeruS a que el país participara en el rescate económico de Portugal le facilitó sus buenos resultados (en los comicios legislativos del 2007 obtuvo tan solo un 4% de los votos, aunque en los europeos del 2009 ya superó el 9%).
«Las políticas de rescate han fracasado. La Unión Europea está en estado de coma y ya es tiempo de que en Bruselas comiencen a pensar cómo hacer mejor las cosas», manifestó Soini. Desde tal perspectiva, se proclamó contrario al rescate luso en estos términos: «¿Por qué nuestro dinero tiene que ir a destinos inciertos? No podemos renunciar a nuestro dinero. Si la vaca es finlandesa tenemos que ordeñarla en Finlandia y no enviar su leche al extranjero» [2]. No obstante, su oposición no impidió que el parlamento finés aprobase en mayo la participación en el préstamo a Portugal, aunque con condiciones.
El mismo mes de abril, la aprobación por las Cortes húngaras de una nueva Constitución constituyó otro serio aldabonazo de la fragilidad de la UE. En los comicios celebrados un año antes, en el 2010, Víktor Orban y el Fidesz-MPs alcanzaron una sólida mayoría absoluta (un 52,7% de los votos que se tradujo en dos tercios de los miembros del parlamento), a la par que emergió un grupo de presión a su derecha: el extremista Jobbik (en realidad Jobbik Magyarországért Mozgalom, Movimiento para una Hungría Mejor) devino tercera fuerza del país con el 16,7% de los votos.
Respaldado con el magno apoyo del Fidesz-MPs, Orban acuñó la citada Carta Magna, que plasma un ideario nacionalista y retrógrado (apela a la bendición divina) y otorga amplios poderes al Ejecutivo. Así, por ejemplo, se requiere dos tercios del Parlamento para cambiar o anular leyes orgánicas y el Tribunal Constitucional no puede incidir en temas presupuestarios hasta que la deuda pública sea menor al 50% del PIB (ahora es de un 80%).
Igualmente, Orban ha apostado por el diseño ultranacionalista de la llamada “Gran Hungría” al considerar ciudadanos del país a los miembros de las minorías magiares de sus pretendidas fronteras. Ello refleja su progresiva asimilación a la ultraderecha de la Europa del este y central, en la medida que manifiesta un afán de revisar las fronteras, una cuestión ajena a la agenda política de la extrema derecha del oeste (M. Minkenberg, 2011: 37-38).
Al concluir este texto, la política de Orban choca con las directrices comunitarias debido a la pérdida de independencia del Banco central magiar, del poder judicial (al adelantar la edad de jubilación de los magistrados de 70 a los 62 años) y de la agencia que controla la protección de datos [3]. Ante esta situación, si la UE no alcanza un acuerdo con el mandatario húngaro se hallará en la disyuntiva de denunciar a Budapest ante el Tribunal Europeo de Justicia o penalizar al Ejecutivo amparándose en el artículo 2 del Tratado de la UE (que declara que ésta “se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos”) y el 7 (que afirma que ante “un riesgo claro de violación grave” de esos valores se pueden imponer sanciones y suspender derechos).
2. Francia: Le Pen sucede a Le Pen
El ascenso en el firmamento político francés de Marine Le Pen (nacida en 1968) ha constituido otra de las novedades del 2011. Su acceso a la jefatura del Front National en enero de ese año demostró que las formaciones de ultraderecha no solo pueden sobrevivir a la desaparición de la escena de sus líderes-fundadores, sino que pueden renovarse y hasta ser incluso más atractivas para el electorado. El lepenismo lo ha constatado.
Recordemos que la dilatada trayectoria de este partido —fue constituido en octubre de 1972— ha sido inseparable de la de su líder inicial, Jean-Marie Le Pen (nacido en 1928), un routier de la ultraderecha (C. Bresson y C. Lionet, 1994) que le ha conferido un perfil de partido “antisistema”, que la política de coaliciones (los llamados “cordones sanitarios” o “frentes republicanos”) por la que ha optado el resto de formaciones para aislarla, ha acentuado. En 1999, esta situación originó una crisis interna de la formación, cuando Bruno Mégret intentó darle un giro y orientarla a acuerdos con la derecha mayoritaria (A. Laurent y P. Perrineau, 1999). Se generó entonces el Mouvement National Républicain (MNR, Movimiento Nacional Republicano), liderado por el primero, de nulo impacto electoral.
La campaña para la sucesión de Jean-Marie Le Pen se inició oficialmente en septiembre del 2010 y en ella pugnaron su hija Marine —vicepresidenta del partido desde su congreso de noviembre del 2007— con el eurodiputado y también vicepresidente Bruno Gollnisch (nacido en 1950) y se saldó en enero de 2011 con la victoria de la primera. Lejos de ser la mera escenificación de una sucesión “clánica”, se produjo en el partido un amplio debate interno (J.-Y. Camus, 2011: 98-99). En él, la hija de Le Pen y Gollnisch encarnaban realidades distintas, generacionales e ideológicas: el segundo encarnó al núcleo más “duro” del partido frente a la flexibilidad de la primera, que se alzó con la presidencia del FN con un 67,3% de votos de los delegados al congreso.
Si bien el patriarca continúa siendo presidente de honor y eurodiputado, su hija es el nuevo rostro frentista, fogueada desde que en el 2002 fuera nombrada su portavoz. Debe subrayarse que el inicio de su mandato ha coincidido con un reposicionamiento favorable del FN, pues sus resultados en las elecciones regionales de marzo del 2010 anunciaron el abandono de su marginalidad: obtuvo 2.223.800 votos en la primera vuelta, doblando sus pobres resultados de los comicios europeos de junio del 2009 (1.091.691 votos). Esta tendencia ha sido valorada como “el retorno del Frente Nacional” (P. Perrineau, 2011). Los buenos resultados en las elecciones cantonales de marzo del 2011 han parecido confirmar la tendencia: logró el 15% de los sufragios y disputó la segunda vuelta en 394 cantones, aunque sólo obtuvo dos consejeros regionales.
Superado este test con éxito, la nueva líder puede tener un apoyo imprevisible en las urnas en las elecciones presidenciales de abril del 2012: según un sondeo de Le Monde (12.01.2012), su intención de voto se sitúa en el 21,5% frente al 23,5% del presidente Nicolás Sarkozy y el 27% del socialista François Hollande, mientras un 31% de los franceses estaría de acuerdo con sus ideas. Ello empieza a proyectar la sombra en la política francesa de los comicios del 2002, cuando Jean-Marie Le Pen pasó a la segunda vuelta de las presidenciales.
En cualquier caso, el ascenso de Marine Le Pen en los sondeos se halla asociado a que ésta ha introducido cambios en el discurso del partido: “Intenta introducir un discurso exento de referencias sulfúreas a la Segunda Guerra Mundial y a sus dramas, jugando con las referencias al discurso republicano (laicismo, patriotismo) y reforzando el componente cultural y no étnico del discurso identitario (denuncia de la islamización, del bilingüismo)” (P. Perrineau, 2011:8).
3. Partidos de gobierno y de protesta con leves desgastes
La consolidación de la nueva extrema derecha se ha advertido asimismo en la versatilidad de sus formaciones, en la medida que éstas logran simultanear su carácter de partidos de gobierno con el de partidos de protesta. Ello ya no permite afirmar que su acceso al gobierno las penaliza duramente.
En general tal tesis fue valida hasta inicios de la década pasada, pues la corroboraron las escisiones de la LN en 1994 y del Freiheitliche Partei Österreichs (FPÖ, Partido de la Libertad de Austria) en el 2005, tras participar en los ejecutivos de sus países, así como el rápido declive de la Pim Fortuyn Lijst (LPF, Lista Pim Fortuyn) al formar parte del gobierno holandés en el 2002. Sin embargo, esta dinámica ha cambiado y la LN, en el segundo mandato de Silvio Berlusconi, ha actuado como partido de gobierno apoyando a este mandatario y de oposición al criticar a los otros socios en el Ejecutivo, la Alleanza Nazionale (AN, Alianza Nacional) y la Unione dei Democratici Cristiani e di Centri (UDC, Unión de los Demócratas Cristianos y de Centro) (D. Albertazzi y D. McDonnell, 2008: 25-43). Elllo ha permitido a la LN mantenerse con éxito en el Ejecutivo y solo ha sido desalojada del mismo al dimitir Berlusconi en noviembre del 2011.
Igualmente, la Union Démocratique du Centre/ Schweizerische Volkspartei (UDC/SVP, Unión Democrática de Centro/ Partido Popular de Suiza) ha escenificado su carácter de partido de protesta promoviendo plebiscitos contra la política del gobierno federal de la que es también corresponsable (D. Skenderovic, 2007: 462). De este modo, su penalización electoral ha resultado limitada: en los comicios celebrados en octubre sufrió un retroceso del 3,6% de los votos por primera vez en 20 años. Éste obedeció al ascenso de su escisión Bürgerlich-Demokratische Partei Schweiz (PBD, Partido Burgués Democrático de Suiza) y a un voto de castigo a los partidos tradicionales [4]. Sin embargo, la UDC/SVP sigue siendo la principal formación del país con un 25,3% de sufragios.
Este escaso desgaste electoral de la ultraderecha también se apreció en el Dansk Folkeparti (DF, Partido Popular de Dinamarca), que en las elecciones legislativas celebradas en septiembre pasó del 13,9 % al 12,3% de los votos, de modo que la masacre de Utoya cometida en julio en la cercana Noruega tuvo un limitado impacto electoral en la aceptación de su discurso.
Finalmente, la participación de LAOS —el partido liderado por el periodista y exdiputado de Nueva Democracia, Georgios Karatzaferis— en el gobierno heleno de coalición constituido en noviembre del 2011, junto a socialistas y al centroderecha, ha testimoniado igualmente la flexibilidad de estas formaciones para constituir coaliciones de gobierno pese a su fuerte atrincheramiento como oposición.
De esta forma, LAOS —que obtuvo en el 5,6% de los sufragios en las elecciones legislativas de 2009 y 15 escaños— ahora gestiona la cartera de Infraestructuras, Transporte y Redes. Karatzaferis ha modulado un discurso que “intenta combinar el radicalismo ideológico con la moderación política”. Ataca de ese modo a la conservadora Nueva Democracia (ND) y se arroga la representación “del partido de la derecha” (se considera la “verdadera derecha”), mientras dirige duras andanadas a los bancos, al “laxismo del capital”, a Turquía y al bipartidismo “corrupto” de ND y el Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK). Pero su táctica política se caracteriza por la flexibilidad a la que hemos aludido: en las elecciones locales y regionales del 2010 el partido sostuvo a candidatos de Nueva Democracia, e incluso socialistas, basándose en el único criterio de su “integridad moral y política”. El resultado es que lejos de ser una formación antisistémica, LAOS conforma “una extrema derecha inteligente, realista y política” y que practica “el entrismo en el campo de la derecha” (A. Pantazopoulos, 2011: 26-27). Dado su pragmatismo, pues, puede tener un largo recorrido como partido de protesta y de gobierno.
4. España: ¿una ultraderecha similar a la alemana?
En España los comicios legislativos celebrados en noviembre del 2011 mostraron la debilidad de su fragmentada ultraderecha, cuyos epicentros son Cataluña y la Comunidad Valenciana. De este modo, la Plataforma per Catalunya (PxC, Plataforma por Cataluña), liderada por Josep Anglada, en los comicios autonómicos de noviembre del 2010 experimentó un ciclo ascendente al obtener 75.134 sufragios (un 2,4% del total) que continuó en las elecciones locales de mayo del 2011. Entonces pasó de los 12.447 votos (0,4%) y 17 ediles obtenidos en el 2003 a 65.905 votos (2,3%) y 67 ediles, expandiéndose por el conjunto del territorio catalán, penetrando en el cinturón metropolitano barcelonés y obteniendo representación en L’Hospitalet de Llobregat (segunda ciudad de Cataluña). Aunque sus resultados fueron menores en estas elecciones locales que en las autonómicas, debe tenerse en cuenta que la PxC solo concurrió a 104 municipios de los 947 existentes. Por tanto, parece plausible concluir que de haber concurrido en todos habría obtenido resultados superiores.
De hecho, la PxC “no sólo tuvo una mayor capacidad organizativa para presentar candidaturas sino que incrementó su efectividad a la hora de conseguir resultados. Así, si en 2007 obtuvo representación en el 23% de los municipios en que presentó una candidatura, en el 2011 esta cifra se incrementó hasta el 40%. Igualmente, pasó de obtener más de un 5% de los votos en el 28% de los municipios con candidatura a hacerlo en el 52%. Asimismo, en el 70% de los municipios en que presentó candidatura mejoró el porcentaje de voto conseguido en las elecciones autonómicas celebradas seis meses antes” (A. Hernández Carr, 2011: 26). Debe señalarse, además, que en los comicios autonómicos y locales el Partido Popular (PP) endureció su discurso sobre la inmigración, notablemente en Badalona (tercera ciudad catalana), donde logró hacerse con la alcaldía (X. Rius Sant, 2011: 113-117, 203-215).
Sin embargo, el ciclo electoral alcista inaugurado por los comicios autonómicos del 2010, que se mantuvo en los locales del 2011, declinó en los legislativos del mismo año, pues obtuvo entonces 59.297 votos (1,7%). Ello es muy visible en la ciudad de Vic (Barcelona), su principal bastión y donde Anglada es edil: si en los comicios locales de mayo alcanzó el 19,9% de los votos, en los legislativos de noviembre su apoyo cayó al 2,6%. Esta mengua de votos plantea una cuestión de difícil respuesta: ¿La PxC ha iniciado un declive o se enfrenta a dificultades para fidelizar a su electorado en unas elecciones generales?
Paralelamente, en la Comunidad Valenciana parece haber tenido lugar un fenómeno similar, pero de entidad menor protagonizado por España 2000 (Esp2000), que lidera José Luis Roberto. Si esta formación obtuvo 3.792 votos en los comicios locales del 2007 (0,2%) y 2 ediles en esta Comunidad, en los del 2011 cosechó 8.066 votos (0,3%) y 4 ediles, así como otro en Alcalá de Henares (Madrid). Al igual que la PxC, pareció conocer un ciclo electoral alcista: obtuvo 12.191 votos (0,5%) en los comicios autonómicos valencianos celebrados la misma jornada que los locales y en los legislativos de noviembre cosechó 9.256 votos (0,3%). Sin embargo, como en esta ocasión no concurrió en la provincia de Alicante, parece probable que de haberlo hecho hubiera alcanzado resultados similares a los anteriores.
En cualquier caso, al final del ciclo electoral 2010-2011 la situación de la ultraderecha española parece similar a la de la alemana, en la medida que conforma un espectro político fragmentado territorialmente, periférico, ausente del Parlamento estatal y con alianzas complejas entre sus partidos (X. Casals 2011: 87-90).
5. Utoya y Florencia, la lunatic fringe criminal
En el marco descrito de expansión de la ultraderecha y de “normalización” de su discurso —en la medida que sus partidos se consolidan e institucionalizan—, en el año 2011 se han producido dos atentados terroristas cometidos por extremistas perturbados de su lunatic fringe. Uno tuvo lugar el 22 de julio en Noruega y conformó una tragedia de grandes dimensiones, cuando Anders Behring Breivik hizo estallar un explosivo en el centro de Oslo y protagonizó un tiroteo contra jóvenes socialdemócratas concentrados en la isla de Utoya, dejando un saldo de 96 víctimas mortales. El segundo fue obra de Gianluca Casseri, que abatió a tiros a dos senegaleses en un mercado de Florencia (Italia) el 13 de diciembre y a continuación se suicidó.
Ambos eran militantes de extrema derecha. Behring, tras haber sido miembro desde el 1999 hasta el 2004 del Fremmskrittspartiet (FrP, Partido del Progreso), radicalizó su ideario. Lo plasmó en internet, especialmente en el texto de 1.500 páginas 2083: una declaración de independencia de Europa. En él describe a su sociedad como infiltrada por marxistas y amenazada por el islam, afirmando que en el 2002 se unió a un colectivo de supuestos neotemplarios para combatir la «élite cultural marxista». Su historia ofreció notables concomitancias con la del estadounidense Tymothy McVeigh, que causó 185 muertes al atentar contra un edificio del Gobierno Federal en Oklahoma en 1995. Este actuó igualmente bajo una visión complotista plasmada en la novela Los diarios de Turner (1978), del exneonazi William L. Pierce, que describía la lucha armada de un ente, «la Organización», para impedir la decadencia del país. McVeigh —como Behring— empleó fertilizante para su explosivo. Por su parte, Casseri frecuentaba la entidad ultraderechista Casa Pound y se ha señalado que —al igual que Breivik— tejió fantasías conspirativas, si bien mediante sendas novelas: Los protocolos de los sabios de Alejandría. Umberto Eco en el mundo ficticio de los Sabios de Sión (2011) y La llave del caos (2010) [5].
¿Se trata de casos aislados y ajenos a la dinámica política de la ultraderecha parlamentaria? Obviamente, la acción de unos aparentes dementes como Breivik y Casseri no puede atribuirse a partidos legales ni puede defenderse tal supuesto. Lo que sí parecen traslucir sus actuaciones es que esta lunatic fringe refleja en cierto modo las derivas centrales de sus respectivas sociedades, como recalcó en 1991 la historiadora francesa Anne-Marie Duranton-Crabol: “En democracia, la presencia de grupos extremistas forma parte del orden de las cosas: […] hacer una lectura «diabolizadora» de la ultraderecha […] impide analizar su éxito eventual o prever su fracaso. Solo un buen conocimiento permitirá apreciar informaciones como el resultado electoral, la agresión racista, el atentado terrorista o la manifestación violenta en un estadio: situado en su contexto, el acontecimiento será mejor comprendido, en la medida que —a pesar de sus obsesiones y su existencia en un ámbito cerrado— la extrema derecha refleja a su manera el estado del mundo en el que se mueve”.
De hecho, así lo indicarían otros crímenes de signo ultraderechista precedentes. Nos referimos a los que realizó el perturbado sueco Wolfgang Alexander Zaugg, quien entre agosto de 1991 y junio de 1992, se lanzó a “cazar inmigrantes” y fue conocido como “el asesino del láser”, al utilizar un puntero láser para señalar a sus víctimas al dispararles (G. Tamas, 2010). Asimismo, en Alemania trascendió información en noviembre del 2011 sobre la existencia de una red criminal neonazi, la Nationalsozialistischer Untergrund (NSU, Clandestinidad Nacionalsocialista), que conmocionó al país y generó una amplia polémica en torno a la eficacia de los cuerpos de seguridad: se ha atribuido al colectivo “el asesinato de ocho pequeños empresarios turcos, uno griego y una policía alemana entre los años 2000 y 2007, dos atentados explosivos de carácter xenófobo que dejaron 23 heridos en Colonia en 2001 y 2004, y una serie de asaltos a bancos con miras a financiar sus operaciones” [6].
Una progresión ascendente
La extrema derecha, en definitiva, a lo largo del 2011 ha manifestado una progresión en términos generales. Por una parte, ha demostrado su poder para debilitar las políticas de la UE, bien sea desde el gobierno (Hungría), bien sea desde la oposición (Finlandia). Por otra parte, sus partidos tienden a irrumpir en el conjunto de los países europeos (aunque con procesos muy diversos, como refleja el caso español), muestran escasos retrocesos electorales y una elevada capacidad de institucionalización. De este modo, en Francia —segunda potencia de la UE—, el FN parece estar en disposición de cosechar estimables resultados en las elecciones presidenciales. A la vez, la incorporación de LAOS al Ejecutivo heleno muestra la maleabilidad de estos partidos para actuar tanto desde la oposición como en el gobierno, adquiriendo una flexibilidad creciente. Finalmente, la masacre cometida en Utoya cierra un ciclo en relación al discurso islamófobo que empezó a expandirse desde los atentados de Nueva York del 11 de septiembre del 2001 (11-S) (P. Zúquete, 2008), en la medida que una década después se ha constatado que el terrorismo fanático puede ser bidireccional (o multidireccional) y que eventualmente el fanatismo ultraderechista y el fundamentalismo musulmán pueden retroalimentarse.
En última instancia, la expansión de la ultraderecha es inseparable del carácter populista que adopta la oposición a la globalización, su enemigo principal (C. Mudde, 2007: 185-197). De ello ha dado buena cuenta la interactuación de la crisis económica con la política institucional que experimentan numerosos países europeos, siendo Hungría el ejemplo más vistoso, en la medida que ha supuesto la deriva de su derecha liberal hacia otra de signo populista y rasgos autoritarios.
Referencias bibliográficas
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Notas
[1] Véase el completo análisis de V. Orbán y su formación en la biografía on-line del CIDOB (Barcelona, actualizada hasta junio del 2010) en: http://www.cidob.org/es/documentacio/biografias_lideres_politicos/europa/hungria/viktor_orban (consultada el 20.01.2011).
[2] “La ultraderecha finlandesa exige revisar los planes de rescate de la UE”, El País, 19.04.2011.
[3] “Budapest desafía a Bruselas aunque acepta algunos cambios en sus leyes”, El País, 16.01.2012; “La Constitución húngara, contra el Tratado de la UE”, El Periódico, 7.01.2012.
[4] “Golpe para los grandes partidos”, http://www.swissinfo.ch (24.10.2011). Consultado en: http://www.swissinfo.ch/spa/Especiales/Elecciones_legislativas_2011/Elecciones/Golpe_para_los_grandes_partidos.html?cid=31422274 (23.01.2012).
[5] “Huellas del terrorismo neonazi en Florencia llevan a Roma y Alemania”, Deutsche Welle (14.12.2011). Consultado en: http://www.dw-world.de/dw/article/0,,15602027,00.html
[6] “Macabros hallazgos sobre los neonazis de Zwickau”, Deutsche Welle, 15.01.2012. Consultado en: http://www.dw-world.de/dw/article/0,,15668229,00.html (22/01/2012).
[Xavier Casals es historiador y autor de numerosos estudios sobre los movimientos de extrema derecha en España y Europa. El presente texto ha sido publicado originalmente en S. Aguilar (ed.), Anuari del Conflicte Social 2011 (abril de 2012), pp. 389-401, ISSN: 2014-6760]
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