Skip to content

Antonio Antón

Sumar/Podemos: un acuerdo posible y necesario

El profesor Ignacio Sánchez-Cuenca, estrecho colaborador de Yolanda Díaz para la elaboración del programa de Sumar, ha publicado un artículo (‘Podemos sumar y sumamos poder’, en Ctxt, 26/03/2023), sobre las perspectivas de unidad entre Sumar y Podemos. Dada la importancia del tema, con ocasión de la presentación de su proyecto de país y su candidatura a la presidencia del Gobierno, y la relevancia sociológica e intelectual del autor, merece la pena contribuir a precisar esas condiciones para la unidad, con este breve comentario valorativo.

Comienza con un interesante diagnóstico, aunque con un sesgado marco interpretativo que no ayuda suficientemente a una interpretación ajustada y una solución unitaria entre Sumar y Podemos. Acierta en el análisis inicial sobre el declive electoral del espacio del cambio, aunque no profundiza en las causas, así como en la necesidad de una reflexión en profundidad, sin centrarse en los conflictos personales y de liderazgo, las diferencias ideológicas o las soluciones exclusivamente organizativas. El problema sería de línea o estrategia política.

Así, señala —de forma excesiva— la relativa incompatibilidad de ambos proyectos, solo que los define de forma interesada y los hace más excluyentes: ilusionante, renovador y de mayorías el primero, que embellece, que garantizaría la superación del declive político-electoral; e identitario, resistencialista y de minorías el segundo que casi aparece como un lastre conservador. La comparación la establece entre un Sumar, calificado con una ‘política útil’ y una ‘relación equilibrada’ con el PSOE, que se presenta como alternativa aunque acaba de nacer, y un Podemos, que se supone que defendería una ‘reivindicación identitaria’ o ideologizada y corporativa, reflejo de cierto pasado, en consecuencia sin credibilidad para el futuro del conjunto. La preferencia es evidente, cuando habría que extremar el rigor analítico y ser más objetivo con el papel de impulso transformador al servicio de la mayoría social que ha tenido y sigue teniendo Unidas Podemos, incluido en el campo sociolaboral.

Comparto con el autor la idea de que la pugna por la primacía dirigente y el equilibrio representativo entre las distintas tendencias y grupos de ese espacio estaría fundamentada en una distinción estratégica, no por meros procedimientos electivos o características ideológicas y personales, aunque sean aspectos significativos. Pero esa valoración del sentido político de ambas fuerzas políticas y la suma del conjunto del frente amplio necesita una reinterpretación para no ser unilateral.

Por tanto, la reflexión y el debate deben clarificar esa estrategia política diferenciada de la socialdemocracia en cada etapa desde que se inició con la formación de este espacio sociopolítico hace más de una década: la oposición al gobierno continuista de PSOE/Ciudadanos en 2016, causa política fundamental para la división en Podemos, ha sido decisiva, al igual que, en el sentido contrario la coincidencia posterior sobre de las alianzas, el apoyo a la moción de censura socialista de 2018 para desalojar al corrupto PP, o el actual acuerdo gubernamental de coalición.

Junto con el amplio proceso de protesta cívica anterior que configuró ese campo sociopolítico, la acción política e institucional de Unidas Podemos tenía una coherencia estratégica: un cambio real y sustantivo, una transformación profunda en los dos campos principales: el ámbito socioeconómico, laboral, feminista y de protección pública, y el ámbito de la democratización institucional, incluido el tema territorial y la recomposición de la representación política, superando el bipartidismo y alumbrando unas fuerzas del cambio con capacidad representativa, articuladora y de gestión institucional reformadora.

Esa dinámica transformadora, con amplia legitimidad popular, es la que ha sido respondida por toda la reacción conservadora y antidemocrática, aunque el impulso reformador no se ha agotado. Estamos a las puertas de su renovación y refuerzo (o debilitamiento) y la pugna política y estratégica refleja las tensiones en el campo progresista sobre su alcance, su orientación y su representación institucional.

Por supuesto, el balance de las fuerzas del cambio tiene sus claros oscuros, en particular sobre la configuración del llamado frente amplio, con la unidad de todo ese conglomerado, que es el tema de debate. Doy por supuesto que esa alianza global debe reactivarse, y que puede pervivir con varias tendencias y grupos políticos sobre dos aspectos clave de estrategia política: por un lado, el contenido de lo que es política útil (o inútil) en los procesos reformadores que fundamentan el espacio, con cierta diversidad sobre su dimensión más o menos moderada o transformadora para las condiciones sociales y democráticas de las mayorías sociales; por otro lado, sobre las alianzas, en particular sobre el grado de colaboración y diferenciación con el Partido Socialista, aparte de los acuerdos con las izquierdas plurinacionales. En todo caso, exige deliberación participativa, respeto a la pluralidad y gestión unitaria, cuestiones débiles en muchas trayectorias de las izquierdas.

Partimos de que ambos grupos políticos, Sumar y Podemos, al igual que el resto, admiten la necesidad de la coalición gubernamental e institucional progresista, una política más transformadora y democratizadora (y ecologista, feminista, sociolaboral y plurinacional) que la de la socialdemocracia y una conformación plural y democrática del frente amplio. Son aspectos comunes que identifican el amplio espacio sociopolítico, no solo impugnatorio sino de exigencia de cambio sustantivo y real que se viene construyendo, sobre todo, desde 2010 en la esfera cívica y política, cuyo ciclo no se ha cerrado.

En esta nueva fase, ese perfil transformador y democrático, convenientemente renovado, puede servir de amalgama para un proyecto compartido, en el que habría que regular la pluralidad y el equilibrio equitativo y proporcional entre sus componentes. Es cuando, para conformar la representación institucional y los liderazgos político-organizativos, es necesario revalorizar y consensuar la participación ciudadana, los procedimientos democráticos (primarias) y el talante dialogador y unitario y de respeto a la diversidad y las minorías de todo un campo sociopolítico complejo, con distintas tradiciones culturales y experiencias políticas, así como con diferentes intereses orgánicos a compatibilizar con el proyecto conjunto que debe ir asentándose.

Frente al relativo escepticismo unitario que rezuma el texto y en distintos ámbitos, ante la importancia de los retos venideros veremos si ambas élites políticas más relevantes, así como las del resto de grupos y personas independientes, dan (damos) la talla de una unidad integradora y plural para caminar conjuntamente en la transformación de la grave situación de la sociedad y avanzar en la democracia y la justicia social. Y el factor decisivo: conformar una representación político-institucional unitaria, capaz de condicionar el proceso político reformador y afianzar el cambio de progreso para la próxima legislatura con el conjunto de fuerzas progresistas.

La recomposición de las fuerzas del cambio

Tras el gran y excelente estudio demoscópico de 40dB de diciembre, que hasta ahora es el más completo, empiezan a salir encuestas, como esta de Simple Lógica para Diario.es (17/04/2023), con la doble opción de Podemos (6,3%) y Sumar (9,7%), en total 16%; con un 22,7% de abstención y voto blanco/nulo y un 18,6% de NS/NC, que están indecisos y pueden hacer variar el pronóstico final. Similar resultado ofrece las encuestas de cinco consultoras privadas (de derechas) que analiza Endika Núñez (InfoLibre, 16/04/2023) y cuya media es la siguiente: Podemos, 6,1% y Sumar 9,8% (total, 15,9%), con una proporción de 2 a 3; solo que aquí se explicitan los escaños: 9 para Podemos (que quedaría más penalizado por la ley electoral y estaría más interesado en una unidad equilibrada) y 24 para Sumar (a repartir entre ‘yolandistas’, IU, ECP y MP/Compromís…), total 33.

Las fuerzas del cambio —incluso por separado— con la presencia de Sumar obtienen un resultado solo algo superior al de noviembre de 2019 (15,3%) en porcentaje de voto, aunque algo inferior en escaños (38: 35 de UP + 3 de MP/Comp.). O sea, en caso de división, como se aventuraba en la encuesta de 40dB, la presencia de Sumar no facilita incrementar los escaños del conjunto del frente amplio, solo redistribuirlos de otra forma; el aumento de escaños se produce en caso de la unidad del conjunto con la coparticipación de todos y la dinámica unitaria generada. No obstante, la encuesta de 40dB incrementaba algo su porcentaje de voto y les daba 18,7% y 19,3%, respectivamente en caso de unión y de división, y hasta 57 escaños en caso de unión, tal como expliqué en el amplio ensayo La unidad del espacio del cambio.

En estos meses se reduciría algo la expectativa de diciembre sobre el ensanchamiento electoral; según otras encuestas, incluido el CIS, que todavía no desagrega los datos de cada componente de Sumar, el trasvase de electorado socialista de 2019 (y anterior de UP, en 2015/2016) pasaría de 800.000 a 400.000 votos. Así, según el CIS un 8,9% del electorado del PSOE, un total de unos 600.000 de sus electores de 2019 votarían a Sumar, mientras a Podemos irían un 1,8%, unos 120.000; no obstante, en sentido inverso, aunque no se sabe la procedencia de qué área de UP, habría un trasvase de un 13,5%, unos 320.000 hacia el PSOE; o sea, tendría un saldo desfavorable de 200.000, aunque combinado con el trasvase a Sumar quedaría un flujo de unos 400.000 a favor del frente amplio.

Por tanto, existe una volatilidad limitada interpretada por el PSOE con mayor tranquilidad ante la competencia de Sumar (y el intento de neutralizar la fuga por su derecha), que en todo caso conlleva la mayor garantía de la unidad y asentamiento de este espacio a su izquierda para formar el próximo gobierno de coalición progresista bajo prevalencia socialista.

La encuesta del CIS (20/04/2023), mucho más amplia que las privadas, confirma las grandes tendencias ya apuntadas hace casi seis meses en la encuesta de 40dB, pero revela algunos datos complementarios de interés. Entre ambas fuerzas políticas, Podemos (6,7%) y Sumar (10,6%) consiguen una estimación de voto válido del 17,3%, cuyo pacto les permitiría consolidarse como tercera fuerza, a distancia significativa respecto de VOX, con las consiguientes ventajas comparativas en la distribución de escaños. Así, aunque el CIS no señala adjudicación de escaños, con el caso similar de los resultados de 40dB, de presentarse juntos garantizaría la reedición del Gobierno progresista de coalición con entre 50 y 60 escaños, cosa no asegurada en caso de división que como he señalado, tendría un impacto de fracaso al no llegar a la representatividad actual de 38 escaños y dejar en el aire la mayoría progresista. Pero también hay que destacar la sólida base electoral de Podemos lejos del vaticinio de su hundimiento e imprescindible para garantizar el próximo gobierno de coalición progresista.

Lo destacable que distorsiona el análisis, similar a la encuesta de diciembre, es que se adjudican las opciones de voto a Izquierda Unida, Más País/Compromís y a Catalunya en Comú Podem bajo la denominación de Sumar, cuando es evidente que las dos últimas se presentan a las elecciones generales como fuerzas políticas autónomas y con sus siglas —al igual que otros grupos del acuerdo del Turia—, y tal como reconoce el director de la consultora y explica la nota metodológica del CIS.

Conviene completar la información del CIS con otros datos adicionales para señalar su adecuada interpretación, haciendo referencia a la clasificación del electorado de En Común Podem. Está claro en esta confluencia, y más considerando que las dos personas más influyentes del equipo de Sumar para la negociación del acuerdo con los partidos políticos proceden de Catalunya en Común, que su máxima representación se ha decantado por Sumar como referencia estatal, aunque mantienen la apuesta por la colaboración y la mediación con Podemos, en el marco del grupo confederal de Unidas Podemos, ECP y Galicia en Común, y mantienen su soberanía para decidir sobre sus listas electorales y presentarse como alianza autónoma.

Pues bien, en la encuesta pública se agrega a Sumar todo el electorado a ECP, pero los datos dicen una cosa sorprendente: casi la mitad (46,5%) de sus votantes prefiere el voto a Podemos en vez de a Sumar (y el 27,6% a Sumar, el 5,3% a PSC/PSOE y el 4,3% a ERC). Aparte de las implicaciones políticas, orgánicas y de legitimidad de sus dirigentes, su mejor opción unitaria es la afirmación de su propia autonomía y colaborar con las dos direcciones —recibir y aportar apoyos— de ambas representaciones estatales, cuya unidad le aportaría un plus de cohesión interna. Pero, respecto de la imagen de la representatividad global, la agregación de las opciones reales de su diverso electorado supondría una nueva relación global del 9,6% para Sumar y del 7,7% para Podemos.

Además, si solo valoramos a Sumar como fuerza específica, es decir, sin agregar los electorados que dicen que van a votar a Más País/Compromís, Izquierda Unida y las confluencias catalana y gallega, tal como comentamos, el porcentaje específico recibido por Sumar sería del entorno de cinco puntos, compuesto por ese porcentaje aludido proveniente del PSOE (8,9%), más un tercio del voto a UP (incluido las dos convergencias) y dos tercios del voto a Más País/Compromís, con fugas significativas del 11,4% de Más País hacia Podemos —se supone que fuera de Madrid donde tienen poca utilidad para acceder a un escaño— y del 20,4% del electorado de Compromís que iría hacia el PSOE.

La diversidad semántica de Sumar y su representatividad

Dentro del concepto de Sumar se ha considerado su papel como movimiento ciudadano, con varios miles de partícipes y muy alejado del otro hecho comparativo en el proceso de fundación de Podemos, con una dinámica prolongada durante un lustro del proceso de activación cívica y popular de varios millones de personas, que permitió la configuración de los campos sociopolíticos y electorales todavía vigentes. Pero como fuerza político-electoral-institucional tiene un doble papel, y muchas veces se confunden los dos planos que conviene diferenciar. Por un lado, Sumar como fuerza política específica y, por otro lado, Sumar como posible paraguas o nombre de la coalición del conjunto, así como la eventualidad del acuerdo de coalición con Podemos.

Ello tiene importancia para clarificar la representatividad de cada fuerza política de cara a negociar los acuerdos distributivos en el seno del frente amplio, dando por descontado que hay un consenso general —también de Podemos— sobre que la candidata común a la presidencia del Gobierno sea Yolanda Díaz. Lo que está en disputa es el equilibrio representativo y de gestión dentro de una dirección colectiva y plural, sin que lo resuelva todo el respaldo compartido a la portavoz del conjunto.

Existe un problema de legitimidad cívica: el equipo de Sumar está elegido a dedo, está conformado por el círculo más estrecho de colaboradores de la propia Yolanda Díaz que asume un hiperliderazgo organizativo, al menos hasta la configuración de un órgano colectivo y multilateral, como mínimo similar al grupo confederal de Unidas Podemos, con la ampliación y articulación de todas las fuerzas políticas implicadas, de acuerdo con su representatividad. Es el problema que está atascado por la falta de acuerdo sobre los mecanismos para conformar la nueva representación política, el próximo grupo parlamentario y las decisiones estratégicas y políticas, incluido la formación del siguiente gobierno de coalición progresista y las correspondientes responsabilidades institucionales: sistemas de primarias abiertas, proporcionales y del conjunto ante la ausencia del reconocimiento y la negociación del peso de cada cual.

Así, con esos totales y contando con los resultados del estudio de 40dB, y aunque en esta encuesta de Simple Lógica no hay adjudicación de escaños, no habría mucha diferencia en porcentajes de estimación de voto: Podemos 5,9%; MP/Compromís, 1,9%; IU, 2,4% y Sumar 9,1%, aunque en el CIS los últimos tres aparecen englobados, con el total antedicho de 10,6%. Recordemos el análisis de diciembre todavía vigente para la atribución de escaños. Partiendo de la proporcionalidad pura estatal (con decimales) corregida por la aplicación territorial según la normativa electoral, que afectaba a una disminución para IU y un incremento para ECP, o sea una relación invertida, en caso de la unión del conjunto de la izquierda del PSOE, circunstancia que optimiza el acceso de todas las fuerzas a la adjudicación de escaños, salían los siguientes resultados con un total de 57 (entre paréntesis el porcentaje relativo de cada fuerza política): Sumar, 21,3 (37%); Podemos, 17,4 (30%); En Comú Podem, 7,1 (12%); MP/Compromís, 5,6 (10%); IU, 4,1 (7%); Galicia en Común, 1,5 (3%).

Principio de realidad y primarias

Sumar, plataforma específica, tendría una representatividad algo superior a un tercio del conjunto y Podemos algo inferior a ese porcentaje. Se produce un cambio de primacía limitada en la representación y dirección de la izquierda del Partido Socialista, con una relación de superioridad relativa de Sumar respecto de Podemos, en particular por el papel destacado de la propia Yolanda Díaz. Pero lejos del monopolio de los primeros sobre el conjunto o de la simple marginación de los segundos, cuya aportación para el futuro, según algunos, sería (o debería ser) irrelevante, aunque se reconozca su labor en el pasado. Se produce una relación distinta y más equilibrada que en el actual grupo confederal de UP y sus confluencias, en el que tenía mayoría Podemos. Ahora habría que buscar diversos equilibrios, con un papel destacado de fuerzas intermedias como los Comunes o Izquierda Unida. El principio de realidad representativo se deberá imponer.

Todavía se puede afinar más con una tercera hipótesis intermedia (aparte de la división dura y una unión óptima) en el caso de una unidad tensionada —con un modelo no tan desastroso como el de las autonómicas de Andalucía— que aparece en algunas hipótesis, con un avance relativo respecto de la actual composición y un retroceso en relación con las expectativas más positivas, situado en torno a 42 escaños (la referencia de abril de 2019): Sumar, 16; Podemos, 13; ECP, 5; MP/Compromís, 4; IU, 3, Galicia en Común, 1.

Esa seguiría siendo la representatividad real y la proporción entre las distintas fuerzas del frente amplio, apenas modificada estos meses, en los que todos los grupos políticos del espacio del cambio y todos actores políticos y mediáticos han implementado sus estrategias para modificarlas a su favor y, en general, en perjuicio de Podemos al que la mayoría vaticina su debilitamiento e irrelevancia, cosa desmentida hasta ahora por estos estudios demoscópicos. La apuesta posible y necesaria es la unidad óptima, siempre con una distribución de posiciones similar, a la espera de un acuerdo global sobre el procedimiento participativo.

Por último queda la foto de la representatividad de las elecciones autonómicas. Se puede tomar como otro dato indicativo, pero sus resultados difieren de unas elecciones generales, donde hay un elemento diferenciador, el factor arrastre de la credibilidad transformadora estatal, del papel del liderazgo colectivo. Afecta, sobre todo, a la representación de Madrid y la Comunidad valenciana, territorios de alto valor simbólico y político y con fuerte división entre las fuerzas del cambio. Así, en las autonómicas pasadas de 2021 y 2019 la proporción era de 3 a 1 a favor de Más Madrid-Equo respecto de Unidas Podemos, en la primera, y de 2 a 1 a favor de Compromís respecto de Unides Podem, en la segunda. Sin embargo, en las elecciones generales la relación se invierte, en 5 a 2 a favor de UP en Madrid y de 4 a 1 en Comunidad Valenciana a favor de Podemos-IU.

En consecuencia, trasladar mecánicamente la fotografía de las elecciones autonómicas, probablemente con resultados similares a las anteriores, a las generales de 2023 dificulta el acuerdo para unas listas conjuntas, al menos en esas dos zonas, al no corresponder con la realidad previsible. Por tanto, si solo hay un ligero debilitamiento de Podemos, tal como expresan los estudios demoscópicos y los resultados autonómicos no son extrapolables, solo quedan dos opciones. Una es modificar el papel del liderazgo estatal, en este caso de Yolanda Díaz y el equipo de Sumar en favor de uno de los contendientes, tal como desean Más Madrid/Compromís, desactivando el papel de arrastre que tuvo el liderazgo anterior de Pablo Iglesias y Unidas Podemos, y poder modificar su proporción desventajosa, consiguiendo su primacía en esos dos territorios.

Otra opción es que todas las partes se sometan a unas primarias abiertas, proporcionales y conjuntas donde se dirima la representatividad de cada fuerza, tal como proponen IU y Podemos, y que podría tener operatividad en zonas en disputa, entre ellos Andalucía y Asturias. No obstante, este sistema de dilucidar la proporción representativa y el acceso a posiciones prevalentes en la composición del grupo parlamentario y posteriormente en los puestos gubernamentales, y definir y gestionar el sentido de la orientación política y de alianzas del conjunto, es rechazado por la dirección de Compromís (e implícitamente, por Más Madrid), que ve ventajas por el apoyo esperado de Yolanda Díaz y el equipo de Sumar para conseguir su primacía, sin el riesgo de una participación abierta en la confección unitaria de las listas.

Si consideramos esa pugna en otros territorios de cierto peso de las otras fuerzas significativas del acuerdo del Turia (Chunta Aragonesista, Més per-Mallorca y Dragó), ahora con representación parlamentaria de Unidas Podemos en Zaragoza, Les Illes y Canarias y su expectativa de dar un vuelco, no es precisamente un incentivo para pactar unas primarias abiertas con resultados inciertos. La apuesta es clara, apropiarse de la dimensión estatal, desventajosa en la etapa anterior, y forzar a Yolanda Díaz a su parcialidad, cuestionando su papel mediador y unitario para el conjunto del frente amplio, con un proyecto compartido y respetuoso con todas las partes, que es el factor principal para que la unidad y el prestigio del conjunto. Su riesgo, el no cumplir su papel de liderazgo plural e integrador. Así, se debería sumar en beneficio del conjunto y de las partes, sin corporativismos sectarios y con un equilibrio realista de las representaciones políticas, incluido el sector de independientes acogido específicamente en la sigla Sumar.

En conclusión, aparte de las diferencias estratégicas, políticas y de alianzas, que he analizado anteriormente y habrá que valorar en profundidad, que fundamentan esta pugna por la articulación de este nuevo frente amplio, el escollo principal que la explica es la falta de adecuación realista de las expectativas y aspiraciones de cada cual a su representatividad y potencialidades relativas, dejando en un segundo plano la ventaja global de un proyecto compartido con un liderazgo coral, plural y unitario. Los intereses corporativos y cortoplacistas orillan el proyecto común, y es imprescindible un reequilibrio organizacional equitativo, participativo y pactado. En ese sentido, el nuevo motor transformador y el sentido y la profundidad de la transformación sociopolítica e institucional deberá ser negociado desde esa realidad plural, en sus distintos niveles, desde el liderazgo democrático y plural hasta la articulación del conjunto de bases sociales cívicas y fuerzas progresistas pasando por la institucionalidad y el tejido municipalista y autonómico, convertido todo ello en principio de realidad a valorar colectivamente.

No se trata de decir que ‘dos no se juntan si uno no quiere’, y atribuir la responsabilidad al contrario. Es un pretexto para la inacción y un aval para el fracaso. Los verdaderos liderazgos son capaces de dialogar y consensuar una estrategia política y un equilibrio político-organizativo justo y democrático suficiente para avanzar. Las primarias abiertas, proporcionales y del conjunto son un instrumento razonable. En esta ocasión no hay posibilidad de un acuerdo basado en el realismo de la representatividad de cada cual y no hay una posición fijada en las listas electorales ni un cierto consenso del equilibrio esperado final que facilitó los acuerdos en Unidas Podemos.

Al final, con desacuerdos analíticos y discursivos e intereses partidarios contrapuestos, y dada la envergadura de lo que se ventila, las élites de todos los grupos de izquierda transformadora no pueden fallar en la tarea de garantizar el nuevo Gobierno de coalición progresista, más firme, y la consolidación de una nueva etapa de progreso ante la involución derechista. Aunque haya distintas responsabilidades, la crítica popular les pasaría factura y, lo que es peor, dejaría un páramo sociopolítico y cultural que aprovecharán las derechas y sectores poderosos para imponer su involución reaccionaria y neoliberal con retrocesos en derechos cívicos y bienestar social.

21 /

4 /

2023

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

+