Skip to content

En nombre de la clase obrera

El Viejo Topo,

Mataró,

405 págs.

Carles Mercadal

Treinta años después de ser publicada la edición original en francés, El Viejo Topo ha tenido el acierto de traducir al castellano En nombre de la clase obrera, un libro de memorias sobre la revolución húngara de 1956 trufado a partes iguales de pasajes divertidos y espeluznantes. El autor, Sándor Kopácsi, fue uno de los encausados por haber dirigido, junto con personajes más célebres como Imre Nagy o Pál Maléter, el levantamiento “contrarrevolucionario” contra la “democracia popular” presidida por Ernő Gerő, que fue como los soviéticos acabaron considerando la revuelta.

Sin embargo, pocas personas de las que participaron en los hechos debían de ajustarse menos al perfil de conspirador contrarrevolucionario y prooccidental que los rusos les adjudicaron: Kopácsi, que en su juventud había combatido como partisano contra las tropas nazis y luego había trabajado como tornero fresador, era ni más ni menos que el jefe de la policía metropolitana de Budapest —no confundir con la ÁVH, la implacable y odiada policía política del régimen— cuando se produjo la insurrección. (Es más, había empezado a ejercer ese cargo en tiempos del conspicuo estalinista Mátyás Rákosi, época en que, según confiesa el propio Kopácsi, ni se le pasaba por la cabeza dudar de las virtudes del sistema.) A los pocos días de iniciado el levantamiento, y al comprobar que la mayoría de los supuestos “fascistas” a los que tenía que combatir eran, como él mismo, obreros y estudiantes de extracción humilde, decidió tomar partido por la revolución.

En resumen, aunque En nombre de la clase obrera no es un estudio académico riguroso —el traductor de la obra al castellano, Domingo Talens, ha subsanado las lagunas de contextualización histórica con una documentada introducción y una extensa cronología—, constituye un impagable relato de primera mano sobre la Hungría de los años cincuenta en general y sobre la revolución de 1956 en particular.

 

5 /

2009

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

+