La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Sarantis Thanapulos y Fabio Ciaramelli
Educar, cuidar, gobernar
Un diálogo
Fabio Ciaramelli:
Acaba de salir el último número de Paideutika, dedicado enteramente a «Cornelius Castoriadis y la educación», con un texto inédito del propio Castoriadis sobre «Psicoanálisis, sociedad y política». Como es sabido, Freud había hecho suyo el viejo adagio según el cual «educar, cuidar y gobernar son tres profesiones imposibles». Esta imposibilidad, según Castoriadis, reside en que su objetivo común es la auto-transformación de los seres humanos, pero para alcanzarlo cada una de las tres está obligada a basarse en algo que no existe aún, esto es, en su autonomía. Desde el punto de vista lógico se trata de una tarea en rigor imposible. Pero precisamente en esto reside lo específico de la paideia, entendida como socialización democrática, capaz de transmitir el deseo de autonomía y de cambio, esto es, de suscitar las ganas de convertirse en sujetos activos de su propia transformación, tanto en el plano individual como en el plano colectivo.
Sarantis Thanopulos:
Educar, cuidar y gobernar son, las tres, funciones fundamentales que deciden la vida de la sociedad. Que las tres sufren de un modo atroz es evidente hoy, cuando su necesidad se siente más que nunca. La educación está en manos de la simplificación, del tecnicismo, del plagio, de la demagogia, de la manipulación. El cuidar de uno mismo y de las propias relaciones queda confiado, cuando va bien, a la corrección cosmética de la forma y a la asistencia material a quien sufre (con lo que se silencia la inquietud propia). La gestión del «bien común» nos ha sido confiscada por los predadores globales que, siendo excelentes en especular sobre nuestras desgracias y en impedir que sean superadas, pretenden convencernos de que gobernar es aprender a convivir con ellas. Yo creo que lo que queda «vivo» en nosotros y en la sociedad, en el trabajo, en la ciencia, en el saber «humanístico», en la cura psíquica, en el arte, en la literatura, es más fuerte que la podredumbre que se finge vida, pero sería necesario darles representación política, porque el nogobierno, lo apolítico, es dominante hoy.
No comparto en absoluto la opinión difusa (y peligrosa) de que los políticos son todos unos corruptos o unos incompetentes. Han sido derrotados como todos nosotros por un proceso salvaje de globalización. Un auténtico proyecto político promueve en los sujetos representados en él un trabajo de auto-transformación. Este trabajo implica el deseo, que está en la base de toda actividad creadora, de abandonar la sensación de seguridad basada en la repetición de lo existente y en los valores consolidados, cuando éstos, más que indicar la persistencia de las condiciones necesarias para el desarrollo de nuestras potencialidades, se convierten en prescripciones en el presente que hipotecan el futuro. La disponibilidad para la auto-transformación es una cualidad erótica por excelencia. Al final, lo que une entre sí a educar, cuidar y gobernar es la «educación sentimental».
Fabio Ciaramelli:
Llevas razón, Sarantis, al sacar a la luz la centralidad de la dimensión erótica, que todo el discurso de Castoriadis sobre la autonomía presupone e invita a profundizar. En realidad, solo la sacudida con éxito del eros, como estimulante capacidad de auto-alteración, puede interrumpir el estancamiento de la vida individual y social, su cansina y monótona repetición. Solo el contagio de las pasiones puede hacer que nazca y crezca el deseo de cambio. Sin el deseo de iniciar algo nuevo por iniciativa propia no solo no es posible ocuparnos también de un cambio social o político sino que tampoco lo es mantenerse verdaderamente en vida, dando a esta última un sentido propiamente humano, o sea, abierto a la alteridad del futuro y a su imprevisibilidad. Por eso autonomía no quiere decir auto-referencialidad. Educar, cuidar y gobernar son las tres dimensiones complementarias de una práctica de vida vuelta humana por el deseo de auto-transformación.
[Fuente: Il manifesto, 20.02.2021. Trad.: J.R.C.]
20 /
2 /
2021