La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Malditos libertadores
Siglo XXI España,
319 págs.
Miguel Muñiz
En 1971, Eduardo Galeano publicó Las venas abiertas de América Latina, una obra sobre el peso que la explotación de los recursos naturales y las personas del sub-continente había tenido en el desarrollo económico de Europa y América del Norte desde el siglo XVI hasta la actualidad. Prohibida en varios países latinoamericanos durante años, exponía el ritmo frenético de extracción de recursos y el trato despiadado e inhumano de las personas, mientras las sociedades occidentales prosperaban a su costa.
La investigación de Galeano se enmarcó en el momento político del Cono Sur en la década de los 70 del pasado siglo: se centró en los bienes y las personas; sólo el capítulo Historia de la muerte temprana abordaba el papel de Inglaterra como potencia emergente, pero sin entrar en su relación con la independencia de las colonias.
En Malditos libertadores, Augusto Zamora completa el trabajo de Galeano; afronta un análisis histórico y geopolítico que destruye tópicos, desmonta el relato oficial sobre los libertadores, la “leyenda negra” española, el “genocidio” deliberado de los pueblos indígenas, las epidemias, la inquisición, etc. Un catálogo de horrores atribuido a una “España” dibujada a medida de los poderes mundiales dominantes en el siglo XIX y asumido (sobre todo, aunque no en exclusiva) por derechas e izquierdas latinoamericanas. El libro denuncia la falsificación y falta de rigor histórico sobre el papel de la Corona castellano-aragonesa en las colonias.
Augusto Zamora es exembajador de Nicaragua en España, profesor de Derecho y Relaciones internacionales en la UAM, y profesor en la Universidad Nacional de Nicaragua, tuvo varios cargos oficiales entre 1979 y 1990 y participó en el equipo negociador de Nicaragua en los procesos de paz de Contadora y Esquipulas. Ha escrito varias obras entre las que destaca Réquiem polifónico por Occidente.
Zamora ni maquilla ni justifica la constante de violencia y explotación de las colonias por la Corona pero, con un análisis comparativo del comportamiento de otras monarquías de la época en sus respectivos dominios, desmiente o matiza la mayoría de tópicos. Llega a la conclusión de que, para ocultar el esclavismo, las guerras de exterminio, las matanzas, y los sufrimientos que causaron los “libertadores” a poblaciones indígenas y clases subalternas durante el siglo XIX, la atención se desvió hacia una caricatura de la acción de España en los siglos XVI, XVII y XVIII.
Para ello, aporta datos que dividen los 300 años que van desde el “descubrimiento” (1492) hasta las “independencias” (1810) en dos etapas: unos primeros cien de sufrimiento extremo, expolio intensivo, mortalidad masiva por contagio casual y generalizado de gérmenes y bacterias ante las que los indígenas no tenían defensas biológicas, etc.; y unos 200 años posteriores de estabilidad, creación de una clase acomodada mestiza, y continuidad del expolio, pero denunciado en algunos casos por las propias instituciones de la Corona; con el contrapeso de una actividad legislativa y cultural que incluye el mestizaje. Nada que ver con lo sucedido en las colonias de Francia, Holanda o Inglaterra.
¿Quiénes fueron esos “libertadores” que Zamora maldice? Según qué fuentes se pueden llegar hasta unas 38 figuras históricas de las que destacan diez: Francisco de Paula Santander, José Antonio Páez, Andrés de Santa Cruz, Antonio José de Sucre, Simón Bolívar, José de San Martín, Bernardo O’Higgins, Francisco de Miranda, Agustín de Itúrbide, y Pedro de Braganza (en Brasil). A los que se añade, según fuentes, a Thomas Alexander Cochrane, alias Lord Cochrane, un marino relacionado con la corona y las empresas inglesas y vinculado a la independencia de Perú, Chile, México, Brasil…, y Grecia.
Pero a Augusto Zamora no le interesan los personajes, sino las características sociales que comparten unas élites “libertadoras” formadas, en su casi totalidad, por hacendados y criollos ricos, sin formación intelectual (aunque varios habían residido en Europa), que imitan las políticas de Francia e Inglaterra y que aplican, sin analizar sus consecuencias, las teorías económicas del liberalismo y el libre comercio. Zamora los considera una clase parasitaria pre-capitalista, dedicada a amasar riquezas, no a crear estructuras que consoliden los países que “liberan”, y los compara desfavorablemente con las élites de las colonias inglesas de América del Norte (o las de Alemania e Italia) cuando se independizan; además define unas constantes que se mantienen hasta la actualidad, y lo remacha mostrando la excepción: el progreso de la Cuba no-liberada hasta su independencia (totalmente diferente) en 1898.
Zamora incide en el “libertador” más mitificado, Simón Bolívar. Para desmitificarlo reproduce parte de un documento poco conocido, la Carta de Jamaica, donde Bolívar expone su visión de una América Latina subordinada a Europa, especialmente a Inglaterra. La trayectoria de Bolívar ya había sido analizada en una breve biografía de 1857 poco conocida, que Zamora no menciona, Bolívar y Ponte, escrita por Carlos Marx para la New American Cyclopaedia.
El libro detalla el cúmulo de desastres económicos, sociales, políticos, militares y humanos provocados por las élites oligárquicas tras la “independencia”, que comprende guerras de exterminio contra los indígenas, en Argentina (1824–1826), Uruguay (1823), o Chile (1860-1885); guerras entre las élites por los recursos; la compra a crédito de productos básicos (o suntuarios) en el siglo XIX, créditos cuyos intereses se pagan durante décadas. Destaca el caso más brutal ―también expuesto por Galeano―, de la guerra de la Triple alianza (Brasil, Argentina y Uruguay) contra Paraguay, guerra financiada e impuesta por Inglaterra que entre 1864 y 1870 destruyó casi totalmente Paraguay y exterminó (según fuentes) entre un 70 y un 80% de su población; todo ello debido a que la solidez económica, bienestar social y estabilidad del país (dirigido por un dictador) eran un obstáculo para la expansión comercial de los productos ingleses. Aún hoy, Paraguay no ha podido superar las consecuencias de esa guerra.
Zamora analiza constantes que llegan hasta la actualidad, con interesantes y provocadoras analogías históricas, como las que se dan entre Bolívar respecto a Inglaterra en 1810, y Juan Guaidó respecto a los EE.UU. en 2019. Analogías entre el “caos creativo” que Inglaterra impone en América Latina en el siglo XIX, alentando y financiando guerras entre las élites oligárquicas, mientras firma contratos de explotación de recursos con todos los bandos en conflicto, y el que imponen los EEUU o la UE del siglo XXI con los recursos energéticos mundiales; o el uso de la palabra “revolución”, entonces por la “independencia”, y hoy por la “libertad”. Todo financiado, tanto entonces como hoy, por los poderes habituales, y con las víctimas habituales.
Estamos ante un libro crítico, molesto para un cierto progresismo de visión naif y análisis de brocha gruesa, que oculta tras discursos simplistas globales su incapacidad de abordar cambios materiales locales. Libro al que, acaso, le aguarda el mismo destino que a otras obras críticas: el linchamiento en las redes ¿sociales? sin debatir su contenido. Otro libro recomendable.
28 /
8 /
2020