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La telaraña

Ariel,

Barcelona,

398 págs.

Recomendar este libro exige justificación y un redactado más largo de lo habitual. Se trata de una obra contraria a la secesión de Cataluña escrita desde la perspectiva sentimental de un nacionalista español y encuadrada en las “derechas”; un libro que ya desde el título remite el objeto de investigación al concepto telaraña, de connotaciones negativas y amenazantes (ajenas a la benéfica función que cumplen las arañas en los ecosistemas y la salud humana); un libro que usa un lenguaje bronco para referirse a China, Rusia, Cuba, la “Venezuela de Chavez”, etc., equiparándolos con los Emiratos Árabes; y que muestra animadversión hacia cualquier país, entidad o persona (Assange, Snowden, Castro…) que cuestione el orden mundial imperante.

El motivo para recomendar su lectura es la exhaustiva investigación en la que se basa este análisis crítico de los recursos, métodos y protagonistas del despliegue de la red internacional de apoyo a la secesión de Cataluña (por usar una descripción más objetiva que telaraña).

Las 215 referencias de las Notas a la publicación indican el sólido trabajo de base, condensan el análisis de un mínimo de cuatro documentos (en especial las 722 páginas del informe 1319 del Tribunal de Cuentas), el seguimiento nacional e internacional de la actividad de unas 47 entidades entre 2012 y 2019 (la Generalitat, la UE, ONGs, universidades, departamentos, gobiernos, fundaciones, instituciones, partidos…); a ello se añade la descripción de la actividad desarrollada por 154 personas con un papel destacado en los acontecimientos internacionales del procés (22 de ellas opuestas a la secesión y 132 favorables); y la realización de cientos de entrevistas. Una investigación que trasciende el enfoque del autor, Juan Pablo Cardenal, un veterano periodista, que ha escrito, o co-escrito, tres obras de investigación crítica sobre China como potencia mundial; y dos libros de alta cocina.
Porque, además, los datos de Juan Pablo Cardenal van más allá, ofreciendo un excelente “retrato en negativo” de las carencias del nacionalismo español para enfrentar la propaganda de un secesionismo catalán motivado y a la ofensiva; aunque falta un marco interpretativo que dé coherencia al “retrato”.

Más allá de detallar la inacción del PP de Rajoy entre 2012 y 2016 frente a la dinámica movilización secesionista (capítulos 3 y 4), o dar un repaso genérico a las inconsecuencias históricas de los partidos constitucionalistas (págs. 346 a 355), falta algo. No basta con analizar el aprovechamiento por el secesionismo de instituciones culturales españolas en el extranjero para difundir su relato victimista sobre Cataluña: el KJCC (pg. 259), el CCB (págs. 277-282), o las Cátedras Príncipe de Asturias (pg. 257), entre otras. La incapacidad de las instituciones españolas para tomar la iniciativa y dirigir el enfoque del cambio de estudios en el extranjero desde una concepción hispanista a una concepción ibérica, por ejemplo, es síntoma de muchas cosas que no se abordan.

Falta el análisis del origen del marco interpretativo, impulsado por el nacionalismo catalán (pero no sólo por él) de la transición como continuación del franquismo disfrazado de democracia, el marco que presenta la democracia basada en la Constitución de 1978 como una herencia directa del franquismo. Un marco simplista, pero que conecta con una visión, también simplista, de cierta historia de España imperante en círculos políticos e intelectuales fuera (y dentro) de España; una visión llena de falacias y tópicos de brocha gorda, pero que explica por qué a partir de 2012, pasados 38 años de la muerte del general Franco, el franquismo haya reaparecido y no de la mano de sus defensores, precisamente.

Imponer ese marco interpretativo dentro y fuera de Cataluña requería: 1) conectarlo con un relato de agravio ancestral a “los catalanes”, 2) difundir sin estridencias, con lenguaje pausado y persuasivo, aparentemente cívico y pacífico, un abstracto derecho a decidir delpueblo catalán” al margen de cualquier normativa concreta, 3) ocultar la secesión de Cataluña y enfocar el discurso hacia las carencias democráticas de España y, lo más importante, 4) dedicar ingentes cantidades de dinero a promocionarlo. Aquí el libro.

La enorme inversión económica de la Generalitat en Europa y los EEUU (universidades, instituciones y ONGs)  ―417 millones de euros entre 2011 y 2017 sólo en la parte supervisada por el Tribunal de Cuentas―, no buscaba incidir en la legislación internacional, cosa que sabían imposible, sino generar ruido mediático para desviar la atención hacia España, desinformar, liar, crear conflictos, y la ilusión de apoyo internacional en los partidarios de la secesión.

La Generalitat paga locales, viajes, estancias, comidas, actos públicos, edición de libros, documentos, materiales; contrata agencias, empresas, asesores expertos; hace donaciones o subvenciona actividades de personas o entidades receptivas a la causa. El máximo de esa inversión es la publicación de pronunciamientos o informes sobre un hipotético respaldo de la legislación internacional a la autodeterminación de Cataluña. Ejemplos entre varios, El legítimo derecho a decidir de Cataluña: caminos hacia la autodeterminación, documento pagado a tres académicos (suizo, norteamericano y portuguesa), y publicado el 01/09/2017, que incluía el dato (que no se había hecho público a los medios) de que la Ley de Referéndum se votaría el 6 de septiembre (págs. 207 a 215 del libro); o un informe de cuatro juristas internacionales presentado públicamente, el 27/09/2017 en la sede del Colegio de Politólogos y Sociólogos de Cataluña, aunque no estaba  acabado de redactar cuando se presentó, y que nunca llegó a hacerse público (págs 220-224); o las maniobras para conseguir una declaración simbólica de la Asociación Americana de Ciencias Políticas (APSA) el 30/11/2018, previa al juicio del 1-O, criticando al gobierno de Pedro Sánchez (págs 271 a 273).

En éstas y muchísimas más investigaciones radica el mérito del libro, aunque la ideología del autor le impide insertar su excelente trabajo en los conflictos que contribuyeron a expandir el secesionismo entre 2012 y 2017: el estallido de la burbuja especulativa del capitalismo financiero, sus secuelas de indignación social, el 15M, la corrupción patriótica compartida por los nacionalismos catalán y español, el descrédito creciente de la monarquía, etc.; conflictos que también tenían una proyección internacional.

Mediante el cultivo de personas que asumían el marco interpretativo de la democracia española como continuidad del franquismo, se conseguía que los hechos y datos que no encajasen en ese marco pasasen a un segundo término o no se considerasen. De ahí, por ejemplo, que el principio de legalidad (respeto a las leyes e instituciones) que los protagonistas internacionales defienden escrupulosamente para sus países de origen u organismos en los que se ganan la vida, deje de aplicarse a España. Si se les enfrenta a las contradicciones de su discurso, el marco ofrece la salida de impugnar la democracia española por ilegítima. Algunos casos, pág.109, Rohrabacher; págs. 91 a 93, Ivo Vajgl; págs. 264-265, Jon Lee Anderson; págs 182-183, Chris Bambery, etc…

El marco permite la comodidad de descalificar como franquista cualquier denuncia de manipulaciones desplegadas desde el secesionismo, explica el silencio general, o la ignorancia deliberada, que impera en el extranjero sobre todo lo sucedido el 6 y 7/09/2017 en el Parlament de Cataluña, frente a la omnipresencia del relato de lo sucedido el 1-O.

De ahí opiniones expertas internacionales que, bajo una retórica de derechos, se pueden inscribir en el más rancio etnicismo, ya que limitan el concepto pueblo catalán sólo a los sectores sociales de la ideología nacionalista correspondiente. Concepciones de un relator de la ONU como Alfred De Zayas (págs., 128 a 130), o de un jurista internacional como Marc Weller (págs. 225 a 228), son un claro ejemplo, un ejemplo que da miedo.

Hay mucho más. Como incentivo para recomendar su lectura a personas de las izquierdas se apuntan cuatro líneas que el libro desarrolla con detalle:

La primera, una sana “ducha fría” de datos sobre la cruda realidad de las muchas veces idealizadas instancias internacionales, sobre las rutinas que marcan el funcionamiento y la toma de decisiones en instituciones globales, sobre las prioridades corporativas de las clases políticas que las forman, y sobre la función a la que ha quedado reducida la ONU.

La segunda, un análisis detallado de los patrones económicos y mecanismos sectarios empleados en la difusión internacional del relato secesionista.

La tercera, una descripción de los mecanismos para conseguir adhesiones de prestigio a la defensa de la secesión, o a la denuncia de tics franquistas de la democracia en España (Nota personal: la desesperación que personas de las izquierdas contrarias a los nacionalismos en Cataluña compartimos cuando se pronuncian representantes institucionales, fuerzas políticas, o ilustres figuras, a nivel internacional en apoyo del secesionismo desde la más total (o parcial) ignorancia, queda superada por la comprensión del funcionamiento de dichos mecanismos, y la compleja relación entre prestigio, lealtades personales y vanidad).

Y cuarta, el libro acumula pruebas de la ingenuidad de creer que una estrategia calculada meticulosamente, y con una incidencia internacional trabajada a conciencia, se desactivará con un supuesto diálogo, que para el secesionismo se reduce a buscar la forma de avanzar en la aceptación de un calendario de consecución de sus objetivos políticos.
El relato domina sobre los datos por un motivo: el plan de catalanización excluyente diseñado en 1990 por el nacionalismo catalán se ha ejecutado hasta el límite de posibilidades, con la ayuda del neo-centralismo desplegado por el nacionalismo español. El relato ha arraigado en las clases acomodadas de Cataluña. Un porcentaje importante de esas clases, inmunes a los datos y movilizadas desde 2012, mantendrá su fidelidad al relato porque su apoyo al mismo, más o menos discreto, venía de antes. El porcentaje electoral que permite que una simple mayoría parlamentaria ―que no es  mayoría política, ni mucho menos mayoría social―, hable en nombre de toda Cataluña no dependerá sólo de lo que pase en Cataluña; la evolución del sistema político en el resto de España marcará el ascenso o descenso electoral de esas clases, un ascenso o descenso que nunca afectará a su relato. La red internacional de apoyo continuará activa mientras haya dinero.

28 /

8 /

2020

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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