¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Albert Recio Andreu
Dos debates actuales: empleo y desigualdades territoriales
Cuaderno de augurios: 3
Este mes me ha salido una nota deslavazada, fruto de la variedad de espacios en los que me tengo que mover. En un momento convulso y donde el análisis frío es más necesario que nunca. Por esto voy a meterme en dos cuestiones dispares: el comentario de la última EPA y el debate sobre la dinámica territorial.
Una EPA preocupante: ¿Recesión o agotamiento del modelo?
La publicación de la Encuesta de Población Activa del tercer trimestre del año ha ofrecido un dato preocupante, que se suma a las incertidumbres que vamos advirtiendo en los últimos meses.
Tradicionalmente el tercer trimestre es el mejor en términos de empleo. Algo que se explica por la enorme estacionalidad de la economía española. Especialmente por la importancia de la actividad turística (que incumbe a una variada gama de sectores: hostelería, transporte, comercio, actividades artísticas y recreativas), a lo que se suma el empleo generado en las sustituciones por el período vacacional. Es un empleo temporal, de corta duración, pero para mucha gente supone el único período del año que le permite ganar alguna renta.
Este año se ha vuelto a generar empleo (69.400 empleos netos). Lo preocupante es que se trata de la peor cifra desde 2012, en plena recesión, cuando el crecimiento del empleo en el mismo trimestre fue exactamente de la misma cantidad. Cabe señalar además que la cifra total de empleo alcanzada sigue siendo inferior a la de 2008, cuando empezó la crisis (en concreto, 682.000 empleos menos). Ello indica que podemos estar ante un máximo sustancialmente insuficiente y que si el ciclo continúa vamos a experimentar un aumento del desempleo en los próximos meses.
Cuando se aborda un problema de empleo hay dos tipos de formas de hacerlo. Una, la que más prolífera, es considerarlo como resultado de un ciclo o de vaivenes generales de la actividad económica. Más o menos como el oleaje. Hay razones para entender que estos ciclos son habituales en las economías capitalistas, fruto sobre todo del complejo mecanismo de la inversión privada, la rentabilidad y su interacción con el sistema financiero. Entender la situación como un ciclo temporal proporciona algún alivio. A una fase descendente le sucederá una recuperación, por tanto el mal trago del desempleo será temporal. Y además la situación puede paliarse mediante políticas macroeconómicas adecuadas. Otra cosa es que las recetas ortodoxas practicadas en los últimos años sean las mejores o simplemente hayan contribuido a empeorar la situación. Pero si el problema sólo fuera éste se trataría simplemente de encontrar la respuesta macroeconómica correcta para minimizar el ciclo económico negativo.
Pero hay otra forma de analizar la situación. Y es la de ver si la estructura económica local tiene problemas que profundizan los riesgos y dificultan las respuestas a corto plazo. En una economía altamente globalizada se ha producido un grado de especialización territorial que sitúa a determinados países en situaciones de mayor debilidad que otros. De hecho, esto se conoce desde hace mucho tiempo: los países en desarrollo superespecializados en el monocultivo agrícola o en la monoextracción de algún mineral han experimentado numerosos sobresaltos cuando su producto básico ha experimentado una variación significativa. Por ello, también las áreas metropolitanas más densas y variadas en actividades suelen capear mejor los temporales que las regiones periféricas habitualmente más especializadas.
Las peores crisis suelen crearse cuando en un territorio confluyen una recesión, o un ciclo negativo global, con el agotamiento de su particular modelo de especialización. Esto es lo que ocurrió en España en 2008, cuando gran parte del desarrollo estaba basado en la expansión de la construcción, tanto en su vertiente inmobiliaria como en la inversión pública. El final de la burbuja inmobiliaria arrastró al abismo al conjunto de la actividad.
Si ahora la situación vuelve a ser preocupante es debido a que el análisis del desarrollo actual muestra que ha sido el turismo el principal impulsor del crecimiento. Excepto el sector de sanidad y servicios sociales, impulsado por el envejecimiento de la población, ningún sector ha creado tanto empleo como el de hostelería. Y como he comentado anteriormente, el impacto del turismo alcanza a otras muchas actividades. No ha habido de hecho un cambio estructural importante, sino el aprovechamiento de un ciclo turístico que solo los insensatos podían esperar que fuera indefinido. España seguirá siendo un destino turístico mientras no cambien radicalmente el coste de los transportes u otras condiciones. Pero es impensable que pueda mantener un crecimiento continuado. El cambio en las condiciones políticas ha permitido renacer a alguno de los destinos competidores, y la propia recesión y lo que resulte del Brexit afectará a la demanda. Como en 2008, volvemos a estar ante el peligro de que se combinen en un mismo período una recesión general y el agotamiento del modelo.
El problema territorial: datos para el debate
Esta mañana he mantenido un pequeño debate con un cualificado dirigente independentista donde me trataba de justificar su posicionamiento. Su argumento fundamental es que en los últimos veinte o treinta años las élites españolas han organizado una dinámica política y económica orientada a convertir a Madrid en una especie de estado autónomo a costa de la periferia. Madrid crecía a costa del resto. Y por tanto la única posibilidad de salirse de esta dinámica era de la independencia.
Al llegar a casa he optado por lo que considero más racional. Ver en qué medida los datos aguantan el argumento. Y esto en una doble perspectiva: la de Madrid respecto al resto de comunidades autónomas en general y respecto a Catalunya en particular. Para ello he acudido a los datos de renta regional que pueden consultarse fácilmente en la página del INE (www.ine.es), donde se ofrece información sobre el PIB y el PIB per capita, las medidas más aproximadas que tenemos.
Antes de entrar en los datos, vale la pena hacer algunos comentarios. El primero, sobre la bondad del PIB para medir el nivel de actividad. Como el PIB es una medida de magnitudes monetarias y se construye aplicando una larga variedad de convenciones contables, no está claro que en algunos casos las rentas de una u otra región puedan estar sub o sobre valoradas en función de cómo se calculen algunas cuestiones (por ejemplo es posible que allí donde hay sedes centrales de empresas se contabilicen ingresos que tienen lugar en otras zonas). En segundo lugar, lo mismo es aplicable con mayor medida en el PIB per capita, donde se divide el PIB territorial por la población censada en el territorio, lo que puede llevar a sobrevalorar el PIB per capita en regiones donde acude estacionalmente una gran masa de personas a trabajar en temporada alta (algo que se ha puesto de manifiesto en el caso de Baleares). En tercer lugar, aun dando por buenas las cifras del PIB, sus variaciones a lo largo del tiempo pueden obedecer a diversas causas. Para aceptar el argumento independentista habría que probar que efectivamente esta evolución es el resultado de opciones políticas conscientemente diseñadas o por el contrario obedecen a otro tipo de causas. En todas partes el capitalismo globalizado está provocando una concentración de la actividad económica en unas pocas áreas metropolitanas centrales. Y al mismo tiempo existe una larga experiencia de regiones o países que experimentan un importante declive cuando colapsa la actividad en la que se han especializado. Una de las ventajas de las metrópolis es que son áreas más diversificadas, con un mayor tamaño de mercado, y por tanto son menos proclives a experimentar estos derrumbes.
Con todas estas prevenciones pasemos a analizar los datos. He tomado los de toda la serie que ofrece el INE 2000-2018 (a partir de 2014 los datos son provisionales), considerando 3 sub-periodos: 2000-2008 (fase expansiva), 2008-2014 (crisis) y 2014-2018, para ver si los cambios tienen que ver con cuestiones sustantivas —especialmente de índole económica y de gestión política—.
PIB
La evolución del peso de cada región en el PIB da alguna credibilidad a la tesis “centralista”. La Comunidad de Madrid ha visto aumentar su peso en el conjunto de la economía española en 1,3 puntos. Si esto es un cambio estructural o tiene una importancia menor es algo más discutible y que sale de las posibilidades de esta nota. Catalunya también ha crecido, de forma mucho más moderada pero mostrando que la lógica del capitalismo actual es básicamente de concentración metropolitana. Hay que señalar además que la evolución de cada región puede explicarse por su particular situación. Castilla y León es la comunidad que pierde más peso, en gran parte por el declive demográfico agravado por el hundimiento de la minería del carbón y de la vieja industria tradicional. En otros casos, la caída en el período de crisis se explica en gran parte por el hundimiento de la construcción que constituía el sector estratégico en algunas comunidades. En el período de recuperación los cambios son mucho más suaves y en todo caso se mantiene el crecimiento del papel de Madrid y Catalunya.
Tabla 1 Peso de cada CA en el PIB español (2000-2018)
Fuente: INE. PIB regional y elaboración propia
PIB regional per capita
Cuando analizamos los datos del PIB per capita emerge una historia diferente. Vale señalar que los datos que ofrecemos son datos relativos: reflejan el PIB per capita de la comunidad respecto al PIB per capita medio de España. O sea una comunidad cuyo nivel sea de 110 indica que su PIB per capita es un 10% superior al de la media, mientras que un nivel 90 indicaría que es un 10% inferior a la media. Cabe señalar también que, en la medida que el PIB per capita es un cociente entre PIB y volumen de población, su variación puede estar afectada tanto por cambios en el nivel de producción como por variaciones demográficas en otra dirección. Los casos más espectaculares en la serie son los de las dos comunidades insulares, que experimentan una fuerte caída de su PIB per capita. Dado que se trata de comunidades que han experimentado fuertes incrementos demográficos, puede ser que una parte de esta caída se deba simplemente a que antes no se contabilizaba parte de la población que realmente trabajaba en la comunidad (migrantes temporales residentes en otras comunidades) y que un creciente asentamiento de los mismos haya provocado un cambio en los indicadores.
Tabla 2 PIB per capita relativo de las CCAA (2000-2018)
Fuente: INE. Renta regional de Espana, elaboración propia
En todo caso, de esta Tabla 2 emergen algunos resultados interesantes. El primero y bien conocido es el elevado nivel de desigualdad territorial, con unas comunidades ricas (Madrid, Euskadi, Navarra, Catalunya,…) y otras pobres (Extremadura, Andalucia…). En segundo lugar, las pautas de variación no obedecen claramente al modelo centralista discutido sino que reflejan una pauta más compleja y que merece ser estudiada. Los principales ganadores son territorios tan dispares como Euskadi, Aragón, Asturias y Extremadura, espacios con muy dispar realidad económica y demográfica. Los principales perdedores son los ya comentados territorios insulares y Navarra, con realidades bien diferentes entre sí. En tercer lugar, la mayor variación se produce en el período de expansión 2000-2008, de gran dinamismo demográfico y productivo. En la fase de crisis la pauta dominante es que ésta empeoró relativamente la situación de las regiones pobres mientras que las ricas consiguieron sobrevivir mejor, de lo que deriva que ganaran peso relativo. Y por último, el período expansivo reequilibra en algunos casos la situación. Y algunos de los “ganadores” en tiempos de crisis, como Madrid y Navarra, vuelven a experimentar una cierta moderación (quizás ligado al modelo de crecimiento experimentado en los últimos años).
En todo caso la tesis de un Madrid acaparador de rentas y desarrollo resulta mucho más matizada. Hay ciertamente fuertes desequilibrios territoriales, pero estos no perjudican especialmente a las comunidades ricas ni justifican que sea el eje Madrid/periferia el que deba vertebrar el debate sobre el modelo económico. En todo caso, la periferia no está, en términos económicos, ni en Catalunya ni en Euskadi. Podemos discutir el modelo territorial, pero lo que los datos indican es que estamos en dinámicas complejas que para ser entendidas escapan de explicaciones simplistas.
Un comentario final
Empleo, estructura económica y desigualdades territoriales muestran la existencia de problemas muy graves en nuestra base económica. Si a ello añadimos los ecológicos, el balance es que estamos ante una realidad desastrosa. Diez años de crisis no han servido para ni siquiera abrir un debate sobre la realidad que condiciona nuestras vidas y nuestro futuro. Estamos dominados por gurús insensatos que reducen todos los problemas a sus sesgadas visiones de la realidad. No sólo por los independentistas que pretenden resolverlo todo con meros ajustes de fronteras. También por los tecnológicos que prometen el paraíso digital o los economistas ortodoxos que todo lo dejan al mercado. Estamos ante problemas graves, que obedecen a causas complejas y que no tienen soluciones fáciles. Que exigen una enorme participación social, un debate tranquilo y mucha mediación social. Ésta debería ser la primera exigencia que la población debería hacer a todos los que quieren liderarnos.
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10 /
2019