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Joan M. Girona

Sin futuro para nuestro alumnado

El cambio climático, el calentamiento global

 

Las clases sociales más desfavorecidas, las personas sin trabajo y sin posibilidades de encontrarlo, las mujeres sometidas, las minorías culturales, los grupos familiares sin hogar fijo, desahuciados y acogidos… todo cabe dentro el saco del futuro de la Tierra.

Hace unos meses saltó la noticia: Alumnado joven que defiende la naturaleza. Unos cuantos estudiantes de secundaria y universidad de varios países de Europa hacen un llamamiento para luchar en contra del cambio climático o calentamiento de nuestro planeta. Dicen que lo hacen porque forman parte de la naturaleza y nos defienden a todas las personas. ¿Por qué no lo tenemos en cuenta? Quizás es el problema actual más grave a nivel mundial. ¿Cómo vivirán las generaciones futuras? Si no tienen futuro ¿qué interés en prepararse para algo que no llegará? Solidaridad intergeneracional bien entendida en dirección inversa: si la juventud puede transmitir conocimiento tecnológico a la generación adulta también pueden impulsarnos a cambiar a los que tenemos unos cuantos años. Desgraciadamente, y como síntoma muy clarificador, hemos constatado que en las campañas electorales que hemos vivido en nuestro país se ha hablado muy poco del calentamiento global: es un tema lejano en el que los políticos no quieren entrar, no fuera caso que salieran escaldados.

Lo pudimos constatar cuando el incendio de Notre Dame a París. Ya está a punto su reconstrucción, con suficiente dinero recogido en pocos días. Pero se queman millones de hectáreas en la Amazonia y la noticia tiene muy poco eco. Y evidentemente no se plantea la replantación de los árboles quemados. No es fácil cambiar la manera de vivir para hacer frente al calentamiento; hay demasiados intereses implicados.

Nos podemos replantear lo que a menudo pensamos de los adolescentes, uno de los prejuicios de muchas personas adultas. ¿Qué les interesa? ¿Estudiar? Es interesante que se planteen aspectos de lucha y transformación. No tienen miedo, se organizan haciendo de adolescentes.

En las escuelas e institutos nos toca de lleno hablar y reflexionar sobre todo aquello que nos rodea, sobre todo aquello que afecta a la vida y al crecimiento del alumnado. Tenemos que evitar que se cumpla la afirmación de Paul Nizan, “el estado laico quiere que el maestro haga en la sociedad burguesa el papel del cura en la época feudal: apoyar al sistema de explotación” [1]. Tenemos que ser consecuentes: hay que impulsar el pensamiento crítico de nuestro alumnado y, a la vez, el nuestro también.

Los chicos y las chicas ven seriamente amenazado su futuro vital. No saben si podrán vivir de aquí unos cuántos años. ¿Vale la pena esforzarse, estudiar, trabajar, prever qué quiero hacer si el mundo se acaba? Hemos visto manifestaciones y huelgas de estudiantes que culminaron el 15 de marzo pasado con actos en varios países de todo el mundo. Y constatamos que continúan las acciones de lucha en nuestro país.

Es posible que el cambio climático, un nombre más suave que el de calentamiento global —más adecuado atendiendo a lo que está pasando—, sea el problema más grave que enfrenta la humanidad hoy en día. Ahora bien, a la hora de reflexionar con el alumnado, hay que tener en cuenta otros aspectos relacionados. La carrera armamentística nuclear que ha vuelto a crecer para impulsar las ganancias de la economía capitalista que sufre un cierto estancamiento, o las guerras que se están llevando a cabo por los mismos motivos, por ejemplo, están influyendo muy directamente en el calentamiento del planeta. Por otro ladao, el aumento de temperaturas afectará más a los países del sur, a los países más pobres, que a los ricos del norte. De ahí que debamos repensar los comportamientos racistas que no son exclusivos de la población de a pie, por así decirlo, aquellos practicados por las administraciones de manera directa o indirecta. La crisis que estamos sufriendo y que continúa aumentando las desigualdades implica que unas personas sufrirán más las consecuencias que otros: las que pueden hacer frente a las necesidades energéticas y las que no.

Si no se reduce el gasto de energía, aunque sea de fuentes renovables, el futuro del planeta estará en cuestión. ¡Más elementos a tener en cuenta!

Merece la pena remarcar la importancia de actividades de aprendizaje y servicio para concienciar y actuar sobre la deriva mundial que impulsa el sistema económico imperante. Es bueno conocer qué está pasando en otros lugares. Hay luchas por mejorar en países del llamado tercer mundo, aunque a menudo las olvidamos. Deberíamos ser conscientes de que no somos el ombligo del mundo, como nos hace pensar a veces nuestra visión eurocéntrica, uno de los peligros de nuestras reflexiones poco pensadas.

También tenemos que evitar el falso sentimiento de culpa. Nosotros podemos disminuir las agresiones al medio ambiente, pero son las grandes industrias, los grandes monopolios los que realmente están estropeando el futuro de nuestros hijos y nietos. Es como un terrorismo intergeneracional: están condenando a las generaciones futuras.

Aunque dedicáramos mucho tiempo,el papel de la escuela no es suficiente, pero sí imprescindible. Hay que hablar, trabajar. Ahí, muchos aspectos de aquellos que nombramos como valores se pueden hacer patentes: antirracismo, pacifismo, consumismo responsable, lucha contra las desigualdades sociales y económicas… El calentamiento global, el futuro del planeta, pone en cuestión las relaciones de igualdad entre todas las personas. Las etnias, las clases sociales y los géneros quedan afectados de manera diferente. Sin ir más lejos tenemos que pensar seriamente por qué educadores y educadoras dedicamos más tiempo a los niños que a las niñas. De manera quizás inconsciente colaboramos en la desigualdad por motivos de género.

Las clases sociales más desfavorecidas, las personas sin trabajo y sin posibilidades de encontrarlo, las mujeres sometidas, las minorías culturales, los grupos familiares sin hogar fijo, desahuciados y acogidos… todo cabe dentro del saco del futuro de la Tierra, el único planeta que tenemos para vivir. La Tierra resistirá la subida de las temperaturas y parte de la naturaleza también; la especie humana quizás no. ¿Quedará herencia para los próximos años?

Todo lo escrito tiene relación directa con el titular: el futuro de la humanidad está en peligro, el futuro de la enseñanza también. Los gritos de alerta de jóvenes y adolescentes nos tienen que hacer replantear un montón de aspectos; tenemos que llevar a cabo entre todos y todas una sacudida que afecte la manera como vivimos, la manera como enfrentamos los retos vitales individuales y colectivos que tenemos delante. La escuela, como hemos dicho, no podrá hacerlo a solas, pero es una parte importante. No cambiaremos el mundo pero ayudaremos a cambiar a personas que sí podrán cambiar el mundo.

Notas:

[1] Paul Nizan, citado por J. Fontana (2005), La historia de los hombres.

[Joan M Girona es maestro y psicopedagogo. Texto publicado en catalán en el diari de l’educació, 23.05.2019]

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2019

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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