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Tea Rooms. Mujeres obreras

Hoja de Lata,

Gijón,

256 págs.

Rosana Alija Fernández

Si, pese a tener por costumbre entregarse con avidez a la lectura, el nombre de Luisa Carnés no le dice nada, no se preocupe: es normal. Carnés (1905-1964), a quien han calificado como la gran novelista de la Generación del 27, adscrita a la novela social de preguerra, tenía todas las papeletas para ser invisibilizada y caer en el olvido: mujer, comunista, exiliada. Por fortuna, la editorial Hoja de Lata ha recuperado a una novelista inmensa, como se puede constatar en Tea Rooms. Mujeres obreras, una obra que puede ser caracterizada como novela-reportaje, en la que Carnés plasma la cotidianeidad de un salón de té, reflejando espacios y sobre todo personajes que conocía bien, ya que uno de sus empleos fue precisamente de camarera. De clase obrera (entró a trabajar a los doce años), también deja constancia de la experiencia de vivir en la pobreza, de la efervescencia del movimiento obrero en el primer tercio del siglo XX en España y, sobre todo, de la posición de la mujer en una sociedad en la que se atisbaba una oportunidad para su emancipación. Mediante trazos firmes, sin florituras, Carnés ofrece un retrato de grupo que le permite criticar la explotación laboral y sus tremendas consecuencias para las mujeres obreras, atrapadas entre las obligaciones domésticas, la religión, la tradición, y una sociedad que las cosifica y les impone patrones de comportamiento basados en el género. Tea Rooms. Mujeres obreras es un llamamiento a la emancipación de las mujeres a través de la cultura y la lucha colectiva, y la autora no se cansa de poner ese mensaje en boca de sus personajes: “ahora ante la mujer se abre un nuevo camino, más ancho, más noble: ese camino nuevo de que os hablo, dentro del hambre y del caos actuales, es la lucha consciente por la emancipación proletaria mundial”.

El muy oportuno epílogo de Antonio Plaza, que contextualiza la vida y obra de la autora, sirve para confirmar lo que ya se atisba en la novela: Luisa Carnés fue una intelectual comprometida con la igualdad de la mujer, con la lucha obrera, con la construcción de un mundo más justo y menos cruel (“La sociedad viene causando víctimas desde hace millares de años. Por lo tanto, no es una sociedad humanitaria. Es una sociedad llamada a desaparecer”). Lo más preocupante es que su relato suena aterradoramente actual. Pero es de 1933.

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2018

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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