¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Chaperos
Edicions Bellaterra,
Barcelona,
227 págs.
Una exploración del mercado del sexo entre varones
Antonio Giménez Merino
Importante novedad en el campo de la sociología del género que explora sin ambages el poco conocido campo del comercio sexual entre varones, un tema tabú que, a pesar de concernir a un 7% de trabajadores sexuales en Europa (por un 87% de mujeres y un 6% de personas transgénero, según datos de la UE), registra una notable escasez de estudios.
Aunque el mercado del sexo entre varones tiene sus propias especificidades —ampliamente abordadas en este estudio— en relación con el más tratado de la prostitución femenina, ambos presentan considerables puntos en común: el estigma que recae sobre el trabajo sexual, su sometimiento a la idea de orden público, el preconcepto epistemológico, el sexismo introyectado, o la condición subordinada —reproducida desde fuera y desde dentro de este submundo— de las personas discriminadas, además de por las características especiales de su trabajo, por su condición de inmigrantes, por su raza, o más llanamente por ser pobres.
El tratamiento de estos aspectos, a través de un estudio pormenorizado de las características sociales y demográficas de los trabajadores y de su clientela, de las condiciones en que se ejerce la actividad y de las relaciones de poder en estos contextos, hace válido este trabajo la hora de plantearse fórmulas de reconocimiento de derechos laborales a las y a los trabajadores del sexo. Tanto a quienes prestan servicios con pleno consentimiento, como a quienes han sido sometidos forzadamente a estas prácticas pero cuyo trabajo carece de reconocimiento alguno, lo que hace difícil que se planteen —como pretenden las tesis abolicionistas— una alternativa al mismo. A ese respecto, el punto de vista del que parten los autores de no juzgar moralmente el modo en que los trabajadores del sexo consiguen su sustento pero sí criticar las múltiples formas de explotación laboral (y la del sexo es una de ellas) parece el más adecuado a la hora de plantearse una regulación respetuosa con la parte más débil de estas relaciones, sobre todo en consideración de la precariedad que lo suele envolver y de los aspectos educativos, santitarios y asistenciales que conciernen a esta actividad laboral.
El libro sigue la evolución de la prostitución masculina (con especial atención a la decisiva transformación que experimenta en la era digital) desde una perspectiva histórica y social, preponderantemente española, para lo que se sirve con originalidad de técnicas cualitativas como la observación participante y las entrevistas en profundidad. Lo que quiere decir que los autores se ven envueltos en su objeto de estudio con su propio cuerpo, lo que rompe expresamente una lanza en favor de la normalización de un hecho, por lo demás, ampliamente tolerado. En efecto, como se señala en el libro, hay un pacto tácito entre la sociedad (que acepta como correcta la imagen pública del sexo entre varones en el seno del matrimonio igualitario) y las subculturas gais (a las que se les confiere la gestión de los aspectos más incómodos del sexo entre varones), con el efecto de silenciar la realidad de la prostitución entre hombres.
La obra, por fin, pone de manifiesto que la construcción social del trabajo sexual entre varones discurre en paralelo a la de la homosexualidad en occidente, lo que permite adentrarse, desde esta perspectiva particular, en el carácter social e histórico de las relaciones de género. Y en este sentido, como señalan los autores, “el comercio sexual entre varones puede aportar elementos que cuestionan el orden socio-sexual dominante por vulnerar normas de género sobre la masculinidad y normas sobre las fronteras y jerarquías de las clases sociales”.
Desde luego, no faltan puntos polémicos o faltos de un examen más profundo, como las condiciones que permiten distinguir la presencia del libre consentimiento de los sujetos adultos a la hora de contratar, que los autores ven como legitimante del sexo de pago. Pero ello no resta interés, para un público amplio, a esta valiente y documentada obra.
29 /
12 /
2017