¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Que sean fuego las estrellas. Barcelona (1917-1923)
Crítica,
Barcelona,
554 págs.
De cuando la burguesía catalana contrataba pistoleros
José Luis Gordillo
Corría el año 2006 y algunas organizaciones estudiantiles de la Facultad de Derecho de la UB invitaron a Josep-Lluís Carod Rovira —por entonces un alto dirigente de ERC— a impartir una conferencia sobre el pasado y el futuro de Catalunya. El evento, que tuvo un gran éxito de público, se celebró en el Aula Magna de la citada facultad. En la parte dedicada al pasado de Catalunya, Carod Rovira se centró en el siglo veinte para explicar una curiosa historia caracterizada por los enfrentamientos entre Catalunya y España, en la que las proclamas republicanas de Macia y Companys ocuparon un lugar central. Las siglas CNT no fueron pronunciadas ni una sola vez, ni tampoco los acontecimientos que explica Paco Ignacio Taibo II en este libro. Pero ¿se puede entender algo de la Catalunya y de la España del siglo pasado sin aludir a lo ocurrido durante el período comprendido entre el final de la primera guerra mundial y el pronunciamiento de Miguel Primo de Rivera? La respuesta, para cualquiera que ame la verdad, es que no.
Paco Ignacio Taibo II, un escritor mexicano rojo de novela negra, enhebra una brillante reconstrucción de dicha época a partir, sobre todo, de un vaciado exhaustivo de los periódicos de entonces, desde la Solidaridad Obrera (la Soli) a La Vanguardia, pasando por España Nueva, el ABC o la revista Tierra y Libertad, además de una extensa bibliografía. El resultado es una narración en ocasiones vibrante y épica, como el relato de la huelga de La Canadiense, y en otras algo cansina y aburrida, como ocurre en los capítulos finales en los que se reitera hasta la saciedad el conteo macabro y minucioso de los asesinatos y atentados perpetrados por las bandas policiales o parapoliciales al servicio de los empresarios catalanes, los pistoleros de los «sindicatos libres» y los grupos de acción anarcosindicalistas. En cualquier caso, en estos tiempos en los que la lucha de clases ha sido sustituída por la lucha entre naciones en el relato de las izquierdas catalanas soberanistas, recordar que hubo una època, hace ahora cien años, en que los trabajadores se autorganizaban para defender sus derechos básicos, resulta cuando menos refrescante y estimulante para la reflexión (incluída la reflexión crítica sobre las consecuencias prácticas de un modelo de lucha sindical que no le hacía ascos a la autodefensa armada).
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4 /
2017