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El tataranieto de Jean-Paul Marat

Alegato iracundo contra el 99%

En memoria de mi tatarabuelo

Este alegato está escrito por una de aquellas personas que han formado parte de esa ínfima minoría de la población que, en los últimos treinta años y hasta hace muy poco, se opusieron a ti y a los que apoyasteis el capitalismo y el estado de cosas presente. Un escrito, por lo tanto, dirigido contra ti. Sí, has oído bien, tú…

… tú, intelectual en su momento libertario, althusseriano, gramsciano, maoísta o trotskista, que un día vendiste tu biblioteca roja a un librero de viejo y que volviste a llenar tus estantes con pensadores reaccionarios y sobrevalorados como Nietzsche o Cioran.

Tú, viejo profesor PNN sin un puto duro, que cuando ganaste tu bonita cátedra universitaria comenzaste a comportarte como un pope sabiondo y molesto con tus estudiantes.

Tú, dirigente sindical que dejaste de palpar los humores de los tajos para hablar de productividad de las empresas y propugnar “sí críticos” a favor de tratados como los de Maastricht que ahora te están devorando.

Tú, dirigente de partido, que convertiste la política en una profesión que necesitaba de la desmovilización de tus compañeros para que nadie pusiera en peligro tus pequeños privilegios de burócrata.

Tú, ecologista, que concebiste el ecologismo como mero capitalismo verde y apoyaste guerras imperialistas apelando a los “valores humanitarios”.

Tú, ciudadano ingenuo, que no te informaste sobre los tratados de la Unión Europea que ahora te están empeorando la vida porque pensabas que sus autores los redactaron en nombre de un noble “europeísmo”.

Tú, veinteañero sin futuro, que no entendiste que, cuando se tienen veinte años, hacer la revolución no es una opción sino un deber.

Tú, treintañero que aún estás en casa de tus padres y que pensaste que la política era algo que no iba contigo.

Tú, cuarentón gafapasta, que creíste haberte convertido para siempre en clase media y ahora tiemblas con la idea de perder tu curro y de no encontrar otro.

Tú, cincuentón indiferente, que sólo te preocupaste por tus arrugas y por parecer un experto en vinos y que ahora ves peligrar tu pensión.

Tú, sesentón y ex sesentayochero, que a los treinta años te arrogaste el derecho de desencantarte y volverte un descreído, un cínico y un aburrido cultivador de los pequeños placeres domésticos.

Tú, setentón jubilado, que llenaste los pabellones en los que se celebraban los mítines de los grandes partidos burgueses por un plato de jamón y un quinto de cerveza.

Tú, pequeño ahorrador, que perdiste tus ahorros con las “preferentes” por fiarte de un banquero.

Tú, periodista de un diario en quiebra, que dejaste de describir el país real para regocijarte con tus historietas mezquinas sobre el politiqueo hispánico.

Tú, economista deshonesto, que empleaste estúpidas expresiones como “libre mercado” para hablar del capitalismo porque sabías que no se puede luchar contra algo que no tiene nombre.

Tú, gestor cultural, que nunca concebiste la cultura como medio de emancipación intelectual y te deleitaste con la cocina molecular, el arte posmoderno y el “management cultural”.

Tú, tertuliano político televisivo, que deseducaste políticamente al personal con tus frívolas charlas de café.

Tú, militante de la vieja extrema izquierda y del PCE, que entraste en el Partido Socialista porque pensabas que era el único lugar en el que podías “hacer algo” y terminaste apoyando la entrada de España en la OTAN, negando el terrorismo de Estado, minimizando la corrupción y justificando medidas antisociales en nombre del “realismo”.

Tú que durante décadas te declaraste hipócritamente “republicano y juancarlista” hasta que descubriste las miserias de tu Rey y de su atrabiliaria familia.

Tú que no tienes ni idea de lo difícil que fue mantener un discurso de izquierda auténtica en las décadas del pelotazo y el hedonismo.

Tú que no tienes ni idea de lo frustrante que fue mantener una revista roja cuando tu entorno social te tachaba de desfasado.

Tú que no tienes ni idea de lo que fue ir a las manifestaciones y ver siempre las mismas caras.

En definitiva, tú que no tienes ni idea de lo que fue nadar a contracorriente en un mar de agua sucia…

… tú también eres responsable del desastre que está hundiendo a este país. Porque ese 1% de banqueros, plutócratas y políticos corruptos no habría hecho lo que hizo sin tu colaboración acrítica o pasiva, sin tu consentimiento o indiferencia hacia la cosa pública. Es por eso por lo que ese 1% se transformó en un 99% al que pocos, me atrevería a decir que otro 1%, nos opusimos en vano. No te olvides de estas palabras, porque no te las volverá a repetir nadie de mi cuerda política por aquello de sumar fuerzas y convencerte para que te movilices. Yo no te diré lo mismo. Es más, me repugna la idea de luchar contigo por la supervivencia y no sé si aguantaré tu hipócrita lamento de “víctima del sistema”. Yo tengo memoria. Así que, la próxima vez que me veas, acuérdate de este alegato y de tu pasado, porque ya no volveré a perdonarte más errores.

17 /

6 /

2012

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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