Impresiona ver de qué forma el capital en la nube consigue desempeñar cinco funciones que antes estaban fuera del alcance del capital tradicional. Capta nuestra atención. Fabrica nuestros deseos. Nos vende directamente sin pasar por los mercados tradicionales lo que nos ha hecho desear. Fomenta el trabajo proletario en los centros de trabajo. Y crea una ingente mano de obra gratuita (los siervos en la nube).
"American Psycho", o de la distopía reaganiana
El yuppie (“Young Urban Professional”) fue el producto quintaesenciado de la utopía reaganiana de los años ochenta: un joven varón de clase alta, bien trajeado y con estudios de Economía, pregonero de un ultracapitalismo clasista, salvaje y financiarizado, y abanderado del mal llamado “darwinismo social”. Su figura, bien amplificada por los medios de comunicación, marcó en las últimas dos décadas del siglo XX una clara influencia en el lenguaje, en los estilos de vida y hasta en la moda de las sociedades estadounidense y europea. Por no hablar de la política, en la que no sólo encontró una obvia cabida en los sectores de la derecha, sino también —o sobre todo— en los del socialismo europeo: si realmente tuviéramos memoria histórica, nos acordaríamos de los yuppies que crecieron a la sombra del PSOE de Felipe González, del PSI de Bettino Craxi y del PS de François Mitterrand.
Por mucho que, en los últimos diez años, el yuppie fuera retirándose en los ámbitos del mundo de las finanzas (Bolsa y escuelas de negocios), sus desvalores se sedimentaron como sentido común de nuestra vida política. Por eso, conviene recordarle hoy a través de la secuencia inicial de American Psycho, una película basada en la homónima novela de Bret Easton Ellis de 1991. Porque de la utopía del yuppie-asesino Patrick Bateman, o, lo que es lo mismo, de la utopía reaganiana de una sociedad opulenta y hedonista al alcance de aquellos que estuvieran dispuestos a abrazar el sueño del neoliberalismo, sólo queda la distopía de un Occidente en crisis, asustado por el futuro y terriblemente más desigual que hace treinta años.
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2 /
2012