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Notas

Sobre la desobediencia incivil, con una propuesta

Dejémosles que se ahoguen

Una acotación al margen del procés

¿Vamos a proponer algo ante una nueva recesión?

El interminable «procés»

Neoliberalismo: una estrategia de guerra invisibilizada

Al hilo del centenario de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)

La energía nuclear va ocupando su lugar en el mundo

Greta y Donald actúan en la ONU

Otoño caliente

El «manifiesto ecosocialista» treinta años después

De elecciones, gallinas y tareas pendientes

Economistas perplejos

¿Recurrencias?

El arte de aprender a no ser machistas

Una jugada maestra con las autopistas de la Generalidad de Cataluña

El discurso de la identidad y la reacción

Varados en ninguna parte

¿Viene otra crisis?

Utopía y emancipación social

Sin futuro para nuestro alumnado

Seguridad y espacio público

«Chernobyl»

La resaca del ciclo electoral

Los amigos de las desigualdades

15M en Brasil: un tsunami en la educación

Los alumnos/as del grupo E

Nuevo gobierno: ¿nueva educación?

28 de abril: más luces que sombras

La manía de etiquetar: uso y abuso del 'charnego'

Propuestas modestas sobre lo que debería hacerse en política económica

Un futuro para nosotros

Escoger escuela, racismo, clasismo…

¿Cuántas personas recuerdan hoy Chernóbil?

Autoinculparse en favor de los Jordis

Las naciones inventadas

Obituario: Rafael Sánchez Ferlosio

«¿A quién votarías en Madrid?»

A partir de un proceso

La tenue línea roja. De economía roja, verde y violeta

¿Y nosotros en qué creemos?

Lecciones extraíbles de la huelga feminista

La letra pequeña del acuerdo nuclear

Militarismo y ecofascismo

¿Qué innovación llegará a todos los centros?

La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.

Manuel Sacristán Luzón
M.A.R.X, p. 59

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