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Notas

Cuaderno de crisis / 5

Cuestiones boloñesas

Misión de la Universidad (según el Ministerio)

Penas de cárcel y rescates de miles de millones: Enron, Citigroup y otras historias

Apropiación de un holocausto

La especulación en el París del Segundo Imperio

Días de diario

Crisis económica, crisis ecológica y el resurgimiento del keynesianismo

Cuaderno de crisis / 4

ZP y la venta de armas a Israel

Gaza en los medios de comunicación

Cuaderno de crisis / 3

La crisis universitaria y Bolonia (II)

Crónica desde Belém sobre el Foro Social Mundial

Cuaderno de crisis / 2

La misión de la universidad (según la UE)

La marca de los derechos humanos

La crisis universitaria y Bolonia

Un genocidio es un genocidio, aunque lo llamen guerra

Las dos Gomorras

Los eslabones del mal

Izquierda Unida nombra a la Virgen del Rosario “alcaldesa perpetua” de Teba (Málaga)

El Gramsci del Arzobispo

La otra austeridad necesaria

Zapatero en Afganistán

La impunidad del franquismo

Cuaderno de crisis / 1

Justicia de largo recorrido

La Comunidad de Madrid y la servidumbre del mercado

Business as usual

65 horas

La resaca del festín financiero. Recordatorio de amenazas y modesta propuesta de acción

Barcelona: "la sociedad civil" ataca de nuevo

La autorregulación en los mercados financieros

¿700.000 millones para los ricos?

Que no nos vuelvan a engañar con el mercado

Los incendios forestales de 2008

Lo impensable aconteció

Nuevas aventuras de la directiva Bolkestein

Paro masivo y atonía política

Maria Rosa Borràs: in memoriam

El sentido de la vergüenza

Tráfico de armas, especulación financiera y servicios ITV

La reacción judicial a la política antigarantista del ejecutivo norteamericano: la sentencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos en el caso "Boumediene et al. versus Bush"

¿Crisis? ¿Qué crisis?

La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.

Manuel Sacristán Luzón
M.A.R.X, p. 59

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