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Notas

Grecia y la nueva política

¿Moverse hacia dónde?

¿Quién teme a la deuda griega?

Guía sencilla para entender la “lista Falciani"

Carta de la Redacción

Podemos no es antipluralista

La educación y los privilegiados

Una vergüenza

Los tratados internacionales que se avecinan contra los derechos de la clase trabajadora (II): TISA

Grecia y Draghi, ¿dos rupturas?

Sobre victorias, pactos y acción política cotidiana

Cuatro reflexiones a propósito de los atentados de París

El silencio atómico

La lógica del populismo

Convivencia escolar y moral democrática

El rapto de Europa

Los tratados internacionales que se avecinan contra los derechos de la clase trabajadora (I): el TTIP

Grecia: imperialismo frente a democracia

Participación, organización y las nuevas políticas de izquierdas

El fin de la crisis o la crisis sin fin

El blindaje nuclear

14 de diciembre, Japón vota de espaldas a Fukushima

El escándalo fiscal de “LuxLeaks”

Sentidos y significados políticos

División de poderes ahora

Por un cambio de modelo asistencial

Renta básica: universalidad del derecho, distribución según necesidad

Igualdad, democracia y minorías: el caso de las minorías sexuales en Catalunya

En la ciudad sin límites

Comentarios prepolíticos: 20

La crisis japonesa y nosotros

Intereses inconfesables: la valoración de la energía atómica en los informe WEO

Terroristas como no-personas del Derecho

El Patio de Monipodio

Construir

Sobre Ucellacci e uccellini

Para comprender a un ausente

Palabras que piensan: ¿soy ‘vulnerable’ o me ‘vulneran’?

La Caixa: negocio privado, desposesión pública

Tiempos, cuerpos, vidas

El coste de la corrupción política

El legado de Pasolini

Democracia frente a poder oligárquico

La carta del doctor Mita

Reestructuración de las deudas soberanas. ¿Quién le deja preparada la cena a los buitres?

La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.

Manuel Sacristán Luzón
M.A.R.X, p. 59

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