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Notas

De trenes que chocan y represiones previsibles

In memoriam: Enrique Álvarez Cruz

La cuestión del paro estructural

Desmasculinizar

Maniobras nucleares en las «altas esferas». Crónica de abril

La gestión de la participación ciudadana

Huelga general en Brasil

¿Hacia dónde camina Francia?

Los Papeles de Panamá, un año después

Gràcies, Lluís Llach!

La cuestión europea y nosotros

Anticapitalismo y nueva izquierda

Trumpxit, Brexit: el soberanismo neoliberal

Fukushima 2017 y nucleares en primer plano. Crónica de marzo

La normalización fracasa

Juicios poco ejemplares

Educar no es una tarea fácil

La desigualdad es violencia

Poder económico y crisis en España

Pactos de silencio

Ciudades, sostenibilidad, futuro

Democracias

Inicio de la ofensiva pro-nuclear. Crónica de febrero

Vivir del arte

La contaminación catalana

El país dels comuns

El 2017 y las nucleares en España, crónica de enero

Lo más duro...

Empleo y condiciones de trabajo en la "recuperación"

CTD, 1976-2017

A las compañeras y compañeros del magisterio

El factor humano

Desigualdad, inversión y especulación: a propósito de Zara

Tres notas sobre la dimisión de Renzi y la crisis italiana

Lo viejo y lo nuevo

2017, año decisivo para la energía atómica en España

Wonder Woman: una superheroína embajadora de la ONU

Pablo Iglesias y los feminismos

Mujer y religión

Al ataque de las pensiones

Trump, Castro y nosotros

Las raíces históricas de la victoria de Trump

Las indemnizaciones en contratos temporales y la reforma laboral que se avecina

¿Almaraz es una grieta?

En la muerte de Fidel Castro

La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.

Manuel Sacristán Luzón
M.A.R.X, p. 59

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