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De otras fuentes

El mundo de ayer y de hoy

La crisis del gas

De Afganistán a Australia

La FP y el techo de cristal de los chicos de la clase obrera

Afganistán, dos retiradas (y II)

Afganistán, dos retiradas

Entrevista a Silvia Federici

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El cinismo ante Afganistán

Energía, entropía y exergía

La edad de China

¿Afganistán como clavo en el ataúd de la hegemonía de los Estados Unidos?

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La (otra) anomalía española

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Compraventa de pueblos

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El Convenio 189 de la OIT cumple 10 años

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Asombros liberales

Las cuatro cumbres de Biden

Con el mantel puesto

La gran escapada a la derecha

Esperando a los bárbaros

La clase media aspiracional, un fantasma para tiempos de escasez

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Lecciones madrileñas

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¿De qué hablamos desde los feminismos cuando hablamos de cuidados?

Los elementos constitutivos de una derrota sindical

Caldeando el ambiente en Ucrania y Taiwán

Ganar Madrid para salvar la educación

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Una semana ejemplar

Negar el consentimiento. A propósito de la Ley de libertades sexuales

El cuidado, en su lugar

La mercantilización de la disidencia feminista

La Unión Europea hacia China: debilidad y ambigüedad

¡Eso ni lo toques!

La principal conversión que los condicionamientos ecológicos proponen al pensamiento revolucionario consiste en abandonar la espera del Juicio Final, el utopismo, la escatología, deshacerse del milenarismo. Milenarismo es creer que la Revolución Social es la plenitud de los tiempos, un evento a partir del cual quedarán resueltas todas las tensiones entre las personas y entre éstas y la naturaleza, porque podrán obrar entonces sin obstáculo las leyes objetivas del ser, buenas en sí mismas, pero hasta ahora deformadas por la pecaminosidad de la sociedad injusta.

Manuel Sacristán Luzón
Comunicación a las jornadas de ecología y política («mientras tanto», n.º 1, 1979)

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