Skip to content

De otras fuentes

La lección ucraniana

Los grandes disidentes ya son los de Occidente

El derecho a saber

Adulterando la verdad

Elecciones generales en España: buscando el refugio de las certezas

La mentira de Kosovo en Alemania

El año 89

La derecha te roba

El «hasta siempre» de las hetairas

Estadísticas turísticas: un espacio también en disputa

Una serpiente en su fritanga electoral

Los tres delitos del chavismo

En el bosque

Una advertencia desde el Himalaya

La derrota de Estados Unidos en Afganistán

JFK y los demás, silenciados

Paparruchas de uno u otro signo

La Unión Europea puede no sobrevivir al euro

¿Cómo se dice «cool» en chino?

La amenaza del FBI

¿Marcha inexorable hacia la catástrofe climática?

Las ocho horas, una consecuencia de la huelga de La Canadiense

Una oportunidad para el «sanchismo»

La gamificación de la sociedad

¿Por qué se va Merkel?

Una implosión triple y simultánea en el centro de la UE

Una resolución parlamentaria como síntoma

Entrevista a Rafael Poch de Feliu

Google y la agricultura

De los delirios escapistas frente al cambio climático a la búsqueda de respuestas colectivas

Un semáforo francés en ámbar

Elogio de la complejidad

La situación es mucho más peligrosa que en la Guerra Fría

¿Un frente antifascista europeo?

Entrevista a Tica Font Gregori

San Petrov que estás en los cielos

El escándalo Jamal Khashogi y la hipocresía imperial

El ecologismo de Marx

Entrevista a Agustín Moreno

La responsabilidad de los historiadores

¿Cómo educar mientras asesinan a miles de personas que quieren llegar a Europa?

¿Un trumpetazo del Apocalipsis?

Chisgarabís de aparato

Siria, vivir peligrosamente

Una guerra contra el proyecto chino

La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.

Manuel Sacristán Luzón
M.A.R.X, p. 59

+