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De otras fuentes

Esperando a los bárbaros

La clase media aspiracional, un fantasma para tiempos de escasez

Carta abierta a los responsables políticos de la Transición Ecológica, tanto en España como en Europa

La gig economy*, amenaza mortal para la democracia

El aborto como punto de articulación de los feminismos globales

Lecciones madrileñas

No es seda todo lo que reluce

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Ganar Madrid para salvar la educación

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Una semana ejemplar

Negar el consentimiento. A propósito de la Ley de libertades sexuales

El cuidado, en su lugar

La mercantilización de la disidencia feminista

La Unión Europea hacia China: debilidad y ambigüedad

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Tres vectores y nueve frentes de la actual guerra híbrida contra China

La traición de Carmen Laforet

Manosear la democracia y sus instituciones

El derecho a la fiesta

Educar, cuidar, gobernar

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La estrategia de la sanidad privada

Los Estados Unidos en círculo vicioso

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Menosprecio de lo falso

Emperador Trump

Las estrellas solo se ven en la oscuridad

La LOMLOE y la educación como empeño

Ha fallecido John Le Carré

Irán, la violencia y los silencios

Sostenella y no enmendalla

Un breve análisis de la eficiencia de ciclo completo de la economía del hidrógeno verde

Un emérito de mérito

«La Transición es el cimiento de la podredumbre actual». Entrevista a Alfredo Grimaldos

La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.

Manuel Sacristán Luzón
M.A.R.X, p. 59

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