¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Sugerencias para pensar alternativas
A. R. A.
Los dos textos que presento son completamente diferentes, por las características de sus autores y por el enfoque, pero las cuestiones que plantean ambos deben ser consideradas a la hora de abordar un cambio social necesario.
El primer texto, el de Thomas Piketty Breve historia de la igualdad (Deusto, 2021), lleva tiempo circulando y ha sido profusamente citado, lo que no quiere decir que haya sido leído y debatido a fondo. El segundo es una obra colectiva de reciente aparición, y posiblemente de circulación mayoritaria entre ecologistas ilustrados. Se trata del libro, editado por Luis Arenas, José Manuel Naredo y Jorge Riechmann, Bioeconomía para el siglo XXI (FUHEM Ecosocial, 2022).
Los trabajos de Piketty han merecido mucha atención, pues han servido para mostrar que, efectivamente, las políticas neoliberales han contribuido al incremento de las desigualdades. Este nuevo libro tiene la ventaja de que está pensado para un público más amplio; pasa por alto los detallados análisis que justifican sus afirmaciones y se centra en los argumentos esenciales. El postulado central es que en los dos largos siglos de economía capitalista se ha producido una reducción de las desigualdades, pero que ha sido insuficiente y ha vuelto a repuntar en el último periodo. Piketty insiste en la importancia de la propiedad privada, del marco institucional que la delimita, como un elemento central de la generación de desigualdades. Una de sus explicaciones más brillantes tiene que ver con el papel que las instituciones coloniales y neocoloniales han desempeñado a la hora de explicar las desigualdades entre naciones. Coherente con su enfoque, propone un socialismo democrático fundamentado en un cambio en las formas de propiedad, en su democratización, tanto en el plano de la tenencia como en el de la gestión. No hace falta estar de acuerdo con todas sus propuestas para no pensar que plantean un debate esencial, y que esta obra es una invitación a este debate.
Bioeconomía es un texto completamente diferente. Reúne una serie de trabajos que giran en torno a la obra de Nicholas Georgescu-Roegen, el economista rumano que desarrolló un inmenso trabajo en la relación entre la economía y la vida natural, tratando de sacar al pensamiento económico de su desconocimiento de los procesos naturales que están en la base de toda actividad económica. Al incorporar la teoría termodinámica al análisis económico, se ponen en cuestión muchos de los conceptos que se manejan habitualmente en el debate económico: “producción”, “crecimiento”, “productividad”… Y, lo que es más esencial, se expone que el actual modelo económico, caracterizado por el crecimiento de la población y del consumo per cápita y por el consiguiente consumo creciente de energía, materiales y seres vivos, está condenado al desastre en un mundo finito, lo cual pone en cuestión no solo a las sociedades capitalistas actuales, sino también a proyectos alternativos basados en un crecimiento continuo; en suma, el socialismo de la abundancia es una utopía que solo puede sostenerse con una ignorancia básica de los procesos naturales. Entre los diversos trabajos que contiene el volumen, la mayoría de lectura relativamente sencilla, se incluyen reflexiones no solo sobre los límites del modelo productivo, sino también sobre posibles alternativas, sobre cómo plantear un socialismo de base ecológica. Como en el caso de Piketty, se trata más de sugerencias que de propuestas cerradas.
Como es obvio, las dos obras son de naturaleza muy dispar. Se ignoran entre sí, pues parten de preguntas y marcos teóricos distantes. Eso sí, ambas coinciden en un aspecto: ni en los trabajos de Piketty ni en Bioeconomía hay ninguna reflexión clara que dé pistas acerca de cómo transitar hacia un mundo con menos concentración y menos derechos a la propiedad privada, en un caso, y/o hacia un modelo social ecológicamente vivible en el otro. Tampoco hace falta. Lo que sí plantea la confrontación de ambos textos es precisamente esta necesidad de avanzar en la vía de propuestas que trabajen a la vez por la igualdad y la racionalidad ecológica. Por esto animo a su lectura.
28 /
10 /
2022