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Profesor William del Prado

Curso de economía recreativa

China y la economía de mercado

Hay que ver lo despistados que andan los izquierdosos a la hora de entender la globalización. No paran de meterse con el mercado. Como si en el mundo actual fuera el mercado el mecanismo explicativo fundamental. Como un ejemplo vale más que mil palabras, estudiemos el mejor ejemplo del momento: China, el campeón de la última liga de exportadores del mundo.

Aunque nuestras ciudades se pueblan de restaurantes chinos, de restaurantes locales regentados por chinos, de bazares chinos, su presencia no explica por sí sola la penetración de sus mercancías. Más que en los bares y en los todo-a-cien, donde compramos chino es en las grandes cadenas de distribución que venden con marca propia lo que se fabrica en Oriente. No es el mercado de compraventa quien organiza este comercio, sino las grandes organizaciones corporativas que gestionan jerárquicamente la actividad de miles de personas. Los grandes grupos mundiales, por ejemplo textiles, no compiten con los chinos, sino que son ellos mismos los que se han ido a China a buscar proveedores y a generar competencia para sus antiguos suministradores locales. Son estas grandes organizaciones las que coordinan este inmenso trasiego de mercancías en todo el planeta y los que sacan la gran tajada. O si no, ¿cómo se explica que a pesar de la competitividad los precios de estos bienes apenas hayan disminuido?

Tampoco es el mercado el que garantiza los bajos costes de la producción china. Más bien lo son la política y las instituciones locales al permitir salarios bajos, largas jornadas laborales y externalización de costes sociales. ¿Cuándo aprenderéis lo buenas que son las dictaduras para los negocios?, ¿lo fantásticos que resultan este tipo de dirigentes para impulsar proyectos de crecimiento-negocio y olvidarse de los padecimientos humanos? ¿O es que no os acordáis de los pantanos de Franco y de lo barata que era la mano de obra en su tiempo? ¿Para qué entrar en aventuras democráticas cuando podemos beneficiarnos de las ventajas de un poder dictatorial que, además, como se llama “comunismo” desprestigia a las utopías emancipadoras?

¿Cuándo aprenderéis que lo de la competencia perfecta, la competitividad y otras zarandajas de los manuales de economía no son más que parte de la publicidad que necesitamos para vender el mercado? ¿Pero que nuestro funcionamiento real se basa en largas organizaciones jerárquicas y en marcos institucionales que restringen derechos del resto de la sociedad y garantizan nuestros beneficios? Y en esto los dirigentes chinos son un encanto, y favorecen que siempre seamos los mismos los que cazamos los ratones. Bastantes esfuerzos estamos realizando en los países ricos para recortar la democracia como para animarles a ellos a realizar aventuras insensatas.

No está de más recordarlo: “Es papanatismo confundir mercado con capitalismo”. “Es una falacia pensar que “socialismo” equivale a ilustrada autocracia”.

11 /

2007

La principal conversión que los condicionamientos ecológicos proponen al pensamiento revolucionario consiste en abandonar la espera del Juicio Final, el utopismo, la escatología, deshacerse del milenarismo. Milenarismo es creer que la Revolución Social es la plenitud de los tiempos, un evento a partir del cual quedarán resueltas todas las tensiones entre las personas y entre éstas y la naturaleza, porque podrán obrar entonces sin obstáculo las leyes objetivas del ser, buenas en sí mismas, pero hasta ahora deformadas por la pecaminosidad de la sociedad injusta.

Manuel Sacristán Luzón
Comunicación a las jornadas de ecología y política («mientras tanto», n.º 1, 1979)

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