La principal conversión que los condicionamientos ecológicos proponen al pensamiento revolucionario consiste en abandonar la espera del Juicio Final, el utopismo, la escatología, deshacerse del milenarismo. Milenarismo es creer que la Revolución Social es la plenitud de los tiempos, un evento a partir del cual quedarán resueltas todas las tensiones entre las personas y entre éstas y la naturaleza, porque podrán obrar entonces sin obstáculo las leyes objetivas del ser, buenas en sí mismas, pero hasta ahora deformadas por la pecaminosidad de la sociedad injusta.
Juan-Ramón Capella
Morales
Ciudadanos apaleados en plaza pública. El conseller de la Generalitat catalana Felip Puig declaraba que los mossos de esquadra a sus órdenes sólo pretendían asegurar la higiene de la Plaza de Cataluña barcelonesa. Unas razones de higiene que hieden. Por eso los helicópteros policiales sobrevolaron la ciudad desde las 6.30 h. de la mañana; por eso los mossos no eran mossos cualesquiera sino las brigadas antidisturbios. Por lo mismo esos mossos habían eliminado de sus uniformes, previsoramente, los preceptivos distintivos de identificación. Por razones de higiene causaron 160 heridos y por fortuna no hubo ningún muerto.
Los manifestantes —pues eran manifestantes, no meros acampados como rotula cierta prensa— ejercían en la plaza de Cataluña un derecho constitucional, esto es, un derecho que genera obligaciones para los gobernantes: ante todo el de respetarlo y el de hacerlo respetar. Las autoridades han violado sus propios deberes. Están acostumbradas a ignorarlos. Probablemente los culpables —tal es el signo de este sistema que los manifestantes denuncian— no serán responsabilizados jurídicamente por ello, y menos condenados así (desde cualquier otro punto de vista ya lo están).
Otra moral es la de los manifestantes: se mantuvieron sentados en el suelo siempre que pudieron, no respondieron a la provocación policial, no impidieron la incautación de sus enseres por supuestos servicios de limpieza que se apoderaban de ordenadores personales. Mostraron unas manos blancas. Manifestantes pacíficos de verdad.
Dos morales distintas.
El president de la Generalitat —yo no me quiero enterar, que cantaba la Piquer— había hecho una oportuna escapada a Londres, tal vez unas compras, un día que era a la vez el día de autos y el día antes del partido del Barça. Importante viaje político. Viaje político de dos días.
Una es la moral de la gente que nos gobierna; otra, la de quienes manifiestan su protesta. Y la pregunta es: ¿cuál es la moral de los pasivos, de los que se desentienden y evaden que decía Celaya? Las imágenes de lo ocurrido en Barcelona el 27 de mayo no deben caer en el olvido. ¿Esto es democracia?
6 /
2011