¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Sin Ítaca. Memorias 1940-1975
Trotta,
Madrid,
321 págs.
Antonio Giménez Merino
Tengo entre las manos, aún con olor a imprenta, un libro de memorias con poco que ver con el sólito esfuerzo de autojustificación que suele mover a quienes han practicado este género. Aquí, la motivación es dar cuenta en primera persona de una experiencia de resistencia en un periodo de nuestra historia reciente profundamente tergiversado por quienes luego han sabido nadar a favor de corriente. No ha sido el caso del autor, que ordena sus recuerdos con intención de dar perspectiva a los pelotaris dispuestos a seguir luchando en un frontón que seguirá escupiendo una y mil veces la bola. A través de este relato, literariamente muy bello y con buenas dosis de humor, es posible comprender —y ahí reside otra de sus bazas— cómo es posible que la progresiva toma de conciencia de estar viviendo en un sistema profundamente clasista y violento se transforme finalmente en acción, en medio de unas condiciones tan adversas como las proporcionadas por una dictadura. Hay que agradecer a Capella sobre todo la sinceridad que recorre el libro, pero también la elaboración de un exhaustivo y muy práctico índice onomástico al final del libro. De lectura obligada.
4 /
2011