La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
IV Muestra de Cine Árabe y del Mediterráneo
Josep Torrell
La consolidación
Del 16 al 19 de diciembre se celebrará la IV Muestra de Cine Árabe y del Mediterráneo, organizada por SODEPAU y la Asociación CineBaix de Sant Feliu de Llobregat, que es el primer cine autogestionado de España.
El éxito de un festival tiene que ver con las películas que propone y con el público que atrae. Las personalidades invitadas dependen de las películas; y la cobertura mediática suele depender un poco de todo: de los famosos y de la fortuna.
Este año las películas son impecables: nueve películas inéditas y la recuperación de una que pasó por las carteleras con la fugacidad que caracteriza las producciones árabes. Este año proponen Cuscús (La graine et le mulet, 2007) de Abdelatif Kachiche, historia coral de una familia de inmigrantes que luchan contra el destino, ataviado con los trajes de unos cuantos consejeros municipales. Fue el primer papel de la actriz Hafsia Herzi, que inmediatamente obtuvo el premio del Festival de Venecia a la mejor actriz debutante (además del César francés a la mejor actriz). La Muestra exhibe también el último éxito cosechado por Hafsia Herzi, la coproducción franco-marroquí Française (2008), de la joven realizadora Souad El Bouahti. Película que mezcla la aridez del retorno de los inmigrantes al país natal con el punto de vista de los hijos, fuertemente emparentado con el derecho de las mujeres. Souad El Bouahti juega con el título de su película (Francesa) en un final insólito (y reivindicativo).
También emparentada con el movimiento de mujeres, pero de una forma callada, es Granadas y Mirra (2009) de Natjwa Najjar, una producción libanesa que narra la historia de una mujer casada (aunque sola), porque su compañero está condenado a prisión. Como un velo, que deja simplemente entrever, la película suscita serios interrogantes sobre la situación que retrata.
De tema palestino es la película que cierra el ábanico del panorama de cine árabe: El tiempo que queda (2009) de Elia Suleiman, una sátira mordaz y ácida sobre judíos (y, de paso, palestinos). Elia Suleiman hace un repaso histórico de la opresión de los palestinos en cuatro etapas, desde 1948 hasta el presente. Lo novedoso es la mezcla de un sonsonete burlón y una resolución formal, que deja al espectador asentar tranquilamente su mirada en el encuadre. Y, cuando menos lo esperas, el estallido desusado de las carcajadas y del cachondeo, un movimiento liberador que es, al mismo tiempo, pensamiento crítico frente a Israel.
País invitado: Argelia
Argelia es el país invitado, como el año pasado fue Siria, con realizadores como Omar Amiralay. Este año hay directores con amplia solera —en festivales internaciones, no por estos pagos— como Merzak Allouache, y directores cuyo nombre resuena en los mismos foros, comoRabah Ameur-Zaïmeche (cuya película El último maquis cautiva por su forma plástica y su inequívoco mensaje).
Rabah Ameur-Zaïmeche hace un cuento para adultos. La película empero entra en la conciencia del espectador por el color (todas las gamas del rojo, estallando en la pantalla) y por el movimiento de cámara y por el tiempo lento, que muestran la sabiduría y el buen hacer de Ameur-Zaïmeche. Cuento de empresa y trasfondo claramente argelino, que marca su alegoría claramente política. El sentido social se percibe en el color que impregna la película y sugiere lo que las imágenes parcamente dicen.
Por el contrario, Merzak Allouache opta por un estilo aparentemente despojado en Los quemados o Los jóvenes quemados (Harragás, 2009). Su película habla de los dos fenómenos sociales más cruentos del Argelia: la oleada de suicidios entre jóvenes sin salida (fenómeno totalmente acallado por las autoridades) y el intento desesperado de ganar las costas europeas mediante pateras (que suelen terminar el detenciones o accidentes mortales). Es la primera película argelina que se aventura a tratar ambos temas. Hay imágenes que quedan para la historia: por ejemplo, éstas.
Los documentales que presenta la Muestra también buscan en el pasado para mejor comprender el presente y el futuro. Carta a mi hermana (2006) de Habiba Djahnine (que es la hermana de Nabila Djahnine, joven dirigente del movimiento feminista, asesinada el 15 de febrero de 1995). El brutal asesinato de una de sus dirigentes fue un mazazo para el movimiento de mujeres, difundiéndose una ola de miedo que hizo que desapareciera lo poco que había de dicho movimiento.
También es muy interesante Frantz Fanon, memoria de asilo (2002) de Abdenour Zahzah. Fanon (1925-1962) fue bastante celebre durante los años sesenta, como teórico de la descolonización de los pueblos oprimidos. Fanon era psiquiatra, pero nadie se ocupó mucho de ello, hasta que llegó este documental de Abdenour Zahzah y Bachir Ridouh. En los años cincuenta del pasado siglo la nueva psiquiatría no existía siquiera: afloraría diez años más tarde. En Francia había un médico catalán (perseguido por Franco), Francesc Tosquelles (1915-1994), que era pionero en estas prácticas, y que tuvo a Frantz Fanon como asistente y discípulo. Cuando fue nombrado en 1951 uno de los jefes del hospital psiquiátrico de Blida en Argelia, puso en práctica lo que había aprendido. Entre 1953 y 1956 —año en que va a Túnez, como embajador itinerante de la revolución argelina— dirigirá el hospital con medios absolutamente insólitos para aquel tiempo.
¿Y el público?
El público está bien: en su casa, imperturbable.
Bromas aparte, la programación de la IV Muestra de Cine Árabe y del Mediterráneo se caracteriza por su excelencia y acierto, en el sentido de atraer público deseoso de ver un cine que las distribuidoras comerciales no suelen traer: documentales atípicos en su manera de indagar la realidad y sacar a la luz una parte del pasado que nos afecta a todos; ficciones que pretenden decir algo, sin perder de vista a su espectador potencial; obras que dicen sin perder su capacidad de interesar y conmover; u obras que son inequívocamente películas “de autor”, que indagan la forma cinematográfica para tratar de ofrecer nuevas maneras de expresarse con una cámara.
Ahora bien, si bien hay que mencionar la excelencia al escoger las películas, también hay que tener en cuenta las dificultades objetivas. La Muestra se celebra en el único cine autogestionado del país, pero éste no se halla en Barcelona sino a doce kilómetros más allá. Habrá que “concienciar el inconsciente” —con palabras de Frantz Fanon— y sugerir a los espectadores que ir a Sant Feliu de Llobregat es una excelente oportunidad de ver buen cine (que normalmente no pasa por canales habituales). Sólo así será posible el aumento de público que va a marcar la consolidación de la IV Muestra de Cine Árabe y del Mediterráneo.
12 /
2010