La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Albert Recio Andreu
De tigre a ratón
Hace pocos años había un país que era presentado como el modelo a seguir. Le apodaron el “tigre céltico”. Su éxito se basaba en la aplicación estricta de un programa neoliberal: pocos impuestos y libertad de movimientos para las empresas multinacionales. Su crecimiento y nivel de vida eran presentados no como un milagro sino como el éxito de un proyecto bien concebido. Hoy sabemos que no era más que uno de los múltiples espejismos de la era post-moderna. Que el modelo se basaba en una variante del capitalismo especulativo que también se ha dado en su pariente lejano, “el lince mediterráneo”. Y que cuando el endeudamiento financiero y la burbuja inmobiliaria estallaron, el modelo se vino abajo. Y se aplicaron ajustes durísimos sobre sus inexpertos ciudadanos. Sus políticos sin embargo no han cejado en el empeño y, en lugar de trabajar para cambiar de modelo, se han esforzado en seguir aportando fondos para salvar a sus bancos (especialmente el AngloIrish Bank), generando un nuevo endeudamiento y nuevas presiones de los mercados financieros que acaban por afectar a terceros países. Ahora la Unión Europea le exige a Irlanda que suba impuestos, que acabe con las políticas de baja fiscalidad. Se acabó el modelo exitoso. Aunque ahora los impuestos irán a pagar las deudas del banco y no a satisfacer necesidades de la gente. Alguien al menos debería aprobar una reprobación pública de unos modelos que convierten a los países en ratones indefensos. Y pedir que esto se estudie en las facultades de Economía, donde el neoliberalismo sigue defendiéndose como verdad científica incontestable.
10 /
2010