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Perchè Stalin creó Israele

Sandro Teti Editore,

Roma,

Giaime Pala

El título del libro engaña: Stalin no creó Israel. Pero sin él no se habría creado este estado que tanta importancia ha tenido en los acontecimientos mundiales de los últimos sesenta años. Ésta es la conclusión a la que ha llegado el periodista ruso Leonid Mlecin después de una larga investigación durante la cual pudo consultar numerosos documentos desclasificados procedentes de los archivos del KGB, del Ministerio de Exteriores de la URSS y del Politburó del PCUS.

Es cosa sabida que la URSS fue el factor fundamental para que en 1947 la ONU aprobara la formación del estado de Israel en contra de la opinión de ingleses y norteamericanos; pero no lo es tanto que los soviéticos, violando el embargo propugnado por el Reino Unido, le proporcionaran armas a Jerusalén desde el mismo año 1948 través de Checoslovaquia; armas sin las que, como reconoció posteriormente Golda Mayer, los israelís no hubieran ganado la guerra de 1948 contra los palestinos y sus aliados. Una colaboración que terminó a raíz de la violenta campaña antisemita que desencadenó Stalin en su país y del asunto del “complot de los médicos”, cuyas consecuencias contribuyeron al definitivo acercamiento de Israel a las potencias occidentales.

Sobre aquellos sucesos, y más en general sobre la relación URSS-Israel en la segunda posguerra mundial, vuelve Mlecin con una obra bien escrita y metodológicamente rigurosa. Un libro que, como afirma en la introducción el reputado periodista italiano Enrico Mentana (judío y, por cierto, nada sospechoso de antisionismo), recuerda el -hoy silenciado- apoyo ruso a la causa israelí y redimensiona la opinión según la cual la creación de Israel se debió sobre todo a la mala conciencia de las naciones occidentales por la tragedia de la Shoah.

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2010

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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