La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
El espejismo nuclear. Por qué la energía nuclear no es la solución, sino parte del problema
Los Libros del Lince,
Barcelona,
231 págs.
Alfons Barceló
Este es un libro muy armónico, con un solista principal y diversas intervenciones complementarias que embellecen la sinfonía y la convierten en una obra ejemplar. El tema melódico resulta conocido y familiar: “¿Nucleares? -¡No, gracias!”. Pero en asuntos políticos es mala cosa quedarse en las consignas. Conviene cargarlas de razones. Y eso es lo que, en mi opinión, hacen de manera modélica Marcel Coderch (ingeniero de telecomunicaciones por la UPC y doctor en ingeniería eléctrica e informática por el Instituto Tecnológico de Massachusetts —MIT—) y Núria Almiron, licenciada en ciencias de la comunicación y ciencias políticas por la UAB y doctora en periodismo.
Desde luego, cuando se trata de asuntos complicados sobre los que son muchos quienes hablan sin saber, y los buenos modos más bien brillan por su ausencia, conviene recomendar los discursos cargados de racionalidad y presentados con cortesía. Porque no es buena cosa anteponer las consideraciones estéticas o sentimentales al rigor y la racionalidad. Así que, aun cuando resulten ineludibles algunas dosis de retórica, conviene recalcar que, en la medida de lo posible, la defensa de unas u otras opciones sociotécnicas debiera apoyarse en argumentos veraces y exponerse con talante amable. Por eso es muy de agradecer que este libro presente los asuntos con rigor y claridad, atendiendo a las razones de los oponentes, así como a sus motivaciones y al contexto que las envuelve.
Uno de los asuntos mejor esclarecidos en este libro concierne a un asunto importante: cuánto cuesta y cuánto vale la energía atómica. Las conclusiones son contundentes: “El empleo civil de / la energía nuclear / … que fue diseñado esencialmente con fines propagandísticos en ningún momento atendió a consideraciones de viabilidad técnica ni económica” (66). “No hay … pruebas del hipotético bajo coste de la producción de energía nuclear” (71).Y no es la única pega de la industria nuclear: “los cuatro problemas que la han acuciado desde sus inicios / son /: la seguridad, los costes, los residuos y la proliferación. Sólo intereses ideológicos, privados o políticos y la perspectiva de una situación energética desesperada podrían tratar de resucitar a un monstruo moribundo tan inseguro, carente de rentabilidad, extremadamente contaminante y auspiciador de una proliferación armamentística tan letal.” (129). Pero previamente se han presentado de manera cuidadosa las pruebas e indicios que sustentan estos juicios finales.
El corolario de la lección es muy de recibo: “Permitir que el público crea que estamos a las puertas de obtener, con cualquiera de estas nuevas quimeras / fusión nuclear, alquimia con los residuos, nuevos reactores nucleares seguros o el ubicuo hidrógeno, en lugar de desarrollar las energías renovables /, una generación de energía limpia, barata e ilimitada es tanto una falsedad como una enorme irresponsabilidad, porque perjudica sobremanera la tan necesaria imagen de la energía como un bien valioso que en modo alguno debemos ni podemos despilfarrar” (204). “Fingir que podemos continuar creciendo exponencialmente en un planeta con recursos finitos es un absurdo, pero no ver, o no querer ver, este absurdo, es una estupidez.” (207). “Lo que necesitamos no son nuevos sistemas energéticos revolucionarios, sino una reducción significativa de nuestros consumos” (212). “Vivir hoy despilfarrando nuestro capital energético confiando en que mañana nos tocará la lotería porque hemos comprado algunos décimos es, además de irracional, tremendamente injusto para con nuestros hijos y las generaciones que han de seguirlos.” (215).
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3 /
2009