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Ruling America. A History of Wealth and Power in a Democracy

Harvard University Press,

Boston,

384 págs.

Andreu Espasa

En 1984, el senador de Nueva York Daniel Patrick Moynihan exclamaba: «Al menos la mitad de los miembros del Senado actual son millonarios… Nos hemos convertido en una plutocracia… Se suponía que el Senado tenía que representar los estados; en vez de éstos, representa los intereses de clase». Desde entonces, Estados Unidos ha visto crecer la desigualdad social de forma espectacular. En un contexto mundial como el actual, donde el retroceso de conquistas democráticas y el fortalecimiento de tendencias plutocráticas han sido la norma, resulta sorprendente la escasez de estudios como Ruling America. A History of Wealth and Power in a Democracy. Coeditado por los historiadores Steve Fraser y Gary Gerstle, y publicado por la Universidad de Harvard, el libro se propone analizar la historia de las distintas élites políticas económicas norteamericanas y su siempre conflictiva relación con los ideales democráticos de la nación.

Desde los tiempos de la Constitución (un proyecto de las élites del momento para frenar los «excesos» democráticos de las legislaturas estatales) hasta el día de hoy (cuando, en los procesos electorales, el declive de los aparatos de partido ha hecho aumentar la desmesurada influencia de los donantes privados multimillonarios), los ocho capítulos de Ruling America tratan de las diferentes formas en que las sucesivas élites del país han construido su universo social, ideológico y político en el seno de un sistema formalmente democrático. El libro no relata la historia de un triunfo total y definitivo, sin obstáculos ni tensiones. Al contrario, los autores prestan especial atención a las divisiones internas de las élites y a los desafíos —a veces sólo amenazantes, otras veces coronados con éxitos parciales— del exterior, es decir, del demos o pueblo llano. Las aportaciones de Michael Lind y Godfrey Hodgson se cuentan entre las mejores, aunque toda la obra bien se merecería una traducción a cualquier lengua peninsular, como primer paso para inspirar un reto similar entre los economistas e historiadores españoles.

3 /

2009

La principal conversión que los condicionamientos ecológicos proponen al pensamiento revolucionario consiste en abandonar la espera del Juicio Final, el utopismo, la escatología, deshacerse del milenarismo. Milenarismo es creer que la Revolución Social es la plenitud de los tiempos, un evento a partir del cual quedarán resueltas todas las tensiones entre las personas y entre éstas y la naturaleza, porque podrán obrar entonces sin obstáculo las leyes objetivas del ser, buenas en sí mismas, pero hasta ahora deformadas por la pecaminosidad de la sociedad injusta.

Manuel Sacristán Luzón
Comunicación a las jornadas de ecología y política («mientras tanto», n.º 1, 1979)

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