La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Juan-Ramón Capella
La crisis universitaria y Bolonia (II)
2. Bolonia
2.1. ¿Homogeneización?
Se dice que la homogeneización de las titulaciones superiores en el territorio de la Unión Europea resulta conveniente dado el supuesto de movilidad de las personas en su territorio. Los sistemas educativos de cada Estado miembro son diferentes, distintos en muchos casos las titulaciones, y distintas lo que se supone que reflejan los títulos: las capacitaciones.
La homogeneización no es sin embargo una necesidad absoluta y que haya de ser satisfecha de un modo brusco. Es obvio que los licenciados en medicina, por mucho que estén homogeneizados sus saberes en el “espacio europeo”, no podrán ejercer en cualquier país si no saben cosas elementales: por ejemplo, cómo se dice ‘hígado’ en inglés, en alemán o en flamenco o polaco. El ejercicio de la medicina, por seguir con el ejemplo, ha sido abierto en España a muchos —y buenos— médicos árabes sin necesidad de homogeneizar los sistemas de formación de los médicos en España y Marruecos. Abogados españoles, por otra parte, intervienen en acuerdos jurídicos privados internacionales sin tener que homogeneizarse con nadie (por ejemplo, no con sus equivalentes brasileños o chinos). Y empresas españolas emplean a ingenieros indios, con sueldos mucho más bajos que los de aquí.
En el proyecto de “espacio europeo de educación superior” hay muchas cosas que se pueden poner en cuestión. No está nada claro que la “contabilidad” de los créditos haya de ser la misma en todo el espacio europeo. Ni que se adopte el pésimo y plutocrático modelo universitario norteamericano (college + especialización). Lo que la homogeneización haría posible, en cambio, sería un sistema de concurrencia entre las universidades europeas, de modo que las más “competitivas” acaparen todos los recursos y las que lo sean menos emitan títulos devaluados de antemano. Como en Norteamérica, no sería lo mismo un licenciado por Harvard, Yale o el MIT que por Maine u Nuevo México.
Y tampoco está claro quiénes han hecho realmente el planeamiento del rimbombante “espacio europeo de educación superior”. ¿De dónde han salido los papeles de Bolonia?
2.1.1. La governance
El modo en que se acordaron las políticas de “Bolonia” es característico del déficit democrático de los gobiernos europeos. Se recurrió a expertos, esto es, a autoridades académicas de los distintos países, sin abrir debate alguno ni socialmente, en los medios de comunicación, ni políticamente, en los parlamentos de los Estados. Se utilizaron sencillamente las técnicas políticas de la gobernancia (governance). La governance pretende que en la elaboración de las decisiones participa la “sociedad civil”, pero la verdad es que la “sociedad civil” de la gobernancia neoliberal está formada sólo por “expertos” y demás gentes distinguidas, y en la toma de decisiones no se admite en modo alguno la participación externa o crítica. Eso da de sí la elaboración de las medidas por supuestos expertos afines a los grandes poderes sociales y su imposición sin debate a los afectados; con mucha publicidad institucional, claro es. Publicidad prevista de antemano: Bolonia alberga justamente a la más antigua de las universidades europeas.
2.2. El mercado mundial de servicios educativos
La urgencia de las transformaciones diseñadas por “Bolonia” viene impuesta por una razón completamente distinta: la política económica neoliberal transmitida por una directiva del Banco Mundial que exige la integración de la educación superior en el mercado mundial de servicios.
Eso les viene muy bien a los gobernantes, que prefieren dedicar las recaudaciones fiscales a cosas más rentables políticamente que la mejora de la educación.
Dicho de otro modo: el principal objetivo de “Bolonia” es que la educación superior pase de ser una actividad promovida por el Estado a ser una actividad mercantil como otras. Hasta ahora el Estado atiende a necesidades culturales generales aunque algunas de ellas, como la filología, la historia, la filosofía o la musicología, sean vistas como antieconómicas desde puntos de vista estrechos. La ecología lo fue en su día, y así vamos.
Hoy las titulaciones están siendo analizadas en términos de “rentabilidad”: de la relación entre los gastos realizados y los ingresos que generan. (Parece que una empresa privada, KPMG Asesores s.l., ha realizado un estudio de este tipo para la Generalitat de Catalunya).
De ahí la principal aportación de “Bolonia”, que es sólo un primer paso: iniciar una diferenciación en la educación superior empezando por una reestructuración general de los grados académicos.
De una parte habrá unas licenciaturas o diplomaturas disminuidas, con menor contenido que las actuales, en las que aún se dejará sentir el carácter público de la educación. Y quienes puedan completarán su formación mediante masters mercantiles, necesarios para una formación más completa, en la que intervendrá el mercado, esto es, en el que será la demanda resultante de la canalización de los recursos la que establezca qué enseñanzas de máster ofertadas por las universidades subsisten y cuáles no.
2.2.1. El coste futuro de estudiar
Ello va a traducirse en lo siguiente: ante todo en el precio de los servicios educativos. El objetivo es trasladar a los estudiantes una parte mayor de los costes de la educación superior. Se pretende que ésta deje de tener un precio político para aligerar el sistema fiscal público. Para eso las matrículas de máster pasarán a costar normalmente bastante más que los cursos actuales de licenciatura o doctorado, y el precio de las matrículas de los cursos de licenciatura o diplomatura se elevará.
El montante de esa elevación, puesto que se trata de futuro, no es fácilmente determinable hoy, pero se puede barruntar que el precio del crédito de un máster oficial (público) multiplicará entre 1,5 y 2,8 el precio del crédito de la licenciatura.
Para publicitar el cambio se insiste en que serán creadas líneas de crédito bancario para que los estudiantes puedan pagar la elevación de las tasas. O sea, que además de hipotecarse de por vida en el futuro para acceder a una vivienda propia, los estudiantes tendrán que endeudarse de inmediato, además y previamente, para completar sus estudios. Eso con la perspectiva de los empleos mileuristas que el mercado de trabajo les ofrece.
Este cambio, si se llega a implantar, agigantará el clasismo y las jerarquías sociales basadas en el dinero. Las minorías pudientes irán a estudiar al extranjero o a universidades privadas y comprarán los masters más caros. El resto tendrá que conformarse con las licenciaturas y diplomaturas devaluadas que establece el sistema de Bolonia.
2.2.2. Algunas pequeñas miserias
Hay que hablar también de pequeñas miserias.
Una de ellas es la existencia de masters privados, una variante autorizada hoy en las universidades. Estos masters privados son una forma de obtener sobresueldos. Para los alumnos valen unos 240 euros por clase recibida. Por coordinar un master de este tipo se puede llegar a cobrar hasta 6000 euros, y hay profesores que han coordinado hasta treinta; alguno de los especialistas en este tipo de tenderetes ha llegado a rector. Casi ningún titular de estos másters quiere convertirlo en un máster público: prefieren mantener su corralito particular.
Hay también centros superiores privados que acogen a profesores universitarios de dedicación a tiempo completo para dictar sistemáticamente cursos, series de conferencias o colaborar en tutorías. Como el tiempo empleado en la universidad no es controlado, ni tampoco el cumplimiento del estatuto de dedicación a tiempo completo, también aquí hay espacio para los sobresueldos.
2.3. ¿Calidad de la enseñanza?
No hay nada en “Bolonia” que garantice un incremento de la calidad de las enseñanzas universitarias.
En realidad, lo que interesa en este momento no es la calidad de la enseñanza, sino el incremento de la recaudación.
Para la homogeneización de los grados se están poniendo en práctica medidas “pedagógicas” consistentes en recortar la autonomía de los docentes mediante programaciones de sus enseñanzas que ponen énfasis en las competencias (un término que procede de la llamada “economía de la educación”) o consecuencias prácticas obtenidas de ellas. Eso deja de lado que determinadas investigaciones avanzadas, características de la educación superior —como pudieron ser en su día las geometrías no euclídeas, la ecología, los estudios de género u hoy ciertos modelos económicos matemáticos—, pueden carecer momentáneamente de consecuencia práctica alguna. También hay que decir que estas nuevas y modernas “programaciones” no son en muchos casos más que un mero cambio de fachada, uniformista y burocrático, de los programas reales de docencia.
Por otra parte reaparece en las universidades la vieja enseñanza por libre del franquismo en forma de “cursos no presenciales”: cursos que no son impartidos, sino meramente vendidos y examinados, naturalmente con criterios muy laxos, en vez de atender en serio las necesidades de los estudiantes que compaginan el estudio con el trabajo, que son cada día más.
La mayor parte de estas “innovaciones” proceden de las Facultades de Pedagogía, con su énfasis en las metodologías docentes y no en los contenidos transmitidos, que tan notables resultados han cosechado ya en la calidad de la enseñanza media.
2.3.1. Recorte de plantillas
Para reducir los costes de las universidades se estimula las prejubilaciones del profesorado, al objeto de disminuir el volumen de los gastos docentes. Parte del coste de los salarios de los prejubilados como eméritos son trasladados al sistema de clases pasivas del Estado. El emeritaje deja de ser un modo de conservar en las universidades el saber acumulado por ciertos profesores particularmente competentes para convertirse en una pieza del sistema de recorte real de las plantillas de profesores.
2.4. La imposición de “Bolonia”
Las autoridades políticas y académicas van a tratar de contraponerse a las justificadas protestas de los estudiantes contra el “proceso de Bolonia” con las dos armas que tienen a su disposición: la publicidad y la policía.
La publicidad, para conseguir que “Bolonia” sea “bien entendida”. Quienes se contraponen a “Bolonia” son presentados como gente torpe que no ha comprendido bien las bondades del cambio. Pero la publicidad no interrumpe la aplicación de las medidas boloñesas ni estimula un debate en el que participen los universitarios y también la sociedad. Los instrumentos de mediación sociales existentes hoy —fundamentalmente los partidos políticos— distan mucho de progresar adecuadamente hacia la comprensión de los verdaderos problemas de las gentes. Probablemente un debate sobre el proceso de “Bolonia” exija la constitución de comisiones y reuniones que lo animen: un movimiento para empezar de los universitarios, pero abierto a sectores sociales externos a las universidades.
La policía será usada si se consigue presentar las protestas como “violentas” o “minoritarias”. Una parte del actual profesorado de las universidades apoyará su intervención, pues para muchos profesores nadar con la corriente es lo que hay que hacer para preservar su status actual.
Es necesario que el debate y la crítica se mantengan dentro de los límites del pacifismo y el respeto democrático hacia los demás. La violencia sólo puede servir como provocación contra el movimiento universitario, para justificar la represión. Lo que ocurre en Grecia en el momento de redactar estas notas no es precisamente un ejemplo.
2.4.1. Adquirir perspectiva; proyectar el futuro
Los universitarios de toda Europa ven con ojos críticos el “proceso de Bolonia”. Los estudiantes y profesores que exigen la revisión de los acuerdos boloñeses no se pueden aislar, sino explicarse y relacionarse con otras experiencias y con otros movimientos sociales. La mercantilización de las universidades se debe detener. El objetivo de los poderes no es privatizar las universidades, sino gestionarlas con criterios procedentes de las empresas privadas. Por eso las autoridades juran que las universidades no se privatizarán. Callan que les basta el objetivo de que funcionen como empresas en un mercado de servicios educativos.
Las universidades han de ser la sede principal de la crítica intelectual, cultural y política de su actual conformación. Y han de promoverla las gentes más disponibles para ello: los universitarios. En mi opinión los estudiantes deben ingeniar e instrumentar actividades culturales no competitivas, otras también auto-reflexivas, y la crítica del profesorado material o culturalmente absentista.
La renovación de las universidades ha de tener en perspectiva los grandes problemas del mundo contemporáneo: el manojo de los problemas ecológicos y demográficos, las enormes desigualdades sociales del mundo globalizado, el fracaso de la actual configuración de empresas y mercados, la militarización del mundo, las migraciones y la efectiva pluralidad cultural de las sociedades opulentas, la insuficiencia de las actuales instituciones políticas. La crisis de la civilización que conocemos habrá de ser afrontada por personas de formación más sólida que las que predispone el espacio europeo de educación superior.
NOTA: Publicamos aquí la segunda parte de este trabajo, que ha aparecido impreso completo en el número de enero de la revista El Viejo Topo.
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2009