Vosotros, los que estáis ahí, sí, vosotros, mis contemporáneos que os creéis superiores a
las generaciones precedentes y que os consideráis vacunados contra esta propaganda de
guerra simplista y burda que engañó a nuestros padres, a nuestros abuelos, a nuestros bisabuelos, ¿estáis seguros de que lo que os dicen ha sido así? Haríais mejor examinando más de cerca lo que acaban de deciros vuestros medios de comunicación, porque puede que os lo hayáis tragado ¡No hay que remontarse a 50 o 100 años atrás! sino a ayer mismo, durante la guerra contra Irak, Yugoslavia, Rusia y Palestina.
Un hombre afortunado
(trad. de Pilar Vázquez), Alfaguara,
Madrid,
185 págs.
Antonio Giménez Merino
A pesar del tiempo transcurrido desde la publicación en inglés de esta obra de Berger (1967), su lectura es del todo recomendable por varios motivos. El primero de ellos, de contenido: se trata de un importante ensayo de inspiración gramsciana que confronta el conjunto de valores de la clase trabajadora del campo inglés con el pensamiento científico encarnado en un médico rural, en el contexto anterior a la tercera revolución industrial. Leída hoy, esa confrontación –y contaminación, en tanto el protagonista resulta ser un médico verdaderamente preocupado por las condiciones de vida de sus vecinos– ofrece numerosos elementos para tomar distancia crítica del actual estadio de la cultura. El segundo de ellos, de actitud: la empatía de Berger tanto con el espíritu estoico y humanista de John Sassall como con las gentes del medio rural desprovistas de medios de cultura anticipa la posterior trayectoria intelectual y vital del autor. El tercero, de estilo: <i>Un hombre afortunado </i>se mueve inteligentemente entre el ensayo y la narración, apoyado en la aportación estética del fotógrafo Jean Mohr.
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2009