La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Juan-Ramón Capella
Zapatero en Afganistán
Es de temer que Obama quiera compensar la retirada de Iraq cediendo a las presiones ultras que piden un mayor “compromiso” en Afganistán de Norteamérica y sus aliados de la Otan. Ese mayor “compromiso” vendría sugerido por el fracaso de la política de guerra seguida hasta ahora. La resistencia afgana, al que la prensa denomina talibán cuando ni siquiera sabemos si es talibán, pastún o la pura y simple resistencia contra el invasor extranjero que dura ya treinta años, es fuerte. Los bombardeos norteamericanos causan sobre todo víctimas civiles. El gobierno títere de Karzai está completamente aislado. La situación es tal que soldados norteamericanos con consciencia empiezan a desertar, como hicieron en Vietnam, aunque su número es aún muy pequeño. Las tropas españolas, por su parte, se encierran en su base, a la que no dejan entrar a refugiarse a civiles afganos que lo piden para no atraer ataques de los resistentes.
Hay teóricos de la “gobernancia”, como Francesc Vendrell, inspiradores de la opinión políticamente correcta en España, que tratan de justificar la presencia militar española en Afganistán con dos argumentos: que eso es necesario para nuestra seguridad, por una parte, y que es lo mejor para los propios afganos. El segundo argumento es, característicamente, un argumento colonialista, paternalista, que avergüenza, pues viene a significar que es la Otan y no las poblaciones, la gente afgana, quien tiene la última palabra en la determinación de lo que les conviene a los afganos.
En cuanto al primer argumento, el de nuestra seguridad, casa muy mal con la experiencia que se tiene de lo que es el terrorismo fundamentalista islámico en los países ricos. Quienes atacaron los trenes de Madrid o atentaron en Londes no procedían de ningún “santuario” afgano o pakistaní, sino que eran grupos más bien aleatorios de personas fanáticas que viven en la emigración. La presencia de tropas españolas en Afganistán no puede conseguir otra cosa que excitar en esos grupos los deseos de venganza.
No es de recibo que el presidente Zapatero y la ministra Chacón sigan enviando mensajes de condolencia a las víctimas españolas de esta política de envío de tropas para servir de coartada a la brutal presencia norteamericana. Mensajes para los que incluso parece haber alguna falsilla preparada de antemano y que van acompañados de condecoraciones a título póstumo. Todo eso es vergonzoso. Sería mejor que dijeran la verdad a los familiares de los muertos y a los heridos: habéis sido sacrificados a nuestra política, y los que mandamos os estamos muy agradecidos.
No debemos permitir que se refieran a los muertos en nuestro nombre. Para nosotros, los muertos españoles en Afganistán son víctimas. Como lo son las de las bombas norteamericanas. Un mínimo de decencia política debería hacer volver a esas tropas a casa. Y un mínimo de compromiso con la paz debe ser exigido también a nuestros conciudadanos.
12 /
2008