¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Todo fluye
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores,
Barcelona,
288 págs.
Juan-Ramón Capella
Éste es el último libro, una novela-ensayo, del autor de Vida y destino, y su traducción castellana (de Marta Rebón) una excelente noticia. Aunque el estilo literario de Grossman delata al gran periodista que fue, para bien y para mal, su trasfondo tiene una densidad que difícilmente pueden alcanzar los escritores light preferidos por la gran industria editorial y recomendados por los enchufados de universidad que suelen ejercer de críticos en los media de los grupos empresariales correspondientes. Todo fluye facilita hacerse una idea bastante precisa de las causas de la apatía política en que cayeron las poblaciones de la antigua Unión Soviética y el tipo de mentalidad que fomentó la versión burocrática de aquella falsedad bautizada como “socialismo en un solo país” y que acabó en nacionalismo granruso. La criminalidad del gobierno staliniano y la complicidad con él de tantas gentes corrientes, agentes embaucados suyos y a la vez víctimas, aparecen dibujadas con una precisión que causa horror, en especial las grandes hambrunas causadas por la colectivización forzosa del trabajo campesino, de una parte, y de otra el infierno represivo de aquel poder despótico. Grossmann es de los que hubieran podido decir con verdad aquello de nada humano me es ajeno. La lectura de Todo fluye ensombrece el espíritu hasta el punto de obligar al lector a interrumpir la lectura para recuperar el ánimo. Su libro manifiesta una verdad sublevante y un horror indecibles.
12 /
2008