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Todo fluye

Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores,

Barcelona,

288 págs.

Juan-Ramón Capella

Éste es el último libro, una novela-ensayo, del autor de Vida y destino, y su traducción castellana (de Marta Rebón) una excelente noticia. Aunque el estilo literario de Grossman delata al gran periodista que fue, para bien y para mal, su trasfondo tiene una densidad que difícilmente pueden alcanzar los escritores light preferidos por la gran industria editorial y recomendados por los enchufados de universidad que suelen ejercer de críticos en los media de los grupos empresariales correspondientes. Todo fluye facilita hacerse una idea bastante precisa de las causas de la apatía política en que cayeron las poblaciones de la antigua Unión Soviética y el tipo de mentalidad que fomentó la versión burocrática de aquella falsedad bautizada como “socialismo en un solo país” y que acabó en nacionalismo granruso. La criminalidad del gobierno staliniano y la complicidad con él de tantas gentes corrientes, agentes embaucados suyos y a la vez víctimas, aparecen dibujadas con una precisión que causa horror, en especial las grandes hambrunas causadas por la colectivización forzosa del trabajo campesino, de una parte, y de otra el infierno represivo de aquel poder despótico. Grossmann es de los que hubieran podido decir con verdad aquello de nada humano me es ajeno. La lectura de Todo fluye ensombrece el espíritu hasta el punto de obligar al lector a interrumpir la lectura para recuperar el ánimo. Su libro manifiesta una verdad sublevante y un horror indecibles.

12 /

2008

La principal conversión que los condicionamientos ecológicos proponen al pensamiento revolucionario consiste en abandonar la espera del Juicio Final, el utopismo, la escatología, deshacerse del milenarismo. Milenarismo es creer que la Revolución Social es la plenitud de los tiempos, un evento a partir del cual quedarán resueltas todas las tensiones entre las personas y entre éstas y la naturaleza, porque podrán obrar entonces sin obstáculo las leyes objetivas del ser, buenas en sí mismas, pero hasta ahora deformadas por la pecaminosidad de la sociedad injusta.

Manuel Sacristán Luzón
Comunicación a las jornadas de ecología y política («mientras tanto», n.º 1, 1979)

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