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Higinio Polo

La arrogancia del embajador

El pasado 10 de abril, Eduardo Aguirre, embajador norteamericano en España, ofreció una conferencia en el Círculo Ecuestre de Barcelona (un club de la burguesía catalana) con el título «Más allá de Bucarest: retos y oportunidades para la OTAN». El embajador —destinado en 2005 a Madrid por George W. Bush, seguro del terreno que pisaba, dueño de la arrogancia que acompaña a casi todos los diplomáticos norteamericanos en el mundo, olvidadizo en los asuntos que Washington prefiere ocultar, seguro de la impunidad con que puede mentir sin que nadie, en foros como el Círculo Ecuestre, le ponga ante el espejo de sus mentiras— destacó en su intervención que tanto Estados Unidos como España tienen como prioridad número uno la lucha contra el terrorismo, e insistió en que la OTAN tiene grandes desafíos en los Balcanes, en Afganistán y en Asia Central. Al parecer, todo el acto transcurrió de forma cordial y educada.

Sin embargo, con la soberbia tradicional de que han hecho gala en los últimos años los miembros del gobierno Bush, Eduardo Aguirre se permitió incluso la descortesía de aleccionar públicamente a España sobre el rumbo de su política exterior, en una grosera intromisión en los asuntos internos de otro país que puso de manifiesto la exigencia de Washington a Madrid: el gobierno español debe subordinarse a la política norteamericana y a sus intereses. El embajador Aguirre, un decidido intervencionista en los asuntos internos de otros países, llegó incluso a exigir a los bancos españoles que no negocien con Irán, que los ciudadanos españoles no viajaran a Cuba (sugiriendo, en el colmo de la zafiedad, que muchos lo hacían para “practicar turismo sexual”), y a exigir que no se apoyase al gobierno cubano. Finalizó pidiendo una campaña propagandística (que debería ser pagada por el erario público) para crear entre la población española un estado de opinión favorable a que “la OTAN pueda actuar con las manos libres en Afganistán”. Por increíble que parezca, y siete años después de la invasión norteamericana de Afganistán, el embajador Aguirre estaba pidiendo que se hiciese pedagogía de la guerra. Hizo pocas referencias a Iraq, pese a la cercanía del quinto aniversario de la invasión norteamericana, tal vez porque los centenares de miles de muertos que ha causado la feroz intervención de su país no merecen, para él, ni siquiera un leve recordatorio.

El mismo día que el olvidadizo embajador impartía su doctrina en el Círculo Ecuestre y repartía sus amenazas a sectores de la sociedad española, el diario barcelonés La Vanguardia publicaba una entrevista con el investigador Trevor Paglen, donde éste explicaba que el presidente Bush y la CIA habían impulsado un programa secreto de detenciones y tortura con ramificaciones en todo el mundo. Además de Guantánamo, Paglen ha documentado la existencia de cárceles secretas norteamericanas en Tailandia, Egipto, Siria, Marruecos, Polonia y Rumanía, además de en algunos países africanos. Por supuesto, Aguirre no dijo ni una palabra sobre ello. De manera que los norteamericanos no sólo siguen bombardeando a la población civil en Iraq o Afganistán, no sólo siguen organizando grupos de mercenarios que salen de caza en el atormentado Oriente Medio, no sólo siguen planificando fríamente el asesinato de quienes se oponen en Iraq a la ocupación, sino que, además, siguen torturando a detenidos en esas prisiones secretas, puesto que, como sabemos ahora, los agentes y mercenarios de la CIA han secuestrado a decenas de personas en diferentes países del mundo.

La entrevista con Trevor Paglen no fue la única noticia que desmintió clamorosamente las palabras del arrogante embajador. Tres días después de su conferencia, otro diario, El País, también poco sospechoso de albergar intenciones antiamericanas, difundía un reportaje sobre el libro que acaba de publicar Carla del Ponte, la antigua fiscal del tribunal de la ONU para la desaparecida Yugoslavia. En ese libro, la fiscal documenta la ferocidad de la guerrilla albanokosovar del UÇK (organizada, armada y financiada por Estados Unidos para culminar la destrucción de la antigua Yugoslavia), guerrilla que llegó a asesinar a centenares de serbios trasladándolos a un hospital-prisión de la ciudad albanesa de Burrel, donde los presos eran sometidos a operaciones quirúrgicas para extraerles las vísceras que después enviaban y vendían a hospitales de otros países que son cómplices en el mercado negro mundial de tráfico de órganos humanos. Cuando los prisioneros serbios ya no podían suministrar órganos, eran asesinados. Esa espantosa casa de la muerte —organizada en un país, Albania, que se ha convertido en un verdadero protectorado de Estados Unidos, donde su embajada supervisa la acción del gobierno— es otra muestra más del verdadero rostro de la política exterior de Washington.

Por supuesto, en su conferencia del Círculo Ecuestre, el embajador Aguirre no dijo ni una sola palabra sobre ese proceder de su país y de su gobierno, como no dijo nada de la ferocidad con que Washington está forzando a otros países aliados en la OTAN a participar en sus guerras de conquista. Tampoco se hubiera sentido conmovido el embajador ante la evidencia de los desmanes y atrocidades que el gobierno Bush está cometiendo en el mundo si algún asistente a su conferencia le hubiera puesto frente al espejo de sus mentiras: con toda probabilidad hubiera hecho gala, una vez más, de su desenvuelta mendacidad, de su falta de humanidad, de su frialdad ante el sufrimiento ajeno. De hecho, no hacía falta que nadie le interrogase, porque la sensibilidad del gobierno norteamericano ante las reclamaciones y las protestas puede ilustrarse con la respuesta que dio el director de la CIA a Carla del Ponte, cuando le pedía ayuda para detener a criminales de guerra: “Mire, señora, lo que usted piense me importa una mierda”.

Mientras, en el Círculo Ecuestre, Aguirre tenía la desvergüenza de hablar de “turismo sexual” para atacar una vez más a Cuba, el mentiroso embajador no dijo una palabra sobre la posibilidad de cerrar los numerosos burdeles que sus empresas-pantalla organizan por todo el mundo para servicio de los soldados norteamericanos. Mientras hablaba de grupos terroristas, el mendaz embajador olvidó mencionar el activo terrorismo de sus mercenarios en Iraq, Afganistán, Líbano o Irán. Mientras exigía que el gobierno español envíe más soldados a Afganistán, pasaba de puntillas sobre la catástrofe humana que sus tropas han causado en Oriente Medio.

La conferencia de Eduardo Aguirre fue un acto más de la mentira, porque el gobierno norteamericano, por boca del embajador, no sólo nos miente, no sólo nos amenaza, sino que además oculta interesadamente que está manteniendo prisiones secretas por el mundo, deteniendo a muchas personas inocentes, organizando grupos de terroristas mercenarios, extendiendo la guerra, violando la legalidad internacional, incumpliendo las Convenciones de Ginebra, ayudando a organizaciones de mafiosos y criminales cuando le resultan útiles, instalando en el poder a criminales como Hashim Thaçi, jefe del UÇK y ahora primer ministro de Kosovo, cerrando los ojos ante la utilización de mataderos clandestinos como el de Burrel, en Albania.

5 /

2008

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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