La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
José A. Estévez Araújo
"Nostalgia de otro futuro", de José Luis Gordillo
El 17 de febrero de este año, los 109 diputados del Parlamento kosovar aprobaron declarar la independencia de su país y el veinte de marzo se cumplió el quinto aniversario de la invasión de Irak. Estos son dos de los hechos cuya génesis y significado podemos ahora comprender mejor gracias al libro escrito por José Luis Gordillo, Nostalgia de otro futuro, publicado por la editorial Trotta hace pocas semanas.
En relación con el primero de esos acontecimientos, el Consejo Europeo emitió una declaración en la que se afirma que la autodeterminación de la antigua provincia serbia constituye un caso sui generis que en ningún supuesto debe considerarse como precedente. Al amparo de esa doctrina del caso sui generis los medios de comunicación han aprovechado para rescribir la historia de la guerra que la OTAN entabló contra Yugoslavia en 1999. De acuerdo con la versión actual, resulta que en aquel entonces Kosovo estaba siendo objeto de una limpieza étnica por parte de los serbios. Los bombardeos de la OTAN sirvieron para proteger a los albano-kosovares y para que éstos pudieran regresar a sus hogares.
Así, Ramón Lobo, corresponsal en Pristina, escribía en el diario El País del día 18 de febrero que: “El Kosovo independizado ayer empezó a nacer con sufrimiento en 1999, entre la brutal represión de las tropas de Slobodan Milosevic, que expulsaron fusil en mano a la mitad de la población albanesa (casi un millón de personas), y de las bombas de la OTAN, que acudió en su socorro.” Y que “Acabada aquella guerra, la última de las cuatro balcánicas, Serbia se retiró de Kosovo con sus tropas y sus símbolos dejando atrás un reguero de fosas comunes y destrucción.”
La lectura del libro de José Luis Gordillo nos da, sin embargo, una imagen de lo que pasó radicalmente distinta de ésta. En primer lugar, el éxodo masivo de personas empezó después de los bombardeos de la OTAN y no antes. La intervención armada de la alianza provocó la huida de la población por miedo a las bombas y facilitó la tarea de los paramilitares serbios. Por otro lado, no hubo ningún genocidio de la población albano-kosovar: el equipo de investigadores que envió el Tribunal Internacional de la Haya en 1999 encontró 2000 cadáveres, y eran tanto de personas serbias como albanokosovares. Lo que hubo en Kosovo fue una guerra civil y, tras la retirada del ejército serbio, se siguieron cometiendo numerosos actos de violencia contra serbios, gitanos y albano-kosovares moderados por parte de los paramilitares albaneses. Como denunció Amnistía Internacional, la OTAN no adoptó medidas para acabar con esa violencia étnica.
Si la intervención de la OTAN no alivió, sino que agravó la situación de la población de Kosovo, ¿cuál fue la razón real que motivó la acción armada? La tesis de José Luis Gordillo es que lo que se pretendía era reafirmar el papel de la OTAN y de las fuerzas norteamericanas en Europa. Es decir, se trataba de rematar la faena iniciada en Bosnia para justificar la subsistencia de la organización atlantista y la persistencia de la intervención estadounidense en el continente europeo. El decidido apoyo norteamericano a la independencia de Kosovo puede entenderse dentro de esa misma línea de mantener la presencia de sus tropas en Europa y crear discordia en el seno de la UE y entre la UE y Rusia. El hecho de que en Kosovo se haya construido una gigantesca base estadounidense, la de Camp Bondsteel, abonaría esa interpretación.
El segundo acontecimiento, la guerra de Irak, tiene que ser inscrito en el contexto de lo que José Luis Gordillo denomina “guerras por el petróleo”. Se trata de toda la serie de acciones armadas que se han emprendido en los últimos años para controlar ese recurso escaso y finito. Y como en Oriente Medio se encuentran los dos tercios de las reservas mundiales de petróleo, para los países occidentales es vital controlar el suministro procedente de esa zona del mundo.
Las guerras por el petróleo responden a un planteamiento a corto plazo. Se trata de conseguir una ventaja inmediata sobre los demás, pero sin solucionar el problema de fondo que plantea el fin de la era del petróleo. José Luis Gordillo utiliza la idea del “plan X” de que hablaba Raymond Williams en su libro Hacia el año 2000, para caracterizar esa estrategia: lo que se pretende es conseguir un margen de maniobra momentáneo, porque se abriga un profundo pesimismo sobre la posibilidad de solucionar los problemas ecológicos y económicos de fondo.
Las dos invasiones de Irak constituyen una manifestación de esa estrategia. El objetivo que ha perseguido el gobierno norteamericano con ellas es el de tener acceso al petróleo de ese país e intensificar su presencia militar en Oriente Medio. Además, entre la primera invasión de Irak y la segunda tuvieron lugar los atentados contra las torres gemelas y el Pentágono que dieron inicio a la guerra contra el terrorismo. Esos atentados fueron, como señala José Luis Gordillo, una especie de nuevo “Pearl Harbor”, lo que permitió justificar un extraordinario incremento del presupuesto militar estadounidense.
Justo antes de la segunda invasión se produjo lo que en el libro se designa como la “globalización de la resistencia antimilitarista”. En efecto, el 15 de febrero de 2003 tuvieron lugar manifestaciones en contra de la anunciada invasión de Irak, que reunieron simultáneamente a millones de personas en seiscientas ciudades de todos los continentes. Diferentes encuestas que se realizaron ese mismo año pusieron de manifiesto la oposición de la población mundial, europea y española a la invasión de Irak (en España entre el 85 y el 90% de los encuestados se declararon contrarios a la misma). A pesar de esa oposición, Bush invadió y el gobierno de Aznar y los parlamentarios del PP le apoyaron. Se verificó, así un caso (más) de oposición entre la voluntad del pueblo representado y la de sus (supuestos) representantes, que se resolvió a favor de estos últimos.
Pero la historia no acaba ahí. Como señala José Luis Gordillo, tras la toma de Bagdad, tuvo lugar un cambio de postura de los gobiernos y políticos que se habían manifestado contrarios a la guerra. Así ocurrió con Felipe González y Jordi Pujol o con los gobiernos francés y alemán. Por su parte, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó las resoluciones 1483 y 1511 que vinieron a legalizar la invasión, atribuyendo la titularidad del poder político a los invasores. Estas resoluciones marcaron el fin de las críticas de fondo de Rodríguez Zapatero, el cual manifestó que se sentía “cómodo” con la resolución 1511.
La retirada de las tropas españolas de Irak, tras el acceso del PSOE al poder fue un gesto de gran importancia. Pero, como señala José Luis Gordillo, esa retirada fue “compensada” con el aumento del envío de tropas a Afganistán, en un intento de apaciguar a Estados Unidos por esa vía.
Y en esas estamos todavía: el último acto del ministro de defensa en funciones, José Antonio Alonso, el 25 de marzo fue solicitar a la Diputación Permanente del Congreso un nuevo incremento (el segundo) de las tropas españolas desplegadas en Afganistán que ascenderán a partir de ahora a 778 efectivos. Todos los partidos votaron a favor excepto IU, ERC y el BNG. Bueno será recordar este dato en el futuro.
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2008