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Juan-Ramón Capella

Los valores entre rejas de Obama

Un periodista de TVE ha sido de los primeros europeos en lograr acercarse a Obama a la salida de un acto electoral. Obama se detuvo unos segundos para exponer, sintética y claramente, su proyecto de política exterior: dijo que pretende basarla en valores y —literalmente— “no sólo en la fuerza militar”.

“No sólo” significa aquí “y también”. Obama rechaza la política sin valores de Bush, su mentiroso pragmatismo, etc., pero no desdeña la fuerza militar que el gobierno republicano ha usado sin valores.

Visto desde lejos, Obama presenta una imagen de cierta fragilidad; visto de cerca, en cambio, se advierte que tiene la piel de un hipopótamo. Es capaz de desayunarse un sapo, como los demás políticos. Hasta ahora creía yo que no llegaría lejos en la carrera electoral, que le pararían. Ahora me parece en cambio —si supera a la Clinton, esa serpiente de cascabel— que puede llegar a presidente, dado que en cualquier caso el partido republicano no ganará las elecciones.

Pero al creer que los valores son compatibles con la fuerza militar, esto es, con el entramado de intereses militar-industriales y político-financieros, que es lo que hay detrás del “no sólo” de su declaración sintética, Obama se equivoca. Será un alivio ver a los republicanos fuera del gobierno del estado más poderoso de la tierra. Pero está claro que el grupo dirigente que les suceda no podrá ser muy distinto de ellos. No mientras el conglomerado de poder que gobierna a los gobiernos de Washington no quede cercenado. Los valores de Obama están encarcelados por ese conglomerado, y al parecer Obama aún no lo sabe, pues cree que son compatibles una cosa y la otra.

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2008

La principal conversión que los condicionamientos ecológicos proponen al pensamiento revolucionario consiste en abandonar la espera del Juicio Final, el utopismo, la escatología, deshacerse del milenarismo. Milenarismo es creer que la Revolución Social es la plenitud de los tiempos, un evento a partir del cual quedarán resueltas todas las tensiones entre las personas y entre éstas y la naturaleza, porque podrán obrar entonces sin obstáculo las leyes objetivas del ser, buenas en sí mismas, pero hasta ahora deformadas por la pecaminosidad de la sociedad injusta.

Manuel Sacristán Luzón
Comunicación a las jornadas de ecología y política («mientras tanto», n.º 1, 1979)

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