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Juan-Ramón Capella

En la muerte de Josep Guinovart

El pintor Josep Guinovart era uno de los nuestros. Desde siempre. Pintor de paredes como su padre y sus hermanos, decidió dedicarse a la otra pintura, con unos pocos estudios formales de dibujo, y se convirtió casi inmediatamente en uno de los grandes de la pintura española contemporánea. Obras suyas como Des de el galliner, o sus Homenatges a Picasso, o La brotxa-bandera son ejemplares tanto estética como éticamente. Pinturas que contribuyen a la educación moral de quienes las contemplan.

Guinovart fue ajeno al manierismo artístico individualista que caracteriza a tantos contemporáneos suyos. Cambió de estilo, de manera, cuanto quiso, pues no se sentía atado estéticamente ni a sí mismo. Políticamente fue un rojo afín al partido comunista, aunque nunca militó formalmente en él porque le resultaban incómodas todas las estructuras jerarquizadas. Pero su militancia material fue real. Su casa acogió muchas veces a la Taula Rodona de los partidos y movimientos de la oposición antifranquista barcelonesa; su esposa, Maria Antonia Pelauzy, militante del PSUC, y él mismo, animaron la participación política de los artistas plásticos de Cataluña y de España en actividades solidarias de la oposición; su masia-estudio de Castelldefels fue prestada a veces para las reuniones del comité ejecutivo del PSUC; y la donación de obra para sostener la solidaridad fue una constante de su vida. Guinovart entregó a los otros su energía y corrió riesgos; con ello fue de los que contribuyó de verdad a la recuperación de nuestras libertades. Y eso, con ser mucho, es lo menor, pues su participación civil no fue obstáculo para que haya aportado también una obra artística de enorme envergadura y comprometida hasta el final, como testimonia su trabajo La ópera de Bagdad de su última exposición barcelonesa.

La obra de Guinovart se caracteriza significativamente, a mi juicio, por poner al descubierto nuestras raíces. Y con raíces, justamente, trabajaba cuando inopinadamente le salió al encuentro la Segadora. En este diciembre de 2007 en que había cumplido ochenta años de vida en plenitud.

1 /

2008

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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