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Antonio B. el Ruso, ciudadano de tercera

Tusquets,

Barcelona,

633 págs.

Antonio Madrid

Han pasado veinte años desde que se publicó este libro por primera vez. Le costó salir a la luz precisamente porque lo que alumbraba eran las vergüenzas y las desgracias de la época franquista. Y lo hizo incluyendo en su relato componentes culturales, sociales, políticos, religiosos, económicos y jurídicos. Al narrar con calma la vida de Antonio Bayo, explica el ambiente en el que le tocó vivir: miseria, hambre en la mesa todos los días, dominación sobre la mujer, brutalidad policial, corrupción, curas cabrones que hacían buenos a algunos de los jueces con los que topa El ruso, represión, cárceles, penales… y, en medio de todo esto, el intento por sobrevivir, la búsqueda de afecto, la defensa de una mínima dignidad… Lo más básico en medio de la desgracia.

12 /

2007

La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.

Manuel Sacristán Luzón
M.A.R.X, p. 59

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