Sabíamos que las bibliotecas están llenas de tratados de ciencia política que, pese a sus diferentes tendencias, coinciden en considerar oro de ley el dictum aristotélico según el cual «para ser humano hay que tener polis». Lo que faltan son estantes que recojan lo que han dicho y pensado quienes se sitúan al margen y son marginados, ya por convicción, ya por imposición.
The World (2004)
Intermedio,
Barcelona,
Vladímir Kalashnikov (Oficina Soviética para el Cine)
No le des más vueltas: cómprate el mundo. O sea, The World. Supongamos que habéis visto Naturaleza muerta (2006) y habéis alucinado. ¿Cierto? Bien. Las casas donde nacieron los chinos ahora han de ser demolidas —con medios propios de una heroica película de Dziga Vertov de los años veinte— para hacer la presa de las Tres Gargantas, en el río Amarillo. ¿Costes? ¡Va, una miaja! Un millón de desplazados, trece ciudades y mil quinientos pueblos habitados puestos bajo el agua. Para los chinos de a pie, el diluvio universal: el acabóse. ¿A que os gustaría ver qué más ha hecho este director? No os preocupéis: está todo editado en DVD. (“¿Por qué? Ingenuos: ¡es el heredero por línea directa de Antonioni, Jancsó y Angelopoulos!”, salta la Puri). Bueno, ver The World después de Naturaleza muerta es empezar por el final, porque después de aquél viaje alrededor del mundo en miniatura muchos nos preguntamos “¿y ahora qué puede hacer este muchachito?”. Pero no se crean: en realidad, The World es un parque lleno de atracciones (eso sí, de todo el mundo: tienen las torres gemelas, por ejemplo); y los protagonistas son jóvenes inmigrantes que acuden a Pekín y acaban trabajando en este parque, por cuatro cuartos. Para que vean que para los jóvenes no hay salida, ni en China ni el mundo simbólico. Se la recomiendo, créame.
10 /
2007