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Pere Ortega

Sobre “La izquierda y el pacifismo”, de J.-R. Capella

Respuesta de Pere Ortega a la nota "La izquierda y el pacifismo" incluida en las Crónicas de la Barbarie del número de julio de mientrastanto.e

En el último número de la revista digital mientras tanto, en la nota “La izquierda y el pacifismo”, J.-R. Capella lanza la pregunta de que alguien le explique por qué entre la izquierda tiene mayor aceptación la “no violencia” que el “pacifismo”.

Voy a intentar matizar brevemente sobre ambos conceptos y responder a su sutil pregunta. Cierto es que el pacifismo en su concepción moderna, como movimiento, se hermana con las ideas de transformación social, y en tal sentido se une al resto de utopías existentes nacidas al amparo de las revoluciones sociales de los siglos XIX y XX. Sobre todo debido a su concepción de globalidad, pues no sólo se opone a la violencia física que tiene su máxima expresión en la guerra y el militarismo que la hace posible: ejércitos, gastos militares, carrera de armamentos, nuclear y convencional. Sino también porque se opone al resto de violencias, especialmente la estructural, la que impone las desigualdades e impide que vivamos en sociedades en paz. Por eso el movimiento pacifista ve en la paz un estadio superior, aquel donde se alcanza la justicia social y el pleno respeto a los derechos humanos.

No creo que esta visión sea plenamente compartida por la izquierda social y política. Pues niega la aseveración asumida por muchas gentes de izquierdas que la guerra es el motor de la historia. Debido al rechazo frontal a la guerra y a su preparación, que implica rechazar por igual el militarismo proveniente del lado del imperio (USA), como el de aquellos otros que se oponen a él practicando el mismo discurso, más militarismo. Por ejemplo el del actual gobierno de Hugo Chávez (ya que Capella lo cita), con privilegios a militares y continuas compras de armamento que ensombrecen el innegable avance social de su programa. O cuando rechazamos no sólo las guerras injustas del imperio, sino también aquellas otras que dicen librarse en nombre de causas justas.

Y ahí es donde entra el concepto de la noviolencia y donde difiero de Capella. Si el pacifismo tiene problemas con la izquierda, la noviolencia tiene bastantes más. La noviolencia es el método del que se dotan los pacifistas para resolver las injusticias y los conflictos por caminos no violentos. Yo no he oído a muchas gentes de izquierdas decir que, por ejemplo, el Che Guevara se equivocara en su propósito de crear cien Vietnams. A pesar de que murió sólo en las montañas de Bolivia sin ningún apoyo popular, y recuerde que, diez años después una lucha noviolenta del pueblo boliviano acabara con la dictadura de Hugo Banzer. Podría poner otros muchos ejemplos de movilizaciones sociales noviolentas exitosas que han significado un avance social mucho más transformador que las llevadas a cabo mediante la lucha armada.

Y es que la noviolencia no sólo es un método para resolver conflictos sin violencia. También es la creencia que la razón no se puede imponer por la fuerza. Que no existen enemigos a los que derrotar, sino personas a las que convencer. Que la violencia crea contraviolencia. Y en ese sentido rechaza, incluso, la defensa armada ante una agresión injusta, a la que opone la resistencia activa mediante la desobediencia, la no cooperación y otras mil fórmulas para oponerse a la injusticia. Pues tiene el convencimiento que fin y medios son indisolubles, y que nunca por medios perversos se conseguirán sociedades más justas.

Lo cual, salvo honrosas excepciones, algunas surgidas del entorno de Mientras Tanto, no he visto críticas convincentes a las violencias revolucionarias que tanto proliferaron a lo largo del siglo pasado y que hoy siguen obnubilando el pensamiento de algunos movimientos sociales de izquierdas.

Con afecto,

Pere Ortega

9 /

2007

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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