La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Juan-Ramón Capella
Teatro de Variedades
El presupuesto para Afganistán.- Democracia participativa en las elecciones locales: el caso de Barcelona.- ¿El huevo o la gallina? – Reivindicación de Patricia Ferreira.- El flautista de Hamelín.- Neoliberalismo en pensiones y en sueldos públicos.- Diferencia entre la Bolsa y Gescartera.- La vida de los otros.- Maderos de Catalunya.- Nuevas rutas turísticas.
El presupuesto para Afganistán
Se confirma lo ya dicho: la guerra de Afganistán se ha recrudecido. Varios militares españoles destacados allí han pedido el envío de más tropas: temen que se produzcan ataques y con ellos muertes de soldados. Las tropas españolas (digámoslo así, aunque hay bastantes inmigrantes alistados) no están ya en misión de policía, sino como cuerpo auxiliar del ejército norteamericano. Por eso son blanco de ataques de los resistentes al gobierno títere instalado por los Estados Unidos.
IU le ha pedido al presidente del gobierno que reconsidere la presencia militar en Afganistán; y el gobierno, de momento, ha mostrado su talante al respecto comprando un carísimo avión indetectable y unos missiles de crucero de la mejor calidad. Para estos juguetes siempre hay dinero público. Sin embargo crece la urgencia de la retirada. Un modo algo más efectivo de exigirla que las palabras sería la enmienda del presupuesto público para gastos militares. IU debe pasar de las palabras a los hechos y objetar ese gasto, desperezando a otros partidos y buscando alianzas con ellos.
Nosotros, los pringaos, podemos escribir cartas de protesta a Zapatero (www.la-moncloa.es/Presidente/EscribiralPresidente/), como si fuéramos lectores británicos del Times, pero sobre todo podemos manifestarnos y cacerolear cuando nos convoquen las plataformas contra la guerra. Eso se oye más y no se puede echar a la papelera.
También se escucharán llantos, y veremos a caballeros y señoras compungidos asistiendo a funerales transmitidos por la tele.
Democracia participativa en las elecciones locales: el caso de Barcelona
Nadie daba un duro por el “participativo” alcalde Clos de Barcelona. Que había viajado a los Foros Sociales por cuenta del presupuesto público, pero realizaba una política urbanística antipopular —en esto, no sólo la política urbanística: hay que recordar su “ordenanza cívica”— con la que se ha levantado un muro de rascacielos entre la ciudad y el mar al urbanizar hacia el río Besós. Pues bien: vino el hábil Montilla y le organizó la “patada p’arriba” para que su partido no perdiera la alcaldía de la ciudad. En su lugar colocaron en el cargo a un digno Hereu de Clos el tiempo suficiente para publicitar su imagen.
De modo que ahora ha llegado la democracia participativa de los políticos catalanes: el momento de ratificar en unas elecciones municipales una decisión tomada exclusivamente en una sede de partido, sin discusión interna fuera de la cúpula misma de ese partido y acaso ni eso. Y lo mismo en CiU: su candidato es un profesional de la política, bien conocido por acumular derrota tras derrota, al que no es necesario publicitar más: ya reúne en su persona todas las características antropológicas del botiguer, lo que le convierte en un espejo de sus propios votantes.
No creo que, en el microcosmos barcelonés, me haya decidido yo a participar como me piden: que incremente el porcentaje de participación, casi lo único que cuenta en este caso. La no contabilización ni publicitación de los votos nulos y en blanco tal vez me haya aconsejado quedarme en casa. Molesto además por el deliberado olvido en que ha caído el porcentaje de participación en el referéndum del Estatut. El retraimiento electoral es también una opción política (que, como todas, hay que practicar sólo cuando conviene y sin exagerar). Pero en las elecciones generales no me retraeré: votaré sin dudarlo contra el PP.
Pese a todas las publicidades y apologías directas e indirectas, ¿es Barcelona una ciudad vivible? ¿Tiene metro útil, transporte público rápido? ¿Alguien paga el tiempo de transporte al trabajo? Los jóvenes trabajadores barceloneses ¿pueden tener vivienda propia con lo que les pagan los empresarios barceloneses? ¿Con lo que pagan los entes públicos municipales? Y Barcelona, ¿es una ciudad polucionada, ruidosa, o gratamente paseable, cívica? La ciudad de Barcelona, ¿tiene memoria de sí misma, o cuenta ahora una historia que no fue? El pasado obrero de Barcelona como La Rosa de Fuego, ¿es ya del todo agua pasada?
¿El huevo o la gallina?
En el País Vasco unas 150.000 personas no habrán podido votar a quien prefieren porque votarían a formaciones ilegalizadas. Antes de eso, y tememos que también después, otras muchas personas del País Vasco serán amenazadas, coaccionadas, amedrentadas, por nacionalistas radicales.
Los derechos políticos no se deben limitar, pero a la gente tampoco se la puede coaccionar con violencia porque no piensa como tú.
Reivindicación de Patricia Ferreira
La publicidad multiplica y magnifica muchos iconos de completa inanidad cultural, pero también hay muchos expertos en el arte de ignorar, que decía Pasolini. A Patricia Ferrerira la ningunean los hacedores de famas en el cine español, cuando esta realizadora cinematográfica es una autora de gran consistencia y ha construido excelentes películas rebosantes de sensibilidad y talento, que cautivan a quienes las consiguen ver, a pesar de no estar amparadas por la industria publicitaria y el sistema del amiguismo cultural.
Sé quien eres, su primera película, de 1999, es un extraordinario thriller político que regresa desde la normalidad del régimen a los tiempos de la transición. Está a la altura de los mejores films del género y es idónea para suscitar un debate real sobre ese episodio de nuestra historia, la transición, en cine-clubs, centros escolares, etc., y también un inteligente entretenimiento personal si se recurre al DVD. El último film de P. Ferreira, Para que no me olvides (2005), es un extraordinario e indirecto elogio de la memoria, de nuestra trágica historia y sus consecuencias, o sea, una película oblicuamente política con la que consigue despertar la sensibilidad del espectador. Creo que es el mejor ejemplo en nuestro país y en muchos otros de cine —de temática no específicamente feminista— realizado con una sensibilidad femenina y de feminismo de la diferencia.
Ferreira ha realizado otra película: El alquimista impaciente (2002), también un buen thriller, aunque menos ambicioso que Sé quien eres, en el que la acción se articula sobre dos trasfondos: uno inquietante —el de la industria nuclear— y otro socialmente profético: la especulación inmobiliaria. (Tendré que dejar para otro día su aportación con El secreto mejor guardado al film de varios autores En el mundo a cada rato, de 2004, pues no he conseguido dar con él). El lector puede buscar estas pelis en los establecimientos de ventas de DVD si no tiene la suerte de verlas en el cine o en su mejor sucedáneo (el videoproyector casero), y reflexionar luego sobre lo que ha visto y también sobre las razones del ninguneo infligido a esta cineasta extraordinaria.
El flautista de Hamelín
Sarkozy es un Berlusconi con maneras: su bufete profesional ha sido un centro de anudamiento de los intereses de las grandes empresas francesas con las multinacionales norteamericanas, y de ahí su salto a la política. Es derecha pura, sin las excrecencias de Le Pen. Su política consistirá en algo muy sencillo: liberar de impuestos al empresariado, y liberarle también de obligaciones respecto de los trabajadores. Eso significa que los derechos sociales de los franceses van a enflaquecer hasta morirse de inanición. Es posible que con Sarkozy resucite el AMI, el acuerdo multilateral de empleo, o cosas parecidas, en la Unión Europea. Su elección significa también que los franceses no oriundos de Francia y los extranjeros residentes lo van a tener más que crudo. Eso sí: en Francia habrá más policía, con las manos más libres, y más violencia social —la prensa ha pasado de puntillas sobre los más de 500 coches que ardieron al conocerse el resultado electoral, sobre los centenares de detenciones—. La elección de Narkozy significa más “atlantismo”, o sea, más americanismo. El flautista de Hamelin ha hipnotizado tras de sí a gran parte del electorado con su melodía chauvinista de la renovación de Francia. Muchos se ahogarán en el pantano al que los lleva. Las gigantescas diferencias sociales que ya hay en ese país, como aquí, se consolidarán y ensancharán. ¡Cumbres abismales!
Neoliberalismo en pensiones y en sueldos públicos
Los sindicatos han tragado —los actuales dirigentes sindicales ya ni se acuerdan de cuando trabajaban— que los fondos de tesorería de la Seguridad Social se apliquen a jugar a la Bolsa, esto es, que sirvan para inyectar capital a los vendedores de esos volátiles papelitos llamados acciones, cuyo precio es oscilante, emitidos por las grandes empresas cuando necesitan fondos. Por otro lado hace tiempo que una parte “complementaria” (aunque hablando de salarios, nada es ‘complementario’) de los sueldos de los funcionarios, según sectores y según qué comunidades autónomas, se paga en forma de “aportaciones a planes de pensiones”, lo que es otra forma de jugar a lo mismo: en este caso, dar dinero público a los empleados, sí, siempre que antes quede en manos de las entidades financieras privadas para que jueguen con él. O sea: un préstamo forzoso de los asalariados públicos a las grandes empresas e instituciones financieras.
El gobierno central, los gobiernos de las comunidades autónomas y las grandes centrales sindicales están de acuerdo pues en una cosa: hay que ceder al gran empresariado todo el dinero que se le pueda ceder, pues no es otra cosa lo que se ha convertido en condición habitual para cualquier “mejora”. Para eso han ganado la guerra fría (o más exactamente: la guerra fría a los asalariados). La consecuencia material del asunto está por ver: si la Bolsa “va mal”, te quedas tú sin aumentos y sin reservas la Seguridad Social. Si “va bien”, el negocio no lo habrán hecho los funcionarios o los pensionistas, sino las entidades financieras y todo el conglomerado de parásitos generado por los tinglados neoliberales (en forma de consejeros de administración, asesores financieros, “gestores de inversiones”, analistas, comentaristas bursátiles, etc.: esos tipos que llevan coches de lujo y juegan al golf).
Hay además otra consecuencia socialmente perversa de esas medidas: quienes tienen parte de sus derechos sociales en forma de valores bursátiles, por indirecta que sea la forma de tenerlos, pueden acostumbrarse a verse ellos mismos como detentadores de capital. Van a desear que la Bolsa “suba”. Van a desear más capitalismo.
Inocentes. Pero aprendamos a leer la inteligente (para él) acción microscópica del capital, y la colaboración con él incluso de los ministros más sociales del gobierno y del sector oficialista del sindicalismo hispano.
Diferencia entre la Bolsa y Gescartera
Hay un viejo timo, consistente en ofrecer una rentabilidad muy alta a cambio de un dinero depositado en manos del timador, que dice invertirlo en vaya usted a saber pero mientras tanto paga altas rentabilidades a los codiciosos incautos que han picado con el nuevo dinero que le van depositando los incautos nuevos, empujados todos por el deseo de ganar sin hacer nada. La cosa puede durar mucho tiempo, hasta que el timador se esfuma o, si le pillan, alega que sus inversiones le han salido mal. La furiosa multitud de los timados exigirá entonces al Estado —o sea, a todos los contribuyentes— que “les devuelvan el dinero”. El Estado, naturalmente, no puede hacerles caso, pues eso sería financiar el timo.
La Bolsa es muy distinta. Las empresas emiten unos papeles llamados acciones que se venden inicialmente por un precio determinado. Se supone que ese precio corresponde a la estimación de un “valor objetivo” de la empresa que los emite, certificado por una empresa que se dedica a vender certificados de este tipo. Luego los papelitos rentan un dividendo a sus propietarios o no, pero cotizan en Bolsa, y —según las expectativas de todos respecto de los negocios, la solidez de las empresas, el sector de actividad, el ciclo económico y la madre que todo lo parió— cotizan al alza o a la baja. Pero el buen dinero que costaron ya está en manos de quien tiene que estar. Y si los papelitos no valen lo que se esperaba —pues el comprador de papeles no puede controlar la actividad de la empresa de la que es nominalmente socio— nadie va a pedirle al Estado que le devuelvan el dinero, porque esas son las leyes del mercado, las más sacrosantas de todas las leyes, el verdadero tabú de la postmodernidad.
Ésta es una diferencia importante entre la Bolsa y Gescartera, ¿qué os creíais?
Por cierto, que el neoliberalismo ha logrado un verdadero milagro: que la riqueza no dependa del trabajo. Al menos no del trabajo propio para quien especula en Bolsa o ha especulado en Gescartera.
La vida de los otros
Éste es el título de la mejor película del año. No pueden perdérsela los lectores de mientrastanto.e. La película se presta a muchas reflexiones. Una, de importancia menor, es la siguiente:
Los ciudadanos alemanes tienen derecho a examinar los expedientes sobre ellos de la policía política de la antigua RDA. Nosotros, no. No los nuestros en España. Los archivos de la Brigada Político-Social del franquismo existen, pero están desaparecidos para los ciudadanos.
Y eso, a su vez, nos lleva a otra cosa, esta vez mayor: a la miserable Ley de Memoria Histórica patrocinada por el Psoe. Una ley que no da derecho a nadie a la averiguación de la verdad, porque proteje a los canallas; que impide hacer justicia, porque no permite recurrir a los tribunales; que impide a las víctimas obtener reparación. Más que de Memoria Histórica, parece una Ley de Complicidad Histórica.
Maderos de Catalunya
Una de cal y otra y otra y otra más de arena. Los mossos de Catalunya han exhibido siempre como policía de tráfico unos modos altaneros que contrastan con la actitud distante pero educada de la Guardia Civil. Cuando los dirigía la consellera anterior, de cuyo nombre por fortuna ya ni me acuerdo, los guripas mantenían de rodillas en la calzada a los detenidos en manifestaciones (en las minoritarias, claro es). Ahora, por un lado apalean a detenidos en la comisaría, según la valiente tradición de tantas policías, pero son descubiertos por su propia poli de polis que los vigila con cámaras ocultas: las denuncias por malos tratos debían ser ya muchas. Los mossos también han protagonizado violentos desalojos de okupas, en plan “Policía de Los Ángeles”. O sea: lo que nos temíamos desde que fue creado el cuerpo de los mossos: te joderán, pero en català. La penúltima historia de mossos ha consistido en usar punzones contra manifestantes okupas con el apoyo político del conseller “ecosocialista”. Y la última, de momento y al escribir estas líneas, en Badalona, es incluso más infame. La vida de un detenido esposado y custodiado, ¿acaso no está en manos de la policía?
El conseller y sus maderos deberían volver a la escuela (no a la suya, donde les han enseñado tan mal, sino a otra), a cursar educación para la ciudadanía. Y no dar mal ejemplo, no sea que ahora alguien nos atraque ecológicamente a golpe de punzón.
Nuevas rutas turísticas
Los casquetes polares que se están fundiendo por el cambio climático pueden ser visitados a precios moderados. Un turismo exclusivo, pues las generaciones futuras no lo podrán disfrutar. Ya saben los viajeros: ni Túnez, ni Turquía, ni Varadero. Ahora, Groenlandia.
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2007