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El mono que llevamos dentro

Tusquets (Metatemas, 96),

Barcelona,

271 págs.

Alfons Barceló

Frans de Waal (Den Bosch, Holanda, 1948), que se define a sí mismo como “naturalista”, es uno de los expertos mundialmente reconocidos en etología de los grandes simios. El libro del que queremos dar escueta noticia examina (con sensibilidad y amenidad) los comportamientos de chimpancés y bonobos con vistas a elucidar substratos fundamentales de las sociedades humanas. Vale recordar que, después de Darwin, todos los estudiosos competentes saben que entender a nuestros parientes más cercanos es condición necesaria no sólo para revelar rasgos básicos de la naturaleza humana, sino también para diseñar proyectos de ingeniería social que apunten hacia un mundo más feliz. Sin esa percepción, es elevado el riesgo de descarriarse en pos de planes ineficaces y de objetivos inviables.

El libro está formado por seis capítulos: Nuestra familia antropoide; Poder; Sexo; Violencia; Benevolencia; El mono bipolar. En breve, esta obra trata del lugar que ocupa el homo sapiensen la naturaleza. La materia prima para establecer paralelismos es la conducta de chimpancés y bonobos. Los primeros más jerárquicos, territoriales, violentos y androcéntricos; los otros, más igualitarios, afectuosos, eróticos y ginocéntricos. “La brutalidad y el afán de poder del chimpancé contrastan con la amabilidad y el erotismo del bonobo. Nuestra propia naturaleza es un tenso matrimonio entre ambos. Nuestro lado oscuro es tristemente obvio: se estima que sólo en el siglo XX, 160 millones de personas perdieron la vida por causa de la guerra, el genocidio o la opresión politica” (17).

La moraleja final puede sintetizarse con estas citas: “En la vida colectiva de nuestros parientes cercanos no es difícil reconocer tanto el espíritu competitivo del capitalismo como un bien desarrollado espíritu comunitario. Así pues, el sistema político más adecuado para nosotros debería encontrar el equilibrio de los dos” (244). “La visión que nos retrata como egoístas y mezquinos, con una moralidad ilusoria, debe revisarse. […] Lejos de ser un producto de la imaginación, nuestra moralidad es el resultado del mismo proceso de selección que conformó nuestro lado competitivo y agresivo” (250). “Es capaz [el homo sapiens] de una destrucción increíble, tanto de su medio ambiente como de su propia estirpe, pero al mismo tiempo posee pozos de empatía y amor más profundos que los de cualquier otra especie. Puesto que este animal ha adquirido dominancia sobre el resto, es de la máxima importancia que se mire con honestidad al espejo para conocer tanto al archienemigo al que se enfrenta como al aliado dispuesto a ayudarle a construir un mundo mejor” (250).

5 /

2007

La principal conversión que los condicionamientos ecológicos proponen al pensamiento revolucionario consiste en abandonar la espera del Juicio Final, el utopismo, la escatología, deshacerse del milenarismo. Milenarismo es creer que la Revolución Social es la plenitud de los tiempos, un evento a partir del cual quedarán resueltas todas las tensiones entre las personas y entre éstas y la naturaleza, porque podrán obrar entonces sin obstáculo las leyes objetivas del ser, buenas en sí mismas, pero hasta ahora deformadas por la pecaminosidad de la sociedad injusta.

Manuel Sacristán Luzón
Comunicación a las jornadas de ecología y política («mientras tanto», n.º 1, 1979)

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