La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
La tierra de la gran promesa
Belacqua,
Barcelona,
Albert Recio Andreu
Hace años nos impactó el film de L. Wajda sobre los orígenes del capitalismo polaco en la ciudad de Lodz. El guión de esta película se encontraba en la novela realista del mismo título, escrita en 1899 por W. Reymont (que alcanzaría el premio Nobel de Literatura en 1924). Se trata de un texto que no tiene desperdicio, pues constituye un extenso fresco en el que se detallan las formas de vida, los anhelos, los comportamientos de una burguesía que se enriquece a costa del desprecio de la clase obrera y de cualquier otra cosa que pueda suponer una traba a su enriquecimiento. La codicia es el motor de toda su actividad. En los personajes de la novela uno encuentra retratados los mismos comportamientos que hoy distinguimos en los cínicos y amorales individuos que rigen las grandes empresas (como esos presidentes de banco que consideran normal una renta anual de 9,77 millones de euros). Aunque algunas cosas han cambiado, el retrato de Lodz es un plano de la matriz de nuestra sociedad. Incluso al final, uno de los personajes centrales, cuando descubre la vaciedad moral y sentimental de su proyecto, decide apostar por la filantropía como salida a su conflicto vital. Más o menos como Bill Gates o Warren Buffet. Quizás no es un tratado de economía. Pero el poderoso retrato de este microcosmos convierte esta lectura en totalmente recomendable.
4 /
2007