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Entrada en la barbarie

Trotta,

Madrid,

251 págs.

Antonio Giménez y Antonio Madrid

Este recomendable libro toma en consideración los principales rasgos del ciclo de producción-destrucción del capitalismo organizado (los costes medioambientales y humanos de éste, la asimilación de la idealidad de las clases trabajadoras a la lógica consumista-conformista, la involución democrática, la parálisis de las instituciones públicas, o el militarismo). Discursivamente, se estructura a través de diversas concepciones culturales del tiempo que nos es contemporáneo, con la pretensión de situar al lector, desde una perspectiva temporal y material amplia, y crítica, ante los problemas centrales de ese proceso de “fin del mundo”.

El diagnóstico que se hace aquí de nuestra civilización (vista como una cultura en regresión, barbarizada por la pérdida de algunos de sus rasgos estructurantes e incapaz de afrontar adecuadamente los problemas generados por su propia dinámica) no es pues optimista: el autor es plenamente consciente del dolor y la destrucción masivamente reproducidos en nuestro planeta desigual.

Eso explica su rechazo abierto hacia el progresismo característico de la cultura contemporánea (rechazo también presente en distintos modos en Benjamín, S. Weil y Pasolini, que junto a Gramsci componen el cuadro de autores fecundamente analizados en la primera parte) y el esfuerzo por comprender de manera realista las dimensiones de la catástrofe. En este sentido, una aportación destacable es el análisis de “la Gran Restauración” del capitalismo organizado del último veintenio del s. XX, a la que se debe la desarticulación de las conquistas sociales del periodo anterior. Capella nos acerca de este modo a un entendimiento preciso de la impropiamente llamada “globalización”, abordando sus vertientes técnica y organizativa pero ante todo la política, punta de lanza del “tiempo de barbarie” neoliberal sobre el que se ha puesto en marcha un movimiento de resistencia. Las carencias y las urgencias de éste son examinadas al final del libro desde la empatía con el movimiento internacional orgánico que se opone a la barbarie.

2 /

2007

La principal conversión que los condicionamientos ecológicos proponen al pensamiento revolucionario consiste en abandonar la espera del Juicio Final, el utopismo, la escatología, deshacerse del milenarismo. Milenarismo es creer que la Revolución Social es la plenitud de los tiempos, un evento a partir del cual quedarán resueltas todas las tensiones entre las personas y entre éstas y la naturaleza, porque podrán obrar entonces sin obstáculo las leyes objetivas del ser, buenas en sí mismas, pero hasta ahora deformadas por la pecaminosidad de la sociedad injusta.

Manuel Sacristán Luzón
Comunicación a las jornadas de ecología y política («mientras tanto», n.º 1, 1979)

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