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La CIA en España. Espionaje, intrigas y política al servicio de Washington

Debate,

Barcelona,

319 págs.

José Luis Gordillo

“Periodismo de investigación” es un concepto al que todavía se le puede dar un significado positivo gracias a libros como este. Alfredo Grimaldos revisa hechos relevantes de nuestra historia reciente centrando su atención en la actitud, posicionamiento e intervención de la CIA en ellos. El resultado es admirable y merecedor de una cerrada ovación. A partir de entrevistas y de documentos desclasificados, Grimaldos arroja una nueva y potente luz sobre acontecimientos que los muñidores de la mitología de la Santa Transición han tergiversado y manipulado a consciencia. Como muestra un botón: ¿sabía usted que Felipe González acudió al famoso Congreso de Suresnes del PSOE, aquel en el que fue elegido Secretario General de ese partido, escoltado por agentes del SECED que tenían línea directa con la CIA? ¿Y que fueron esos agentes los que solicitaron a Nicolás Redondo que no presentara su candidatura al cargo? ¿Y que eso lo cuentan hoy esos ex agentes con toda tranquilidad y desfachatez? ¿Y que uno de ellos fue ascendido después por el propio Felipe González a Jefe del Estado Mayor del Ejército en agradecimiento por los servicios prestados? Pues si todavía no lo sabe debe leer este libro. Si a lo anterior se añaden datos nuevos sobre el 23-F (como ha declarado después el propio Alfredo Grimaldos en Diagonal nº 42, el “juancarlismo” se sostiene gracias a la censura, la ignorancia, el mito y la desinformación), el atentado contra Carrero Blanco o, entre otros sucesos, la bomba de Palomares, este libro puede ser para usted un medio muy útil para alcanzar aquella mayoría de edad de la que hablaban los filósofos ilustrados.

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2007

La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.

Manuel Sacristán Luzón
M.A.R.X, p. 59

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