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Los resultados electorales: el juego esta abierto

Las elecciones municipales, y en muchas comunidades autónomas a sus respectivas asambleas, no han satisfecho a nadie. En primer lugar hay que decir que han frustrado las esperanzas de quienes confiaban en que las grandes movilizaciones recientes (contra el decretazo de recortes laborales, contra el chapapote del Prestige y sobre todo contra la guerra) se traducirían inmediatamente en concejales y diputados autonómicos y que el Partido Popular acusaría el desgaste, abriendo en todo caso en él la férrea dirección de arriba abajo impuesta por José María Aznar, férrea dirección que éste intenta aplicar también a la sociedad.

Pero la sociedad y la política acusan aquí como en otros países una separación que no puede colmar un aproximación abstracta y no articulada. Aquí la gente no confía en el PP, pero tampoco está dispuesta a comprar un coche de segunda mano a la socialdemocracia del GAL, por más jabón que use Zapatero, porque si bien sus particulares manos quizá están limpias tampoco le ven callo alguno. Y cuando mandan los Zapateros se expresan como Jospin, privatizador al máximo del patrimonio público en Francia, como Schröder, desarrollando en Alemania la misma política antisocial que pretende imponer Chirac en Francia, o que aconseja para España el socialdemócrata Solbes desde Bruselas.

La izquierda política que se pretende alternativa tampoco ha dado suficientes muestras de la combinación de renovación y radicalidad que le exigen los movimientos sociales. Y en algún caso concreto se trataba de votar a quien con ingenuidad o conscientemente se había dedicado a enviar a los guardias a desalojar a los inmigrantes.

Pero tampoco quienes participan en los movimientos sociales han conseguido entrar en sintonía con lo que la gente común entiende como su programa vital, que va del temor al paro a las hipotecas pasando por la educación individualizada como medio de promoción social. Una izquierda que no ha sabido abordar desde los municipios el problema de la vivienda encuentra dificultades para atacar a quienes han jugado con el señuelo de las hipotecas bajas para unas viviendas sometidas a brutales incrementos de precios por la especulación. La población menos consciente se ha vuelto profundamente conservadora precisamente en vísperas del probable estallido de algunas de las burbujas artificialmente mantenidas, después de que alguna de las burbujas (las «nuevas» tecnologías, la Bolsa) han estallado ya ante sus narices.

Una vez señalados todos estos elementos negativos conviene decir sin embargo que el juego está abierto, mucho más que antes de las elecciones. La derrota del PP en la Comunidad de Madrid en comparación con el buen resultado de Ruiz Gallardón es muy significativa de la debilidad a medio plazo de la política «constitucionalista» que como calco de la de la derecha neoconservadora norteamericana también utiliza este término como instrumento de exclusión. La mancha azul de las capitales de provincia, la derrota del Pacte de Progrés en Balears no debe esconder que el total de votos de centro-izquierda y de izquierda supera en un millón y medio a los del PP, y que en la actual coyuntura ni los votos del PNV ni de CiU parecen disponibles para Aznar como lo fueron en el pasado.

La tarea de la izquierda social y política pasa previamente por asegurar la transparencia, la trazabilidad.

Esto no será fácil. Los instrumentos de Porto Alegre no son de implementación sencilla. Tanto los movimientos sociales como los partidos de izquierda deben abrir un amplio debate que favorezca la democracia participativa y concreta. Algo podría hacerse, no mucho con un año de margen, no solo para asegurar el desplazamiento electoral del PP sino para ir construyendo mecanismos que no nos aboquen otra vez a las andadas.

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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