¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
La razón y la sinrazón. Introducción a una historia social del librepensamiento
Ediciones del Serbal,
Barcelona,
299 págs.
Alfons Barceló
De momento, para los tiempos que corren, más que «¡Viva Zapata!» o «¡Viva Marx!», la consigna idónea quizá tendría que ser «¡Viva Voltaire!». En verdad tengo la sospecha de que una buena ración de librepensamiento puede actuar como un eficaz reconstituyente para muchos espíritus, aunque no sea pócima portentosa ni milagrera. En todo caso, para las gentes comprometidas con la difícil tarea de la emancipación humana, resulta aconsejable librarse de ideas y creencias que hoy sabemos decididamente caducas, si no llanamente falsas. Si así son las cosas, procede soltar este lastre y encarar los proyectos de futuro con mapas y brújulas actualizados. El pensamiento libre, bien informado y crítico es, sin duda, la mejor guía. Ahora bien, el librepensamiento no sólo es “mercancía difícil de encontrar en España” (como dice Pedro de la Llosa), sino también a menudo un ideal ninguneado. Nótese, a modo de ilustración, que en La Enciclopedia (Barcelona, Salvat-El País, 2003, 20 tomos) la voz “librepensamiento” merece exactamente tres líneas, mientras que a definir el “librecambismo” y a explicar los avatares de esta doctrina se le dedican 162 líneas más una viñeta.
Desde luego, “pensar críticamente” no constituye propiamente una doctrina, sino sobre todo un talante. Un talante formado por ingredientes varios, tales como el determinismo matizado, el racionalismo, el escepticismo, el falibilismo, el naturalismo, el sistemismo. Un talante que han cultivado con mayor o menor coherencia gentes de variados pelajes, como herejes, ilustrados, anticlericales, libertinos, libertarios, racionalistas, ateos y materialistas. En resumen, desde tiempos inmemoriales, se ha ido cultivando de manera reiterada, en el campo de las ideas y creencias, un extenso territorio que podemos calificar como “librepensamiento”; esto es: “un pensamiento desatado, emancipado, que sólo se atiene a razones y razonamientos, no acepta otros límites que los que la razón impone ni otras riendas” (12).
El libro de Pedro de la Llosa describe a lo largo de 14 capítulos el despliegue histórico de este talante y de este enfoque. En la genealogía del librepensamiento distingue tres fases de desarrollo: los descubrimientos (tesis y postulados paracientíficos) de la filosofía y la ciencia en el mundo griego (caps. 1-3); un período ambiguo en el que conviven elementos científicos y de filosofía crítica con misticismo, superstición y construcciones filosóficas esotéricas (caps. 4-6). La tercera fase, de madurez, tiene en la ilustración y en la ciencia moderna sus dos grandes pilares (caps. 7-13). Los resultados globales de este largo proceso inacabado se pueden resumir en la secularización de la sociedad y el desvanecimiento de los dogmas religiosos (cap. 14: “El triunfo de la laicidad”).
Valorar ideas y creencias en el campo de la filosofía o de la ideología es mucho más difícil que verificar leyes químicas o principios médicos. Y, además, las tesis y las ideas que han ido emergiendo a lo largo de la historia intelectual de la humanidad tienen sus peculiares genealogías y comadronas. Muy someramente, estos son los objetivos del libro que comentamos: indagar acerca de la aparición de ideas críticas o rompedoras, examinar cómo inciden y se articulan los diversos factores causales (internos y externos, centrales y periféricos), analizar el impacto de las nuevas ideas sobre los ámbitos políticos, económicos, tecnológicos, valorativos. Importa, sobre todo, pasar revista a las ideas fuerza que han cambiado la manera de concebir el mundo o de actuar sobre él, mostrando a la vez las ilusiones y desvaríos de los personajes que avanzaron en esta dirección. Y también hay que prestar atención a muchos otros elementos en juego, como las formas de propiedad y de distribución dominantes, las tecnologías (tanto productivas como de la investigación científica) y los avatares de la lucha de clases.
Conviene precisar, de todos modos, que este ensayo no es un libro académico, ni la obra de un historiador profesional. Mas es un trabajo original, bien informado e instructivo. Es a la vez sinopsis histórica trufada de anécdotas y citas elocuentes, guía bibliográfica, registro de interpretaciones e hipótesis de trabajo, todo ello expuesto en tono sencillo y nada doctrinario, pero con convicción militante.
El autor (Castro Urdiales, 1928) es un ilustre bioquímico residente en París y adscrito durante muchos años al Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). Tomó parte en la lucha antifranquista desde posiciones marxistas revolucionarias. Publicó artículos con diversos seudónimos (Jesús Santos, Maligno López o Alfonso Castaños) en revistas como Voz Obrera, Acción Comunista, Tribuna Socialista, Revista Mensual/Monthly Review. Desde su jubilación, hace pocos años, ha publicado varios ensayos relativos a las conexiones ocultas entre las ciencias, las ideologías y los entornos socioeconómicos. El libro que motiva esta nota es el estudio que mayor número de lectores potenciales puede abarcar. Pero también tienen sumo interés (para colectivos más reducidos) tanto El espectro de Demócrito. Atomismo, disidencia y libertad de pensar en los orígenes de la ciencia moderna (Barcelona, Serbal, 2000, 411 págs.) como La alquimia y la química, lo sublime y lo terrenal. Preludios y fugas de una ciencia (Barcelona, Serbal, 2005, 353 págs.).
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2006